Dos suizos y el amor
El Reina Sof¨ªa muestra la pintura de Le Corbusier, faceta del arquitecto que promovi¨® la coleccionista Heidi Weber
Heidi Weber crey¨® en la pintura de Le Corbusier cuando nadie m¨¢s parec¨ªa dispuesto a hacerlo. El suizo fue reconocido en vida como un genio de la arquitectura, pero nadie daba un duro por ¨¦l como pintor. Demasiado deudor de Picasso, demasiado cercano a L¨¦ger, puede que Charles Edourad Jeanneret, su nombre real y con el que firm¨® lienzos hasta 1929, no fuera un pintor notable. Pero seguro que su fama como arquitecto jug¨® en su contra. Aunque ¨¦l se cansara de decir que ve¨ªa, en ambas ocupaciones, una misma b¨²squeda de la poes¨ªa. Fuera como fuera, esa falta de reconocimiento le descubri¨® a Le Corbusier un punto d¨¦bil. Y a la se?ora Weber, una oportunidad.
Donde todos vieron a un ep¨ªgono de Picasso, Weber supo ver otra b¨²squeda
Nadie daba un duro por Le Corbusier como pintor. Su fama de arquitecto le perjudic¨®
A sus ochenta a?os, Heidi Weber sigue siendo hoy una mujer apasionada. Una marchante en activo, una abogada de la causa lecorbuseriana digna madre de Bernard Weber, el promotor de la candidatura de las maravillas del mundo que tan alterada est¨¢ poniendo a La Alhambra. El caso es que, cuando en junio de 1957, Heidi Weber entr¨® en la Kunsthaus de Z¨²rich para ver una exposici¨®n de la obra pict¨®rica de Le Corbusier, qued¨® prendada. Entendi¨® que aquello era lo que hab¨ªa estado buscando toda su vida. Ten¨ªa apenas treinta a?os, un hijo y estaba reci¨¦n separada, pero ya entonces era todo menos una mujer conformista. La misma vehemencia que la hab¨ªa llevado renunciar a una pensi¨®n de paternidad alegando que la mejor educaci¨®n se daba con el ejemplo, la hab¨ªa abocado, siendo una adolescente, a abandonar la vida burguesa para meterse detr¨¢s de un mostrador a vender productos de Elizabeth Arden.
No lo debi¨® hacer mal, porque con 21 a?os le ofrecieron dirigir la empresa en Europa. Pero no lo acept¨®. Era otra cosa lo que buscaba, y unos a?os m¨¢s tarde la encontr¨® en la exposici¨®n de la Kunthaus. Su primer lienzo de Le Corbusier llegar¨ªa poco despu¨¦s. Es un collage de apenas 40 cm, Mujer y concha, y puede verse en la exposici¨®n que esta tarde se inaugura en el Museo Reina Sof¨ªa de Madrid. Le Corbusier se lo hab¨ªa regalado a un amigo fot¨®grafo. Y ella no dud¨® en cambiarlo por su Topolino descapotable. Luego le cost¨® encontrar m¨¢s lienzos. Las pinturas de Le Corbusier no se vend¨ªan. No encontraban comprador. No le quedaba otra opci¨®n que acercarse al propio artista. Fue entonces cuando supo que el arquitecto buscaba comprador para la hermosa casa que ve¨ªa desde Le Cabanon, su refugio a orillas del Mediterr¨¢neo. La casa en venta era la E 1027 dise?ada por Eileen Gray. La arquitecta autodidacta se la hab¨ªa regalado al editor de Le Corbusier, Jean Badovici, cuando sinti¨® que su relaci¨®n se acababa. Aquella casa era importante, un manifiesto de la arquitectura moderna hecho por una arquitecta autodidacta y millonaria. ?Qu¨¦ pod¨ªa hacer Weber? No ten¨ªa dinero para comprarla, pero consigui¨® hablar con el arquitecto y se ofreci¨® para venderla. Tom¨® un vuelo y apareci¨® por all¨ª.
Corre el verano de 1958, estamos en L'?toile de Mer, el merendero de la cala de Cap Martin. Le Corbusier ya es Le Corbusier. Ha firmado la Capilla de Ronchamp y el Palacio de Justicia de Chandigarh, en la India. Tiene 70 a?os y no acaba de creerse que a alguien le guste su pintura.
-Est¨¢ claro que le gusta, pero ?qu¨¦ piensa de ella? -quiso saber.
Heidi Weber s¨®lo alcanz¨® a decir que le gustaba m¨¢s que su arquitectura. Lo contrario de lo que el arquitecto se hab¨ªa cansado de escucharle a todo el mundo que lo acusaba de hacer una "pintura de Bidet". Fue suficiente. El resto lleg¨® con la vehemencia de la joven. Primero, la reedici¨®n de muebles que no hab¨ªan conseguido producirse desde 1929. Cuando se inaugur¨® la primera exposici¨®n de Le Corbusier en la galer¨ªa que Weber abri¨® en Z¨²rich hubo tanta demanda de la Chaise-Longue que, en apenas dos a?os, tuvo que negociar con la productora Cassina su fabricaci¨®n. Los lienzos corr¨ªan peor suerte. Segu¨ªan sin venderse. Algunas de las manos, las fornidas amazonas, los toros o lo totems de sus pinturas son trabajos nunca acabados. Le Corbusier los retocaba, los fechaba, los correg¨ªa y volv¨ªa a fechar varios a?os despu¨¦s. Cuando, tras la inauguraci¨®n de la muestra, Weber recibi¨® la llamada del arquitecto, le minti¨®. Asegur¨® que lo hab¨ªa vendido todo. Al final fue ella la que se qued¨® con los cuadros
Donde todos vieron a un ep¨ªgono de Picasso, Weber supo ver otro colorido que indicaba, por lo menos, otra b¨²squeda. Esta mujer crey¨® en la pintura de Le Corbusier. Tal vez fuera eso lo que hizo creer a los dem¨¢s. El caso es que vendi¨® y compr¨® sus pinturas. Se enriqueci¨® a la suiza, manteniendo una vida sencilla y acumulando los lienzos que hoy pueden verse en el museo que lleva su nombre. Ese fue su ¨²ltimo reto. Le Corbusier trabajaba en el convento dominico de La Tourette cuando ella le propuso levantar un pabell¨®n en Z¨²rich. Lo entusiasm¨® pidi¨¦ndole que trabajara el acero con el Modulor, un sistema m¨¦trico universal que ten¨ªa por base un hombre con el brazo extendido: dos metros y 26 cent¨ªmetros. Esa es la medida de cada planta del pabell¨®n colorista de placas de acero y planchas de vidrio. Le Corbusier nunca lleg¨® a verlo levantado. Pero el edificio retrata la fijaci¨®n del maestro por la transparencia y la policrom¨ªa. Adem¨¢s, se puede adivinar en ¨¦l la arquitectura de prefabricados que llegar¨ªa a finales de los setenta. Le Corbusier se ahog¨® frente a Le Cabanon cuando el hoy museo Heidi Weber no era m¨¢s que cimientos. Pero dej¨® dibujados sus 22.000 tornillos. El montaje de la exposici¨®n, comisariada por Juan Calatrava, no s¨®lo arropa esta historia, la explica. El arquitecto Pedro Feduchi ha reproducido parte del pabell¨®n Weber, incluida la rampa: "Las escaleras separan, las rampas unen", sol¨ªa decir el arquitecto. A Le Corbusier hay que agradecerle que siguiera pintando obstinadamente cuando era ya un genio de la arquitectura dejando a los dem¨¢s la herencia de poder ser algo m¨¢s que uno.
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