La feria del poder
?frica, el cambio clim¨¢tico o el escudo antimisiles son la excusa. Estas reuniones tratan de otra cosa, quiz¨¢s la ¨²nica importante. Es el poder. El negocio que llevan entre manos los m¨¢ximos dirigentes del planeta que se re¨²nen una vez al a?o de forma tan escandalosa no es otro que la exhibici¨®n y la demostraci¨®n del poder de cada uno. Un poder que se mantiene oculto no sirve, es s¨®lo potencial, virtual o hipot¨¦tico. El poder necesita exhibirse para ser. De ah¨ª que esas reuniones internacionales aparentemente sin sustancia, sin conclusiones vinculantes ni decisiones, sean tan importantes. No se juega en ellas nada tangible para la humanidad. Nada se juegan juntos los asistentes. Pero se juega el poder de cada uno de ellos, la capacidad de persuadir al resto del mundo sobre el poder de cada uno, incluyendo incluso a las organizaciones y a los manifestantes altermundistas que les asedian con sus pancartas.
Desde los extremos pol¨ªticos a veces hay una cierta tendencia a tratar estas reuniones como si fueran la maquiav¨¦lica manifestaci¨®n del gobierno del mundo, esa conspiraci¨®n de los ricos y poderosos para conducir a su gusto y a espaldas de todos a la humanidad entera. Pero la realidad es que el G-8 no es ni ha sido nunca un consejo de ministros mundial, visible al fin ante los ciudadanos perplejos. Cada a?o que pasa, en cambio, esta reuni¨®n anual ofrece mayores atractivos como blanco de atenci¨®n. La f¨®rmula inicial de un encuentro de los jefes de Estado y de Gobierno de lo que primero eran los Siete grandes, convertidos en los Ocho con la incorporaci¨®n de Rusia, ha ido complic¨¢ndose gracias a los temas a discutir, que tambi¨¦n han ido ampli¨¢ndose a partir de las iniciales cumbres econ¨®micas. Este a?o a los miembros del G-8 se a?adir¨¢n las cinco econom¨ªas emergentes del mundo (China, India, Brasil, M¨¦xico y Sur¨¢frica), para discutir principalmente de cambio clim¨¢tico, y seis pa¨ªses africanos (Egipto, Nigeria, Etiop¨ªa, Argelia, Ghana y Sur¨¢frica), para discutir sobre la ayuda a su continente. En 48 horas se producir¨¢ una de las mayores concentraciones de dirigentes pol¨ªticos de la historia de la humanidad, con todo lo que significa de acumulaci¨®n de riesgos y de dificultades para mantener la seguridad. Coincidir¨¢ con algo tan especial en s¨ª mismo como es un viaje del presidente imperial a Europa, que si ya es normalmente motivo de protestas, todav¨ªa lo ser¨¢ m¨¢s trat¨¢ndose del presidente de la guerra de Irak. Sobre todo si se a?ade su negativa a ratificar el protocolo contra el cambio clim¨¢tico y su proyecto de un escudo antimisiles en Polonia y la Rep¨²blica Checa.
Tanto poder es miel para las abejas de la protesta callejera. Es dif¨ªcil que haya una sola causa en el mundo que no tenga un motivo para estar en los alrededores de Heilingendamm. Y esto sin contar a los violentos que no necesitan causa alguna y encuentran la miel all¨ª donde su presencia pueda ser m¨¢s turbadora y perturbadora. El barroco despliegue de medios represivos que ha realizado el Gobierno alem¨¢n refleja muy bien la envergadura del envite: 16.000 polic¨ªas, 14 kil¨®metros de valla met¨¢lica, vigilancia a¨¦rea y mar¨ªtima, intervenci¨®n de las comunicaciones privadas, archivos olfativos abiertos por la polic¨ªa para que sus perros detecten a los individuos peligrosos, controles en las carreteras, ferrocarriles, aeropuertos, y regreso a la ventanilla de los pasaportes en las fronteras.
Una feria del poder es tambi¨¦n una f¨¢brica de poder e incluso una bolsa del poder: unos saldr¨¢n reforzados y otros tocados. Ser¨¢ la ¨²ltima cumbre de Blair y la primera de Sarkozy. Merkel se ha puesto a prueba a s¨ª misma con un programa m¨¢s ambicioso que realista. Bush llega en el peor momento de su presidencia, que se derrumba en Irak y en el propio Washington. Y Putin lo hace desafiante, con la mano en el grifo del petr¨®leo y maneras de antiguo chequista. No es un detalle menor que Espa?a no est¨¦. Se dijo en su d¨ªa que Aznar hizo lo que hizo porque quer¨ªa ingresar en este club exclusivo y que incluso Bush le hab¨ªa dado esperanzas. Pero en la feria del poder s¨®lo participan quienes tienen y tienen mucho, y lo hacen precisamente para tenerlo y mantenerlo, e incluso sacar m¨¢s si es posible. Sin los 4.500 periodistas acreditados, encerrados a seis kil¨®metros de donde se celebra la reuni¨®n, esos poderosos no contar¨ªan para nada. En la exhibici¨®n de poder que es la feria nada tendr¨ªa sentido sin las fotos, las c¨¢maras y los vulnerables periodistas. Creemos que vamos a contar un espect¨¢culo, pero el espect¨¢culo lo ponemos nosotros.
http://blogs.elpais.com/lluis_bassets/
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