La americanizaci¨®n de Madrid
La derrota socialista en las elecciones de Madrid y Valencia plantea dudas razonables sobre el futuro de ese partido en unos territorios que hist¨®ricamente consideraba como propios, a juzgar tanto por el precedente de la Segunda Rep¨²blica y la Guerra Civil como por la m¨¢s cercana experiencia de los primeros ayuntamientos democr¨¢ticos. ?Qu¨¦ ha pasado? En Espa?a tendemos a pensar que las elecciones no las gana el vencedor sino que las pierden los derrotados, y con ese h¨¢bito mental se est¨¢n juzgando los recientes resultados. En el caso de Valencia y Murcia, la derrota del PSOE se deber¨ªa a la cancelaci¨®n del trasvase del Ebro: un agravio comparativo por la presunta expropiaci¨®n de unos derechos tenidos por adquiridos que los ciudadanos de Levante tardar¨¢n en olvidar. Y de modo an¨¢logo, tambi¨¦n se piensa que el desastre de Madrid ha de ser atribuido a los propios socialistas: de ah¨ª que sus candidatos hayan dimitido y que se plantee una refundaci¨®n del PSM en profundidad. Pero es posible que la masiva victoria del PP en Madrid no sea responsabilidad de los socialistas, con lo que sus intentos refundadores podr¨ªan resultar in¨²tiles. Y la hip¨®tesis a plantear es que la victoria del PP en Madrid y Valencia pueda deberse a sus propios m¨¦ritos, por dudosos que parezcan a muchos: unos m¨¦ritos que los ciudadanos han cre¨ªdo reconocer y han querido premiar.
?Qu¨¦ clase de m¨¦ritos pol¨ªticos ser¨ªan estos? En parte se trata de m¨¦ritos negativos, dada la eficacia de la estrategia de la crispaci¨®n que ha designado a ZP como el enemigo principal. Pero este efecto crispador no parece el m¨¢s influyente, pues afect¨® por igual a toda Espa?a y fuera de Madrid no tuvo tanto ¨¦xito. As¨ª que debemos buscar otros m¨¦ritos m¨¢s positivos, entre los que destaca el efecto-riqueza derivado de la burbuja inmobiliaria. Las clases medias de Madrid y Levante, como tambi¨¦n las de Marbella que las precedieron, se han portado como est¨®magos agradecidos, premiando al partido que les hizo ascender en la escala social mediante un alza espectacular del precio de sus viviendas. Es la sempiterna estrategia latina del panem et circenses, que se legitima sobornando a los ciudadanos mediante fiestas, juegos, monumentos y sobre todo subvenciones, hoy representadas tanto por las rebajas fiscales como por las plusval¨ªas inmobiliarias. Un soborno patrimonial que adem¨¢s se ve doblado por una ingente inversi¨®n a fondo perdido en obras fara¨®nicas, arquitectura de dise?o y acontecimientos espectaculares como la Copa del Am¨¦rica. Puro pan y circo. O corrupci¨®n y fallas, pues los madrile?os y levantinos, como desde siempre los marbell¨ªes, no tienen complejos para votar a quien les eleve su patrimonio sin hacerse demasiadas preguntas.
Pero a¨²n existe otro factor adicional, adem¨¢s de la burbuja especulativa, y es la transformaci¨®n de la estructura social por la llegada masiva de inmigrantes, atra¨ªdos por el epicentro en Madrid y Levante del boom de la construcci¨®n. Unos inmigrantes que, al ocuparse de los trabajos serviles, son relegados a los estratos m¨¢s bajos de la escala social, desplazando hacia arriba al resto de clases sociales que por efecto comparativo experimentan movilidad ascendente. La antigua clase obrera ha dejado de serlo porque ya no se ocupa del trabajo manual, y ahora se siente clase media propietaria de su vivienda privada, deseando distanciarse de sus vecinos inmigrantes que ahora okupan los servicios p¨²blicos (educaci¨®n y sanidad). De ah¨ª que los antiguos barrios de clase obrera (a excepci¨®n de Vallecas) dejen de votar socialista y se pasen al PP. Pero lo mismo hacen las nuevas clases medias, que antes votaban izquierda por esnobismo progresista y ahora se sienten clase media acomodada, demandando servicios p¨²blicos de mayor calidad y limpios de inmigrantes. De ah¨ª que su voto implique un claro refrendo de la privatizaci¨®n educativa y sanitaria que est¨¢ ejecutando el PP, al segregar en la pr¨¢ctica un Estado de bienestar dual: por abajo, servicios p¨²blicos de baja calidad para inmigrantes y marginados; y por arriba, rebajas fiscales, plusval¨ªas patrimoniales y servicios privatizados ¨¦tnicamente limpios para las clases medias.
Y esta metamorfosis de la estructura social est¨¢ transformando el panem et circenses, que abandona su matriz originaria de tipo latino, al fin y al cabo universalista, para acercarse al modelo multicultural pero segregacionista estadounidense. La ca¨ªda del voto socialista en Madrid no parece coyuntural, pues muestra una cierta tendencia de aproximaci¨®n al modelo de EE UU, donde el partido socialista es hist¨®ricamente inexistente. Desde que Sombart lo plante¨® hace un siglo, la ciencia social europea se ha venido preguntando "?por qu¨¦ no hay socialismo en los Estados Unidos?" (REIS, n¨²m. 71/72, 1995). Y la respuesta reside en la persistente combinaci¨®n de unas tasas muy elevadas de inmigraci¨®n y movilidad social, pues todos los estratos sociales, impulsados por los inmigrantes que presionan desde abajo, experimentan movilidad ascendente desclas¨¢ndose hacia arriba sin tiempo de adquirir conciencia ni solidaridad de clase. Bien, pues desde hace algunos lustros, Madrid ha empezado a exhibir una pauta de crecimiento econ¨®mico, urban¨ªstico y demogr¨¢fico, as¨ª como de reestructuraci¨®n social, an¨¢loga al modelo estadounidense.
Cuando Gallard¨®n empez¨® a competir con Maragall por la primac¨ªa en el ranking espa?ol, pronto se vio la oposici¨®n que se planteaba entre el modelo de ciudad de Barcelona, identificado con las viejas capitales europeas con arraigo popular, patriciado urbano y tradici¨®n hist¨®rica, frente al tipo de ciudad que Gallard¨®n impuls¨® para Madrid, inspirado en un modelo a la americana como el de Los ?ngeles, con yuxtaposici¨®n de barrios segregados y urbanizaciones perif¨¦ricas conectados por mallas de autopistas y megacentros comerciales. Un modelo de ciudad a la americana que quiz¨¢ s¨®lo era posible en Madrid, la m¨¢s reciente capital europea que, por razones hist¨®ricas, siempre ha sido un cruce de caminos atractor de inmigrantes, anta?o rurales y hoy extrapeninsulares. Una ciudad de paso y alta movilidad social que, por ello mismo, y tambi¨¦n como las grandes urbes estadounidenses, posee escasa identidad propia, d¨¦bil arraigo popular y nulo patriciado urbano. Aqu¨ª todos los extra?os nos sentimos bien acogidos, pero nadie, ni el pueblo ni la ¨¦lite, se siente due?o y se?or de la ciudad: de ah¨ª que tampoco se identifique con ella ni la defienda como cosa suya, prefiriendo dejarla bajo el poder del que m¨¢s pague.
En suma, Madrid parece haberse americanizado sin posible retorno, y ello tanto para bien como para mal. Una americanizaci¨®n que el PSM deber¨ªa tener en cuenta, pues las se?as de identidad socialista a la europea, fundadas en la solidaridad de clase, ya no parecen base suficiente para recuperar alg¨²n d¨ªa el poder. Lo cual quiz¨¢s exija la americanizaci¨®n del propio PSM, si es que esto pudiera darse.
Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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