Desde el Giro (y 3)
Ya est¨¢. Ultima pedalada en el sinuoso circuito milan¨¦s y vuelta apresurada para casa. Tan apresurada que estas l¨ªneas han tenido que esperar 24 horas m¨¢s para salir a la luz, que lo m¨¢s importante en esas circunstancias es volver a casa lo antes posible. Eran ya m¨¢s de tres semanas y eso es mucho, mucho tiempo.
En Italia todos han quedado contentos. Ha ganado uno de los suyos, como todos esperaban. Ha sido Di Luca, el eterno joven que va ya para veterano, pero que proclama que a¨²n le quedan cinco a?os a este nivel. Veremos. Se puede decir que tanto ¨¦l como su equipo han tenido bajo control la carrera desde el principio hasta el final, aunque han tenido un hueso duro de roer con el Saunier Duval y su p¨®quer de escaladores: Simoni, Piepoli, Mayo y Ricc¨°, ganadores de etapa cada uno de ellos. El vencedor se proclamaba ayer orgulloso de ser el primer terrone (as¨ª se defin¨ªa ¨¦l) en ganar la corsa rosa; el primer corredor italiano en lograrlo nacido m¨¢s all¨¢ del Sur de Florencia. Curioso dato teniendo en cuenta que no son pocos los corredores del Sur que emigran al Norte para hacerse ciclistas.
Adem¨¢s, para mayor alegr¨ªa, el suyo ha ganado a otro a¨²n m¨¢s joven -este de verdad- y, encima, extranjero. Mejor no podr¨ªa haberles salido. El nuestro es el mejor y el que le sigue es el futuro, dicen las cr¨®nicas, y gracias al Giro lo hemos descubierto. El segundo en la general, Andy Schleck, ha sido la aut¨¦ntica revelaci¨®n de la carrera, manteni¨¦ndose siempre aferrado en las posiciones de cabeza y permiti¨¦ndose el lujo de incomodar en ocasiones con su presencia al propio l¨ªder.
Pero si alguien ha ganado de verdad en este Giro ¨¦se es el ciclismo como deporte y como espect¨¢culo popular, al margen del resultado y de los protagonistas de ¨¦ste. Y el que no lo quiera ver as¨ª es porque la ceguera le confunde. Yo a¨²n estoy impresionado por lo que he visto. Porque..., viendo la que est¨¢ cayendo sobre este deporte en los ¨²ltimos a?os, uno entiende que un sector de la afici¨®n termine por caer hastiado y comience a darnos la espalda. Pero, no, lo que yo me he encontrado en Italia han sido miles y miles de personas vociferando, vibrando de emoci¨®n a nuestro paso y anim¨¢ndonos de las maneras m¨¢s insospechadas. No hab¨ªa un solo pueblo que no se vistiera de fiesta -rosa- a nuestro paso; balcones decorados con globos rosas, girasoles de cart¨®n rosado o camisetas, gorras y gafas -c¨®mo no, rosas- compradas a un vendedor ambulante en un pack por unos m¨®dicos diez euros. Todo serv¨ªa para uniformar a Italia de un solo color, el rosa, all¨ª por donde pas¨¢bamos. Y lo m¨¢s sorprendente y hasta cierto punto dif¨ªcil de creer es que en todas las pancartas que he podido leer s¨®lo he visto una referencia al dopaje. Fue en la parte final del dur¨ªsimo Zoncol¨¢n, ese puerto infernal con pendientes imposibles, y dec¨ªa algo as¨ª como: "Dopados o no, si hab¨¦is sido capaces de llegar hasta aqu¨ª, ya merec¨¦is nuestra admiraci¨®n". A m¨ª, sinceramente, aquello me lleg¨® al alma.
Pedro Horrillo, ciclista profesional, ha corrido el Giro de Italia con el equipo Rabobank.
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