El balance depende de lo que se haga ahora
El balance definitivo del intento de fin dialogado de ETA no depende tanto de lo hecho hasta ahora como de la reacci¨®n de los partidos democr¨¢ticos ante su fracaso.
Tras la ruptura de la tregua de Lizarra (1998-99), algunas personas argumentaron que el balance del experimento era en todo caso positivo, dado que hab¨ªa hecho posible que durante m¨¢s de un a?o no hubiera atentados. Pronto se vio, sin embargo, que hab¨ªa otros efectos que no pod¨ªan soslayarse. El m¨¢s importante, que el PNV hubiera asumido como propio lo esencial del programa soberanista de la izquierda abertzale; y, como efecto de ello, la ruptura del frente democr¨¢tico contra ETA: la frontera entre dem¨®cratas y violentos establecida en el Pacto de Ajuria Enea se convirti¨® en barrera entre nacionalistas (violentos incluidos) y no nacionalistas, lo que mejoraba claramente la posici¨®n de ETA.
Arzalluz argument¨® en su momento que ciertas concesiones pol¨ªticas hab¨ªan tenido por objeto convencer a la izquierda abertzale de que pod¨ªa alcanzar sus objetivos sin violencia. Pero cuando se produjo la ruptura del alto el fuego, los nacionalistas no regresaron al punto anterior sino que oficializaron en un congreso (enero de 2000) la adhesi¨®n a ese neo-soberanismo construido sobre la exclusi¨®n de los no nacionalistas. La apuesta soberanista quiso prolongarse luego en el Plan Ibarretxe, y todav¨ªa sobrevive como resistencia interna a Imaz.
En su libro de 2005, Otegi considera como baremo del ¨¦xito de la izquierda abertzale que lo que ETA hab¨ªa reclamado en solitario en 1977 y luego en las negociaciones de Argel hubiera acabado siendo incorporado al programa del PNV. Y la banda alarde¨® en sus boletines de haber conseguido esa modificaci¨®n mediante la presi¨®n armada y el acoso callejero. En textos de ETA de los a?os ochenta se atribu¨ªa a los periodos de tregua-negociaci¨®n la funci¨®n de fijar como logros irreversibles las concesiones arrancadas gracias a los periodos de ofensiva (terrorista).
Comienzan a conocerse datos de las circunstancias en que se produjo la ruptura del proceso intentado por Zapatero. En noviembre, Otegi present¨® a sus interlocutores de PNV y PSE una propuesta seg¨²n la cual el posible ¨®rgano de cooperaci¨®n entre Navarra y Euskadi del que hab¨ªan hablado deber¨ªa convertirse en dos a?os en una autonom¨ªa vasco-navarra de nuevo cu?o; en 2010 se celebrar¨ªa un refer¨¦ndum de ratificaci¨®n de ese marco, con el compromiso de que los socialistas navarros propugnar¨ªan el s¨ª, al que seguir¨ªa, un a?o despu¨¦s, unas elecciones en el conjunto de Euskal Herria: la misma propuesta que en la tregua de 1999 rechaz¨® Egibar por "estramb¨®tica", y que provoc¨® su ruptura.
Contra lo que lleva meses afirmando el PP, los datos indican que ni los socialistas ni el PNV cedieron a las pretensiones de Batasuna y ETA en este terreno. No obstante, el encargado del zutabe ya debe estar preparando un art¨ªculo glosando el ¨¦xito de haber logrado que esos partidos aceptaran modificar el criterio de primero la paz y luego la pol¨ªtica, y que se pusiera sobre la mesa una propuesta que combina Navarra y autodeterminaci¨®n.
En unas conversaciones de este tipo puede entenderse la aparici¨®n de planteamientos hipot¨¦ticos en la direcci¨®n de las demandas de ETA, siempre condicionados al abandono efectivo de las armas. Sin embargo, lo peligroso ser¨ªa que, una vez comprobado que no sirven para ese fin, esos planteamientos fueran ahora interiorizados como beneficiosos en s¨ª mismos o, en todo caso, como imprescindibles para reanudar el hilo de las negociaciones. Por ejemplo respecto a Navarra. De manera que ETA lo interpretase como que no s¨®lo la puerta permanece abierta, sino que lo hablado en un caser¨ªo de Elgoibar o en la cuna de San Ignacio constituye un punto de partida ineludible para su siguiente oferta de tregua. Cuando, como acaba de reiterar Patxi Zabaleta, l¨ªder de Aralar, ETA ha dejado sin credibilidad cualquier oferta de tregua y ya s¨®lo vale un "cese unilateral, definitivo e incondicional de la violencia".
No parece exagerado afirmar que medidas tomadas en el marco de lo que la ley permite, pero que no eran las ¨²nicas que la ley permit¨ªa, como la atenuaci¨®n de la prisi¨®n de De Juana, el aplazamiento del encarcelamiento de Otegi o la admisi¨®n de parte de las listas de ANV, no se habr¨ªan producido sin la situaci¨®n de alto el fuego a punto de romperse. No se trata de modificar los criterios que llevaron a adoptar esas medidas, ni por tanto de rectificar el rumbo, como exige Rajoy. Sino de aplicar la otra cara de la resoluci¨®n del Congreso que autorizaba a hacer ciertas cosas si se daban determinadas condiciones: que si no se dan, hay que suspender su aplicaci¨®n, si ello es posible.
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