?Tiembla, Mariano!
Con lo repetitivas y absurdas que son las campa?as electorales, yo que los partidos dejaba una parte del presupuesto en suspenso y met¨ªa la pasta en alumbrar el fascinante espect¨¢culo que nos ofrecen nuestros candidatos electos la semana despu¨¦s. Los d¨ªas posteriores a las victorias y a las derrotas dan un mont¨®n de s¨ª. Las sonrisas fingidas se transforman en reproches; las promesas pasan a ser cuentas pendientes; los abrazos, pu?aladas; el temple de algunos se echa a perder por la ansiedad. Y se mete la pata hasta la entrepierna.
No hablo de los pactos, que est¨¢n previstos en el gui¨®n, ni de las quinielas de candidatos a consejer¨ªas o concejal¨ªas, ni de las componendas, los tanteos, ni de los an¨¢lisis de las encuestas a posteriori, no. Me refiero a esa guasa que se traen en tomarnos por imb¨¦ciles cuando analizan resultados, a los escaqueos, las espantadas, las salidas de madre y los frenazos en seco.
La miel del triunfo en Madrid de la derecha puede convertirse en la hiel de su fracaso
?Votar¨ªa Esperanza a su denostado Gallard¨®n o se inclin¨® por Sebasti¨¢n en el ¨²ltimo momento?
Por lo que respecta a Madrid, esta vez se han lucido tirios y troyanos. Es decir, PP y PSOE. La noche electoral fue lo que se esperaba. Triunfalismo exacerbado en G¨¦nova y funeral en Ferraz. Simancas entonaba un lo siento que su electorado deb¨ªa haberle escuchado ya hace cuatro a?os y anunci¨® su retirada tambi¨¦n demasiado pospuesta en el tiempo. Aquella decisi¨®n tomada a tiempo pod¨ªa haber evitado la espectacular subida de Esperanza Aguirre y muchos llorar¨ªan menos por las esquinas.
Lo de Miguel Sebasti¨¢n es otro cantar. Si bien es cierto que se vio obligado a aceptar un marr¨®n que nadie entre los socialistas tuvo la decencia de encarar, la campa?a que ha hecho ha sido pat¨¦tica y no por lo de su famosa pregunta con foto en el debate televisivo, que tampoco fue para que se tomara de aquella manera -a ver si ahora los ¨²nicos que pueden poner las reglas de juego patas arriba son los de un bando-, sino porque ha estado vac¨ªa de propuestas atractivas, de presencia efectiva y de enjundia. Pero lo m¨¢s fuerte ha sido su espantada. Bien es cierto que en el partido le tienen ojeriza, pero esa manera de vender la dignidad de la derrota para ahorrarse cuatro a?os de mili en un m¨¢s que solitario banco de la oposici¨®n municipal, canta un poco. Menos cuento.
Lo m¨¢s gracioso ha sido, sin embargo, lo de los peperos. Salieron a escena ante sus cachorros noct¨¢mbulos de la banderita, triunfantes, cogidos de la mano, euf¨®ricos. Pero la resaca les nubl¨® el sentido s¨®lo unas horas, las que tardaron en sacar los cuchillos dos d¨ªas despu¨¦s. Debemos agradecer que se hayan decidido de nuevo por ofrecer ese espect¨¢culo de circo romano. Es alta pol¨ªtica. Pura lucha por el poder. Como una zarzuela escrita por Shakespeare. Poco le dur¨® la alegr¨ªa de volver a ser alcalde al reci¨¦n reelegido Gallard¨®n. Agarr¨® la moto sin casco, invoc¨® a la derrota de Zapatero y se postul¨® para lo suyo: ser presidente de Gobierno. Eso s¨ª, acompa?ando a su l¨ªder como n¨²mero dos en la lista de las generales para prestarle su tir¨®n.
A la otra, que es fina, se le petrific¨® ipso facto la sonrisilla y puso a sus leales dentro del partido en armas para frenarle. Mientras nuestros queridos l¨ªderes volv¨ªan a ense?arse los dientes como pitbulls despu¨¦s de una agradable tregua de inauguraciones conjuntas en la campa?a, Rajoy ya notaba como le segaban la hierba bajo los pies. Ahora es cuando se abre una verdadera carnicer¨ªa en su propio partido. La miel de su triunfo arrollador en el Madrid de la derecha absoluta puede convertirse en la hiel de su propio fracaso. Porque como pierda, que es algo que, por mucho que los ac¨®litos de la derechona canten victoria, las encuestas no dan como factible, se lo comen.
Por otra parte, me pregunto a qui¨¦n habr¨¢ votado cada uno. ?Depositar¨ªa finalmente Esperanza la papeleta de su denostado Gallard¨®n o se inclin¨® en el ¨²ltimo momento por Sebasti¨¢n o ?ngel P¨¦rez? ?Y ¨¦l? ?Habr¨¢ sido fiel a la disciplina de partido y, no sin antes taparse la nariz, introducido la papeleta de su formaci¨®n? ?O esa ristra de enemigos internos suyos que iban en la lista de Aguirre, empezando por ella, le ha arrojado en los brazos de Saban¨¦s o de Simancas? Nunca descifraremos totalmente este fascinante misterio, pero a juzgar por las pedradas en el ojo del d¨ªa despu¨¦s, es que no me extra?ar¨ªa nada que hubiesen votado a la izquierda. ?Y Rajoy? ?Habr¨¢ tenido la misma tentaci¨®n en Madrid? Para m¨ª que en la pr¨®xima se empadrona en Galicia para no sucumbir a tales sofocos. El caso es que con el descaro que van ambos a quitarle el sill¨®n, no queda otra que avisarle: ?Tiembla, Mariano!
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