La Bodegueta
Recuerdo a don Paco siempre sonriente y conversador con todos los clientes que llegaban a La Bodegueta, en la calle de Joaqu¨ªn Costa, para comprar alg¨²n alimento o vino a granel. Antes de que dieran las dos de la tarde, hora en que cerraba para ir a comer, se juntaba un grupo de vecinos del barrio del Raval, en su mayor¨ªa gente de avanzada edad, que despu¨¦s de hacer la compra disfrutaba qued¨¢ndose conversando unos minutos m¨¢s.
A esos vecinos les gustaba que los atendieran en catal¨¢n, pues era el local donde desde hac¨ªa m¨¢s de 20 a?os compraban los art¨ªculos que necesitaban, sin tener que caminar grandes distancias: la sobrasada, el pan de molde, el jam¨®n ib¨¦rico, la comida de la mascota, el papel higi¨¦nico, alg¨²n queso no memorable y sobre todo los distintos vinos que descansaban en a?ejas barricas -como es la tradici¨®n en Espa?a- y que don Paco serv¨ªa mientras contaba alguna an¨¦cdota.
-Bon dia, saludaba una mujer mayor al entrar.
-Bon dia, contestaba don Paco.
Mientras ped¨ªan uno u otro producto, comenzaba entonces la conversaci¨®n sobre la vida misma. La seguridad social, los hijos que les han olvidado, los nietos que nunca ven, el dinero que no alcanza, lo mucho que cambia el barrio y los eternos achaques del cuerpo.
Dej¨¦ de frecuentar La Bodegueta s¨®lo por un par de meses y el d¨ªa que regres¨¦ a comprar priorato seco, encontr¨¦ a Shumi y sus primos detr¨¢s del mostrador. Una familia de bangladesh¨ªes que llegaron a Barcelona hace ocho a?os y ahora son propietarios del local.
Vestida en shalwar kameez, Shumi, de 21 a?os, atiende a la clientela en castellano con matiz asi¨¢tico. No deja vacilar al cliente indeciso que titubea entre una marca y otra, y pronto pregunta: ?Qu¨¦ compras, amigo? Se lleva las manos a su larga y negra cabellera para amarrarse el pelo y, de vez en cuando, se ventila el rostro con un trozo de cart¨®n. El cliente, casi siempre un turista, pone en el mostrador su compra y Shumi maneja con destreza la caja registradora que nunca existi¨® en tiempos de don Paco, pues ¨¦l hac¨ªa las cuentas en una peque?a calculadora de bolsillo. ?Eitan dam koto? ('?qu¨¦ precio tiene ¨¦ste?'), grita Shumi desde el mostrador a su primo Liton, que se esconde entre una pila de galletas. Shira, su otro primo, se apresura a llenar las botellas para los clientes con vino a granel, ya que a¨²n conservan las barricas de vino y el letrero original que escribe La Bodegueta; sin embargo, la gente mayor ya no frecuenta el lugar y aquellas conversaciones que eran el b¨¢lsamo cotidiano de una generaci¨®n de vecinos se han esfumado.
-Shalam Malecom, saluda un paquistan¨ª que entra a la tienda.
-Malecom Shalam, contesta Shumi.
El padre de Shumi, al salir de Bangladesh mir¨® el mapa y escogi¨® al azar un lugar de Europa para vivir; as¨ª lleg¨® primero a Par¨ªs, luego a Italia y finalmente a Barcelona, en donde se convirti¨® en empresario. Su buen olfato, que sabe distinguir las nuevas necesidades del barrio, le llev¨® a introducir una amplia variedad de bebidas alcoh¨®licas, dulces y productos que acompa?an el fast food, el fast drink, el fast wash y todo lo que signifique rapidez, para satisfacer a una poblaci¨®n que se encuentra de tr¨¢nsito por Barcelona.
El vaiv¨¦n de turistas, estudiantes trotamundos y alg¨²n antiguo vecino son los actuales clientes de la peque?a bodega donde Shumi debe permanecer largas horas.
Cuando se cansa, se sienta en una silla y exclama: ?Ami kub klanto! ?Aman kida legeche! ('?ya estoy cansada! ?Me quiero ir a comer!'), y cuenta que su deseo es reunirse pronto con su esposo, quien se encuentra todav¨ªa en Bangladesh. "Estamos arreglando papeles para ¨¦l. Tenemos dos a?os casados. Mis padres escogieron mi esposo para m¨ª, pero a m¨ª s¨ª gusta mi esposo", cuenta la joven asi¨¢tica, que presume un nakpul, como ellos llaman al piercing de la nariz.
-?Kemon acho? ('?c¨®mo est¨¢s?'), pregunta Liton a su paisano que entra a la tienda.
-Valo. ?Tumi kemon acho? ('Bien, ?y t¨² c¨®mo est¨¢s?'), responde el joven.
Despu¨¦s de rellenar mi botella con priorato seco y aprender algunas palabras en bangla, me top¨¦ con don Paco y su mujer. Intrigada por la transformaci¨®n camale¨®nica de la tienda -que parece ser el destino de muchas otras en Ciutat Vella-, les ped¨ª reunirnos alg¨²n d¨ªa para que me contaran la historia de La Bodegueta. Ellos, con el semblante que muestra una gozosa jubilaci¨®n, me respondieron: "?De La Bodegueta? ?Ya ni me acuerdo!".
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