15-J: una visi¨®n pendular de la transici¨®n
Se cumplen 30 a?os desde las primeras elecciones libres del actual periodo democr¨¢tico: aquellas que sirvieron para desbloquear el equilibrio entre defensores de la reforma gradualista del r¨¦gimen franquista y partidarios de la ruptura con el mismo. Lo comprobable es que en un tiempo relativamente breve, Espa?a se convirti¨® en una democracia, por m¨¢s que a lo largo de estas tres d¨¦cadas haya ido variando la visi¨®n y valoraci¨®n de la forma en que se produjo la transici¨®n y de su alcance real. A la ilusi¨®n mayoritaria sigui¨® lo que dio en llamarse desencanto, y a la glorificaci¨®n de la transici¨®n, el cuestionamiento o relativizaci¨®n de su car¨¢cter mod¨¦lico. Esta oscilaci¨®n no ha impedido, sin embargo, que la identificaci¨®n con la democracia haya ido creciendo ininterrumpidamente.
As¨ª, los que en 1980 consideraban a la democracia preferible a cualquier otra forma de gobierno supon¨ªan el 49%, con un tercio que no sab¨ªa o no contestaba. En 1985 el porcentaje era ya del 70%, y en 1995 del 76%. El ¨²ltimo dato conocido, un bar¨®metro del CIS de 2006, refleja una identificaci¨®n del 81,9%. Entre la primera y la ¨²ltima medici¨®n se han producido hechos como el intento fallido de golpe de Estado, la integraci¨®n en Europa y el derrumbe del "socialismo real", que era seguramente la alternativa de una parte de quienes en 1980 dudaban sobre su adhesi¨®n a la democracia parlamentaria.
Los resultados del 15-J demostraron la marginalidad de la opci¨®n continuista representada por Fraga y su Alianza Popular, el equilibrio entre el centro-derecha y la izquierda, y el predominio, dentro de ¨¦sta, de los socialistas sobre los comunistas, en una proporci¨®n de tres a uno. Con esos datos, Adolfo Su¨¢rez tuvo argumentos para transformar unas Cortes destinadas a reformar el r¨¦gimen franquista dentro de unos l¨ªmites marcados desde el poder, en constituyentes de un r¨¦gimen diferente, democr¨¢tico; y para impulsar una Constituci¨®n de consenso que rompiera con la tradici¨®n pendular de responder s¨®lo a las aspiraciones, prejuicios y poder coyuntural de una parte de la sociedad contra la otra mitad. La Constituci¨®n de 1978 no s¨®lo sancionaba el final de la dictadura del general Franco, sino que clausuraba (por su contenido, fuerzas impulsoras, forma de elaboraci¨®n y adhesi¨®n de la poblaci¨®n) la dial¨¦ctica de las dos Espa?as salida de la Guerra Civil.
Ese marco compartido ha permitido gobernar al centro, a la izquierda y a la derecha, y a los nacionalistas en los territorios con tradici¨®n de ese signo. Algunos j¨®venes tienden hoy a considerar esa disponibilidad del marco como algo natural, pero en 1977 distaba de ser una evidencia. Todos los ministros del primer Gobierno de Su¨¢rez, excepto dos, ten¨ªan un pasado franquista. Ese dato, m¨¢s la presencia impl¨ªcita de la amenaza de intervenci¨®n militar, da base a las objeciones de quienes en los ¨²ltimos a?os cuestionan la visi¨®n de la transici¨®n como un proceso ejemplar, y resaltan el car¨¢cter desigual del pacto que le dio origen.
Desde luego, ya entonces exist¨ªa la conciencia de que el partido gobernante jugaba con ventaja: hab¨ªa convocado las elecciones desde un poder al que no hab¨ªa llegado por v¨ªa democr¨¢tica, con un candidato designado por el rey Juan Carlos, a quien hab¨ªa designado Franco. Sin embargo, la experiencia comparada permite relativizar los efectos de esa mancha de origen. No es seguro que una opci¨®n directamente rupturista hubiera producido un resultado m¨¢s favorable desde el punto de vista de la satisfacci¨®n de la mayor¨ªa, legitimaci¨®n y rapidez del proceso. En Portugal, la democracia nacida de la ruptura implic¨® costes en forma de poderes paralelos (militares) de los que no fue f¨¢cil desprenderse. Y la experiencia tr¨¢gica de Yugoslavia indica que fue un acierto que aqu¨ª se buscara una legitimaci¨®n democr¨¢tica previa a la discusi¨®n sobre la cuesti¨®n auton¨®mica y nacionalista.
Si ¨¦sta se hubiera planteado antes de las elecciones generales y en t¨¦rminos de autodeterminaci¨®n (independencia s¨ª o no), como en los Balcanes, es muy probable que se hubieran provocado rupturas sociales de efectos incontrolables y situaciones sin salida; por ejemplo, ante resultados contradictorios entre s¨ª en cada una de las provincias vascas o catalanas. La anacr¨®nica permanencia de ETA -¨²ltima herencia del franquismo que subsiste- es en parte consecuencia de la inercia de todo aparato de poder f¨¢ctico, pero tambi¨¦n de su incapacidad para aceptar que en una sociedad plural y democr¨¢tica existen f¨®rmulas, como la auton¨®mica o federalista, capaces de dar satisfacci¨®n a muchas m¨¢s personas, dentro de la propia comunidad, que la independentista.
Lo que se inici¨® hace 30 a?os ha sido un ¨¦xito tambi¨¦n en el terreno econ¨®mico, lo que ha permitido desarrollar un Estado de bienestar que garantiza como derechos lo que entonces eran meras aspiraciones hipot¨¦ticas. Y si aparecen voces que cuestionan airadamente la forma como aquello se inici¨® es en parte por eso: porque ha sido un ¨¦xito y no temen la vuelta atr¨¢s.
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