La guerra m¨¢s all¨¢ del t¨®pico
El arte de la guerra de Sun Tzu, un chino del siglo VI antes de Cristo, reposa en la mesilla de l¨ªderes corporativos y entrenadores de f¨²tbol. A Tony Soprano se lo pasa su psiquiatra para lidiar con la familia. "Conoce a tu enemigo y con¨®cete a ti mismo, en cien batallas nunca ser¨¢s derrotado", dice el manual de autoayuda para la victoria. Clint Eastwood estrena esta semana su paquete en DVD sobre la batalla de Iwo Jima. Dos pel¨ªculas que escarban en las trincheras de vencedores y vencidos para venir a decir que, en la guerra, pierden todos. Aprovechamos para recomendar otros packs b¨¦licos que van m¨¢s all¨¢ del t¨®pico.
- La guerra seg¨²n Clint Eastwood. Banderas de nuestros padres y Cartas desde Iwo Jima (2006) narran una misma batalla desde dos frentes. M¨¢s de 20.000 japoneses y 6.821 estadounidenses murieron en un pedrusco en mitad del Pac¨ªfico en 35 d¨ªas de primavera de 1945. Lo que qued¨® fue una foto: seis marines colocando las barras y estrellas en lo alto del monte Suribachi. Eastwood viaja a las bambalinas de aquella foto y crea dos discursos sobre lo correcto en lo terrible, sobre la camarader¨ªa americana y el honor japon¨¦s en medio del infierno. El mensaje, los h¨¦roes son los muertos.
- La guerra seg¨²n Spielberg. Fue Spielberg quien compr¨® los derechos del libro en el que se bas¨® Eastwood, y tambi¨¦n le produjo las pelis. ?l las habr¨ªa hecho menos morales, m¨¢s sentimentales. Spielberg siempre busca la emoci¨®n a trav¨¦s de la empat¨ªa, creando protagonistas en cuyos zapatos se pueda meter el acongojado espectador. En El imperio del Sol (1987), La lista de Schindler (1993) y Salvar al soldado Ryan (1998) la mirada es la de un ni?o forzado a ser adulto, un nazi bueno y un soldado que deber¨ªa estar muerto. Tres protagonistas a contracorriente con un mensaje: un solo hombre marca la diferencia. Los famosos veinte primeros minutos de Salvar al soldado Ryan graban en piedra el dictum de Truffaut, seg¨²n el cual ninguna pel¨ªcula b¨¦lica puede ser antibelicista, ya que la acci¨®n hace que la guerra resulte excitante.
- La guerra seg¨²n Kubrick. El desembarco de los de Ryan lo rod¨® el equipo t¨¦cnico de La chaqueta met¨¢lica (1987), donde Kubrick reinvent¨® Vietnam en decorados ingleses. Le falta el realismo de Apocalypse now o El cazador, pero el filme subraya lo absurdo de la autoridad con inolvidables di¨¢logos en jerga militar. El propio Kubrick marc¨® la cota sat¨ªrica en ?Tel¨¦fono rojo? Volamos hacia Mosc¨² (1964), que destripa la paranoia de la guerra fr¨ªa, convirtiendo el miedo a la bomba en un baile de imb¨¦ciles jugando al Risk. A?os antes, cuando era un principiante, Kirk Douglas le propuso para dirigir Senderos de gloria (1957) sobre la primera gran guerra. La pel¨ªcula tiene el travelling de trincheras m¨¢s emocionante de la historia y el h¨¦roe es un soldado, pero Kubrick nunca fue del todo Hollywood. En su universo no hay finales reconciliadores, no hay lecci¨®n posible, ni escapatoria. Su mensaje es m¨¢s devastador: siempre habr¨¢ guerras, porque estamos todos locos.
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