Port Ol¨ªmpic
Como los pisos de alquiler y propiedad est¨¢n cada vez m¨¢s caros, parece que algunos barceloneses se han planteado instalar su vivienda en un barco del Port Ol¨ªmpic. Tambi¨¦n puede haber contribuido a esta tendencia el ¨¦xito televisivo de la serie Porca Mis¨¨ria, y uno de sus personajes, ?lex, que sobrevive en uno de esos barcos en calidad de neomasover y sufre los ataques de, entre otros, un psic¨®pata adicto a las golosinas. Por ahora, no tengo ning¨²n problema de vivienda, pero nunca se sabe, as¨ª que me acerco a inspeccionar esta especie de barrio artificial sobre las aguas. Por la ma?ana, parece un lugar tranquilo, incluso acogedor, aunque por la noche te puedes encontrar con la sorpresa de dos t¨ªos meando en la cubierta de tu barco o intentando alcanzarte con sus v¨®mitos utilizando un sistema muy parecido al del riego por aspersi¨®n. Son excepciones ruidosas y maleducadas a una norma que, l¨®gicamente, no resulta todo lo silenciosa que uno desear¨ªa teniendo en cuenta que se trata de una zona con m¨²ltiples restaurantes y bares.
Para el visitante, en cambio, el paisaje es atractivo y ofrece todos los ingredientes y t¨®picos de la topograf¨ªa del ocio deportivo mediterr¨¢neo. A saber: un skyline con elementos arquitect¨®nicos imponentes (la torre Mapfre y la del Hotel Arts, con su gigantesca simetr¨ªa), alineaciones de palmeras (algunas en un preocupante estado de deshidrataci¨®n) recort¨¢ndose sobre el cielo azul y primaveral, un casino cerca para saciar las expectativas de los amantes de las emociones azarosas, vistas al mar y algunas escuelas de navegaci¨®n donde se transmiten los secretos del barlovento, el estribor y, si me apuran, la botavara. Cuando uno llega a determinadas ciudades, suele ser recibido por paneles de autobombo tur¨ªstico que anuncian servicios y monumentos susceptibles de ser visitados y fotografiados. Cuando el peat¨®n llega al Port Ol¨ªmpic, en cambio, se tropieza con un panel en el que se resumen las prestaciones de un territorio que cuenta con servicios de taller, cambio y reciclaje de aceites usados, agua potable, electricidad, gas¨®leo, gr¨²a, bar, duchas y escuela de vela. O sea, m¨¢s que muchas viviendas.
A primera vista de ne¨®fito, es un bosque de m¨¢stiles, algunos de los cuales corresponden a barcos de alquiler debidamente publicitados. En el muelle tambi¨¦n abundan las bicicletas, atadas a sujeciones met¨¢licas con candados y cierres. Los lobos de mar deben de estar durmiendo y lo m¨¢s parecido son algunos conductores que, al volante de enormes todoterrenos, y arrastrando remolques, transitan por la zona, supongo que con la intenci¨®n de vigilar sus posesiones mar¨ªtimas o de comprobar eso que, con un palabro malsonante, denominan "aparejo". Echo de menos un quiosco regentado por un especialista en tatuajes, capaz de dejarte la piel como un manuscrito. Pero, ya que he venido, aprovecho para comprobar el nivel de inspiraci¨®n de quienes bautizaron las embarcaciones. Es l¨®gico que, dadas las dimensiones del puerto y de sus barcos, nadie opte por nombres de sonoridad tr¨¢gica como Titanic, pero los primeros producen cierta decepci¨®n: Carmeta y Paparra.
En el mundo de los pescadores, existe la optativa costumbre de bautizar las barcas con el nombre de la esposa, incluso de la madre, y es una tradici¨®n que algunos millonarios tambi¨¦n han seguido a la hora de registrar sus impresionantes yates (si quieren comprobar esa fiebre nominativa vayan a Puerto Ban¨²s o Montecarlo y descubrir¨¢n un mont¨®n de yates con diminutivos que corresponden a malhumoradas se?oras con gafas de sol).
Otras embarcaciones optan por un tono m¨¢s familiar, como Els N¨¦ts, un nombre tras el cual es f¨¢cil intuir una vocaci¨®n transgeneracional. Luego est¨¢n los que numeran sus posesiones, como el Mago III, que sugiere la existencia de una saga con un Mago y un Mago II (si yo tuviera un barco, utilizar¨ªa este truco sin que existiera ning¨²n precedente de menor numeraci¨®n). No existe, observo, ninguna l¨®gica a la hora de ponerle nombre a un barco. O, mejor dicho, conviven varias l¨®gicas. En apenas 20 metros, veo uno llamado Atrevida, otro Esquitx y otro Sandunga. Casi nunca son descriptivos, quiz¨¢ porque la mayor¨ªa se parecen bastante. No hay demasiadas diferencias entre el Snoopy III, que apuesta por una apelaci¨®n l¨²dica, y el Nabucco, tan oper¨ªstico ¨¦l. Romano, Albatros, Bavaria 34, Iracema, Vent Blau, Helsinki, son otras de las referencias.
El lugar, muy tranquilo a esta hora, cuenta con un circuito cerrado de televisi¨®n permanentemente conectado que permite evitar la tentaci¨®n del hurto, la invasi¨®n okupa o el disturbio. La proximidad de las terrazas, sin embargo, relativiza las expectativas de tranquilidad. Y, por si puede resultarles ¨²til, sepan que hay Barcos Apartamentos a su disposici¨®n, una alternativa a las dificultades actuales de vivienda en la ciudad y en las que, el d¨ªa de mi visita, no vi ning¨²n psic¨®pata.
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