Turismo extremo
Colocar a Edwige Fenech -icono er¨®tico del cine italiano de los setenta- y a Luc Merenda -figura de culto del hoy reivindicad¨ªsimo poliziotteschi- en un mismo reparto tiene mucho de declaraci¨®n de principios: Eli Roth es un cineasta de golpes bajos que no puede camuflar una formaci¨®n enciclop¨¦dica en su especialidad. Tambi¨¦n tiene algo que deber¨ªa considerarse digno de elogio: sabe perfectamente lo que es una secuela. Las presencias de Fenech y Merenda delatan a Roth como (z)in¨¦filo de primer orden, pero no conviene sacar conclusiones precipitadas: el director no maneja sus materiales con distancia posmoderna, no se detecta la asepsia del pulcro estudiante de cine en sus maneras, sino la vehemencia del espectador que, infectado de nostalgia feroz, quiere hacer revivir los modelos cinematogr¨¢ficos (antisofisticados, antiintelectuales, amorales, groseros, brutales) que inflamaron las plateas (o los magnetoscopios) de sus a?os de formaci¨®n.
HOSTEL 2
Direcci¨®n: Eli Roth. Int¨¦rpretes: Heather Matarazzo, Bijou Phillips, Rogert Bart, Lauren German. G¨¦nero: terror. Estados Unidos, 2007. Duraci¨®n: 93 minutos.
Hostel 2, s¨¢dico ejercicio de terror agoraf¨®bico, juega con el miedo norteamericano hacia todo aquello que queda fuera de las fronteras del pa¨ªs, al tiempo que se complace en las formas de una ret¨®rica de lo expl¨ªcito que alcanz¨® sus modulaciones m¨¢s extremas en el cine italiano de subg¨¦neros. De la tensi¨®n entre la fobia (colectiva) y la filia (personal) por el Otro (que aqu¨ª es europeo) extrae Hostel 2 su particular sentido del espect¨¢culo: si en Hostel Roth establec¨ªa v¨ªnculos expl¨ªcitos con las transgresiones de cierto cine de horror japon¨¦s, aqu¨ª decide dar un giro italianizante a su estilo y no resulta casual que la presencia fugaz de Ruggero Deodato cumpla en esta secuela la misma funci¨®n que el cameo del destajista Takeshi Miike en el original.
A primera vista, Hostel 2 es Hostel con el g¨¦nero (de sus protagonistas) cambiado, pero, como bien sabe Tarantino (productor), a veces "las peque?as diferencias" son relevantes. Si Hostel usaba el turismo sexual como gran met¨¢fora, a lo Houellebecq, de las relaciones depredadoras entre Primer y Tercer Mundo, la secuela recicla la trama de su modelo para detectar en los neologismos de la cultura de mercado (subastas intern¨¢uticas, ofertas de ¨²ltima hora comunicadas v¨ªa m¨®vil) un esperanto capaz de igualar a v¨ªctimas y verdugos. En Hostel 2 no interesa tanto la suerte de las potenciales v¨ªctimas como el funcionamiento, minuciosamente desvelado, de una maquinaria del mal globalizada y transnacional. Roth tiene la extra?a habilidad de lograr que sus golpes bajos dejen en el aire ecos estimulantes: carne y sangre est¨¢n al servicio de un nihilismo con mordiente, ajeno a toda idiotez.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.