Dulce viaje con sirope de arce
Quebec y Montreal descubren el sabor aut¨¦ntico de la regi¨®n franc¨®fona de Canad¨¢
Al o¨ªr la palabra Norteam¨¦rica, a menudo se nos viene a la cabeza un universo donde todo transcurre en centros comerciales y donde el centro de las ciudades se vuelve un lugar fantasma apenas atardece. En Quebec, la mayor regi¨®n de Canad¨¢, la vida no funciona as¨ª en absoluto. De hecho, sus dos ciudades principales -la capital, Quebec, y Montreal- se han librado por fortuna de esa tendencia.
Quebec sigue luchando a diario por su identidad y parece encontrarla mirando a Francia y a su cultura. Es en las obras del dramaturgo Robert Lepage, excelente exportador de lo quebecquois, donde se nos muestra con humor c¨®mo el saberse una especie de sobrinos de Francia marca la vida diaria de los habitantes de esta mitad franc¨®fona de Canad¨¢. Pero cuidado: si bien nos encontramos en el territorio de habla francesa m¨¢s grande del planeta, no estamos ante una mera sucursal de la Galia en Am¨¦rica. S¨ª, es cierto: Quebec lleva en su bandera la flor de lis y en las matr¨ªculas de sus coches aparece el lema Je me souviens (yo recuerdo), para que sus habitantes no se olviden nunca de preservar su lengua y sus ra¨ªces. Es tambi¨¦n cierto que se apoya sobre pilares culturales tradicionalmente franceses, como las librer¨ªas bien surtidas y la buena mesa, pero tiene otros como la cultura esquimal del pueblo inuit, el r¨ªo San Lorenzo o su producto estrella: el sirope de arce.
QUEBEC
Empecemos por la ciudad de Quebec, y en concreto por su imagen m¨¢s emblem¨¢tica: el Ch?teau Frontenac, un enorme edificio de ¨ªndole Ex¨ªn-castillos, construido a finales del siglo XIX y que hoy alberga un restaurante de lujo. La vista del r¨ªo desde la Terrasse Dufferin, situada delante, es tambi¨¦n ineludible, como ineludible es un paseo por la Ciudadela, donde se ven soldados con morri¨®n al m¨¢s puro estilo londinense. El siguiente recorrido nos lleva por el casco antiguo. Ser¨¢ dif¨ªcil no pronunciar un "Oooh, esto parece sacado de un cuento", especialmente en calles como Rue Saint Louis.
No pudo pronunciar lo mismo el franc¨¦s Jacques Cartier cuando lleg¨® a lo que todav¨ªa no se llamaba Quebec en 1535 a trav¨¦s del caudalos¨ªsimo r¨ªo San Lorenzo, tras pasar penurias junto a sus hombres. Ser el pionero en llegar a este lugar tiene su premio, y hoy Monsieur Cartier da nombre a una avenida agradable, alejada del bullicio tur¨ªstico, pero frecuentada por los quebequenses debido a sus tiendas de barrio y a caf¨¦s-restaurantes con solera como el Krieghoff, que tambi¨¦n es hotel.
La mejor manera de visitar la ciudad de Quebec es pensar que uno vive all¨ª y, por ende, que ha de llevar a cabo tareas cotidianas como ir a la compra. Siendo as¨ª, nos acercamos a la Rue Sant Jean, en la ciudad alta (t¨¦rmino que se hace f¨¢cilmente comprensible tras experimentar las calles empinadas que se han de subir para llegar). All¨ª encontramos la tienda monogr¨¢fica de chocolate de ?rico, que cuenta con su propio micromuseo de historia del cacao, y, no lejos del recoleto cementerio protestante de Saint Matthew, el m¨¢s antiguo de la ciudad, nos topamos con la muy recomendable ¨¦picerie Maison J. A. Moisan, que presume de ser la tienda de ultramarinos m¨¢s antigua de Am¨¦rica del Norte, donde venden desde caramelos de t¨¦ verde matcha hasta bombones de sirope de arce.
A estas alturas ya nos habremos dado cuenta de que las calles con nombres de santos proliferan. Otra de las que merecen m¨¢s de un paseo es la Rue Saint Paul, en cuya parte cercana al Puerto Viejo (Vieux Port) conviven varias tiendas de antig¨¹edades de principios del siglo XX. En las cercanas calles de Sault au Matelot, Dalhousie y Saint-Pierre abundan las galer¨ªas de arte y los lugares donde alojarse bien y comer a¨²n mejor. All¨ª, el chef Daniel V¨¨zina ha abierto el restaurante Laurie Rapha?l, un buen sitio para gastarse los ahorros en vieiras y carne de carib¨².
Continuando por la zona baja de la ciudad llegamos al barrio Petit Champlain, con su minicalle principal del mismo nombre salpicada de tiendas de artesan¨ªa que le dan colorido, un negocio tem¨¢tico de golosinas de sirope de arce y un restaurante buc¨®lico llamado Le Lapin Saut¨¦, cuya especialidad es el conejo con salsa de arce. Ah¨ª, la banda sonora de la caminata estar¨ªa interpretada por cervatillos y mu?ecos simp¨¢ticos de madera con coloretes rojos y pecas en la cara. Leyendo un poco sobre su pasado, sorprende que este barrio hoy tan mon¨ªsimo consistiera b¨¢sicamente en viviendas insalubres para inmigrantes irlandeses. Al mirar hacia arriba vemos el imponente promontorio rocoso Cap Diamant, llamado as¨ª porque el ingenuo Jacques Cartier crey¨® ver diamantes donde en realidad hab¨ªa piedras de cuarzo.
Dejamos la ciudad de Quebec para adentrarnos en el continente a trav¨¦s del r¨ªo, como hac¨ªan los pioneros, y llegar a Montreal.
MONTREAL
Una vez en esta ciudad comprobaremos que el ingl¨¦s se usa casi con tanta frecuencia como el franc¨¦s. De hecho, hay un Montreal anglo y otro afrancesado: Westmount es el ejemplo por excelencia de lo primero, y Outremont, un buen representante de lo segundo. Pero el recuento de lenguas y culturas no se acaba ah¨ª: Montreal tiene un Chinatown de peque?o formato adem¨¢s de un Little Italy, que recibe abundantes visitas debido a su colorido precioso mercado Jean Talon, de frutas y verduras.
Gracias al clima, en Montreal conviven las casas con escaleras exteriores y balcones -para sacar una sillita y disfrutar del buen tiempo- con una verdadera ciudad subterr¨¢nea donde se pueda llevar a cabo la vida -es decir, el consumo- en invierno. Por si encontramos exagerada esta medida, en el Museo McCord de historia canadiense podemos ver fotos de algunas de las tormentas de nieve m¨¢s importantes del siglo XX, im¨¢genes que nos hacen comprender la necesidad de contar con una red de locales bajo tierra. El RESO, que as¨ª se llama este submundo, merece una visita.
Aqu¨ª no puede pasarte nada malo, nos dir¨ªa la ciudad si hablase, en especial en lugares con un desali?o sofisticado tan encantador como el caf¨¦ Esperanza o la Casa del Popolo, un lugar para cenar y escuchar m¨²sica en directo en pleno Boulevard Saint-Laurent. No pueden quedar en el tintero un par de lugares emblem¨¢ticos del barrio de Outremont: Moe Wilensky, un espartano restaurante abierto en 1932. En su interior algo destartalado se sirve el s¨¢ndwich Special Wilensky y adem¨¢s se venden libros de segunda mano. En la misma calle est¨¢ el horno Fairmount Bagels, que desde 1919 fabrica bagels las 24 horas del d¨ªa.
Para alojarse y hacer vida cotidiana es preferible alejarse de la avenida de Sherbrooke, principal v¨ªa de la ciudad. Instalarse en el barrio Le Plateau es la soluci¨®n: a distancia caminable de la citada avenida se encuentran calles como Saint-Denis, Duluth o el Boulevard Saint-Laurent, conocido como Le Main. Precisamente en esa v¨ªa est¨¢ el lugar id¨®neo para probar la carne ahumada, tan t¨ªpica de Montreal que hasta se vende en los estancos en forma de barrita a modo de snack matutino: se trata de Schwartz's, peque?o local que funciona desde los a?os veinte como charcuter¨ªa.
Para bajar los posibles kilos sobrantes despu¨¦s de tanta comida se hace necesaria una caminata por el Mont Royal, la monta?a boscosa que, adem¨¢s de ser el origen del nombre de la ciudad, es donde van a pasear los montreale?os para saludar a las ardillas y ver repetida por doquier la hoja de arce roja de la bandera canadiense.
Otras formas de ocio saludable se encuentran todas ellas junto al Biod?me, un enorme contenedor de ecosistemas de toda Am¨¦rica que alberga animales y plantas de cada uno de ellos. Cerca est¨¢ el jard¨ªn bot¨¢nico, y a pocos pasos, el estadio Ol¨ªmpico construido para los Juegos de 1976, cuya torre tiene un interesante aspecto entre retro y futurista que sirve como met¨¢fora de Quebec, una regi¨®n que conjuga sin aspavientos su fuerte herencia cultural europea con su posici¨®n en la Norteam¨¦rica de hoy.
Mercedes Cebri¨¢n (Madrid, 1971) es autora de Mercado com¨²n (Caballo de Troya).
GU?A PR?CTICA
Prefijo telef¨®nico- 00 14 18.C¨®mo ir- Airtransat (www.airtransat.es; 900 977 609; 902 10 49 41) vuela a Montreal desde Madrid, Barcelona y M¨¢laga hasta finales de octubre. Ida y vuelta desde Madrid, a partir de 408 euros.
- Swiss (www.swiss.com; 901 11 67 12) vuela a Montreal con escala en Suiza. Ida y vuelta desde Madrid, a partir de 481,54 euros.- Air France (www.airfrance.es; 902 20 70 90) vuela a Montreal con escala en Par¨ªs. Ida y vuelta desde Madrid, desde 598,62 euros, precio final.Las direccionesQUEBEC - Choco-Mus¨¦e Erico. 634, Rue Saint-Jean (www.chocomusee.com).- ?picerie Maison J. A. Moisan. 699, Rue Saint-Jean. Quebec.- Le Lapin Saut¨¦ (692 53 25; www.lapinsaute.com).52, Rue du Petit-Champlain. Entre 9 y 15 euros.- Laurie Rapha?l (692 45 55; www.laurieraphael.com). 117, Dalhousie (Vieux Port). Unos 20 euros.- Caf¨¦ Hotel Krieghoff (522 37 11; www.cafekrieghoff.qc.ca). 1091, Avenue Cartier. La doble, 80 euros.MONTREAL - Fairmount Bagel Bakery. 74, Rue Fairmount Ouest. Abierta 24 horas.- Schwartz's (842 48 13; www.schwartzsdeli.com). 3895, Boulevard Saint-Laurent.- Caf¨¦ Esperanza. 5490, Rue Saint Viateur. Abierto de 9.00 a 24.00.- Casa del Popolo (284 01 22; www.casadelpopolo.com). 4848, Boulevard Saint-Laurent.- Museo McCord (www.mccord-museum.qc.ca). 690,Rue Sherbrooke Ouest.Informaci¨®n- Oficina de turismo de Quebec (www.bonjourquebec.com; desde Canad¨¢, 187 72 66 56 87.- www.canada.travel.
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