Ch¨¢vez quiere comprarse una revoluci¨®n
Normalmente los padres suelen reprender a sus hijos prohibi¨¦ndoles ver la televisi¨®n, sin embargo los cubanos, cuando sus hijos se portan mal, los amenazan con obligarlos a ver la televisi¨®n estatal. Ch¨¢vez ha cometido un grave error al cerrar un canal opositor que llevaba medio siglo al aire. Guste o no, esto no fue un ataque al poder medi¨¢tico capitalista sino un golpe a la identidad cultural venezolana que tendr¨¢ severas implicaciones sobre su Gobierno. Pretender sustituir las telenovelas y el entretenimiento de los pobres por una pat¨¦tica programaci¨®n "revolucionaria" es tan grave como dejarlos sin comida.
El punto de partida de ¨¦ste y otros desaciertos de Ch¨¢vez es creer que ¨¦l ha hecho una revoluci¨®n, cuando simplemente gan¨® unas elecciones, y esto no ocurri¨® por aciertos propios sino por los errores y soberbia de una oposici¨®n que tiene muchas joyas y poco pueblo. ?sta le ayud¨® a hacerse de una mayor¨ªa electoral que le permiti¨® controlar instituciones y cambiar algunas reglas, pero no le da la correlaci¨®n suficiente para imponer un viraje ideol¨®gico dr¨¢stico como el que est¨¢ pretendiendo.
En Venezuela no ha habido ruptura revolucionaria como s¨ª la hubo en Cuba y Nicaragua, donde la democracia no ten¨ªa antecedentes. En Cuba el cambio fue violento y total, todas las instituciones se refundaron y hasta la fecha no hay ni oposici¨®n, ni elecciones, ni libertad de prensa, ni propiedad privada. En Nicaragua el cambio fue igualmente violento, pero aunque maltratadas sobrevivieron la libertad de prensa, la propiedad privada, las elecciones y la oposici¨®n. Venezuela podr¨¢ tener una crisis de polarizaci¨®n extrema o un periodo prolongado de agitaci¨®n social, pero no una revoluci¨®n. Cuando eso ocurre la violencia pol¨ªtica toma preeminencia primero como rebeli¨®n y luego como contrarrevoluci¨®n. En Venezuela, hasta la fecha, la violencia pol¨ªtica sigue siendo m¨¢s verbal que real.
Cuarenta a?os de alternancias pac¨ªficas construyeron una cultura democr¨¢tica en los venezolanos que hasta ahora ha mantenido admirablemente bloqueada la violencia pol¨ªtica. En Venezuela hay una legalidad muy debilitada, pero hay una legalidad. El error del golpe de la oposici¨®n en el a?o 2002 fue precisamente no dar importancia a esto. Derrumbar gobiernos no es f¨¢cil y tampoco lo es modificar radicalmente y en fr¨ªo los pilares de un sistema preexistente. Una ruptura revolucionaria crea una situaci¨®n de gran exaltaci¨®n social que, para bien o para mal, abre espacios para cambiar muchas cosas, incluso temas ideol¨®gicos o culturales muy sensibles en una sociedad; sin embargo, ¨¦stos son los m¨¢s dif¨ªciles de modificar.
Las revoluciones anticapitalistas emergieron m¨¢s de las dictaduras que de la pobreza. En Venezuela no hab¨ªa dictadura y la pobreza no fue importante en el ascenso de Ch¨¢vez, aunque ahora lo sea en su defensa. Toda revoluci¨®n es austera y esto no lo conocen los venezolanos ni de derecha ni de izquierda. Venezuela no es un pa¨ªs capitalista industrial e industrioso, sino rentista y consumista. Ch¨¢vez est¨¢ fortaleciendo el rol econ¨®mico del Estado, redistribuyendo la renta petrolera y formando nuevas ¨¦lites econ¨®micas v¨ªa populismo, oportunidades de negocios y corrupci¨®n. Todo esto ni es nuevo, ni es revoluci¨®n, ni es socialismo.
Ch¨¢vez no tiene un partido revolucionario sino una estructura pol¨ªtica fragmentada, compuesta por una mezcla ideol¨®gica diversa. A su derecha est¨¢n los militares, a su izquierda unos intelectuales y hacia abajo una base multicolor. Convertir todo esto en un partido implica enfrentarse con muchos dirigentes acostumbrados a disentir. El chavismo ha hecho algo positivo al dar poder e identidad a miles de venezolanos que estaban excluidos, pero su estructura pol¨ªtica no est¨¢ cohesionada ni por la ideolog¨ªa ni por la historia, sino por la renta petrolera. Ch¨¢vez tampoco tiene un ej¨¦rcito revolucionario, al contrario, el Ej¨¦rcito le ha derrotado dos veces (1992 y 2002). La complicidad actual del Ej¨¦rcito depende de compras de armamento que no son preparaci¨®n combativa sino corrupci¨®n lucrativa, y son precisamente esos privilegios los que cierran el camino a las ideas revolucionarias. El Ej¨¦rcito de Venezuela ni matar¨¢ ni morir¨¢ por Ch¨¢vez.
Fidel Castro sobrevivi¨® a incontables atentados, Ortega dirigi¨® una insurrecci¨®n triunfante y Evo Morales salt¨® de las barricadas a la presidencia. Ch¨¢vez, por el contrario, vende petr¨®leo a los americanos, en dos ocasiones se ha rendido sin combatir y duerme con un ej¨¦rcito enemigo. Esto lo empuja a realizar provocaciones que le permitan obtener una credencial revolucionaria, por lo menos con un insulto de Bush. Los ataques lo fortalecen y la tolerancia lo debilita. Urge de enemigos externos que le ayuden a ocultar la corrupci¨®n de sus funcionarios, la incompetencia de su Gobierno, la divisi¨®n en sus filas y la inseguridad en las calles de su pa¨ªs. Con el cierre de Radio Caracas Televisi¨®n, Ch¨¢vez revierte en su contra el proceso de acumulaci¨®n de fuerzas y revitaliza a una oposici¨®n que estaba desmoralizada. Quiz¨¢ Ch¨¢vez pueda hacer m¨¢s cambios en Venezuela, pero nunca podr¨¢ eliminar las elecciones, y en ¨¦stas no existen ni mayor¨ªas inamovibles, ni alianzas eternas, ni fraudes insuperables. El dinero del petr¨®leo puede servirle a Ch¨¢vez para hacer muchas cosas, pero jam¨¢s para comprarse una revoluci¨®n.
Joaqu¨ªn Villalobos, ex guerrillero salvadore?o, es consultor para la resoluci¨®n de conflictos internacionales.
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