Experimenten con ratas
Cuentan que Stalin de vez en cuando se disfrazaba, vestido modestamente y, con la cara arreglada, se paseaba por un barrio de Mosc¨² o Leningrado, o por una zona rural y preguntaba y discut¨ªa con alguna de las gentes que encontraba. En una de estas correr¨ªas se adentr¨® en una comarca donde al lado de las granjas colectivas y obligatorias se manten¨ªan min¨²sculos huertos que mejoraban considerablemente la dieta y procuraban algun ingreso complementario a sus poseedores. Inici¨® un conversaci¨®n con un matrimonio de viejos campesinos, los cuales gradualmente entraron en confianza y se mostraron muy cr¨ªticos con las granjas colectivas. Ante las respuestas argumentadas del visitante, citando cifras y ejemplos exitosos, los campesinos, entre sorprendidos y asustados, quisieron saber qui¨¦n era su interlocutor. ?ste se descubri¨® a medias y reconoci¨® que estaba vinculado al Gobierno del pa¨ªs, pero no ten¨ªan nada que temer pues sus opiniones le parec¨ªan de buena fe y sin voluntad de hacer da?o. Tranquilizados, la mujer se anim¨® a comentarle que desde hac¨ªa tiempo discut¨ªan algo especial con su marido y que cre¨ªa que el visitante podr¨ªa darles la respuesta. "?Vamos a ver, qui¨¦n invent¨® el socialismo? A veces se nos dice que es obra de grandes sabios como Marx, Engels, Lenin... y otras que es una creaci¨®n del movimiento de los trabajadores y del partido que lo dirige". El visitante, sorprendido, dud¨® pero pronto encontr¨® la respuesta. "El socialismo debe mucho al pensamiento de estos sabios que citamos y honramos, pero no es creaci¨®n de unas personalidades, es obra del movimiento de los trabajadores y del partido en su conjunto". La mujer, excitada y satisfecha por la respuesta, exclam¨®: "?Ya te lo dec¨ªa, viejo, si hubiera sido cosa de sabios primero lo habr¨ªan probado con ratas y no con nosotros!".
Ahora nos enteramos de que en Barcelona hay un modelo de ciudad y que a uno no le gusta
Ya lo ven, inventarse un modelo y quererlo aplicar cueste lo que cueste es muy arriesgado
Ya lo ven, inventarse un modelo y quererlo aplicar cueste lo que cueste es muy arriesgado. Los modelos son ¨²tiles para predecir el pasado, una racionalizaci¨®n a posteriori. Son tipos ideales, pueden ser instrumentos interpretativos de la realidad, pero no se confunden con ella. La realidad de un pa¨ªs o de un territorio, su din¨¢mica y sus contradicciones son siempre espec¨ªficas. En algunas ocasiones este modelo que permite entender mejor el pasado y que se ha realizado s¨®lo en parte puede servir para orientar el futuro. O para construir el discurso sobre lo que se va haciendo. Pero no juguemos con los modelos impuestos por ideolog¨ªa.
Ahora nos enteramos de que en la Barcelona actual hay un modelo de ciudad y que a uno de los tres partidos pol¨ªticos que en la ¨²ltima d¨¦cada, posmaragalliana, lo han promovido ya no le gusta y quisiera aplicar otro. ?Chocolate por la noticia! Dudamos mucho de que haya ahora un modelo en sentido global, pero resulta sorprendente que ahora nos digan que no solamente hay uno, el que se aplica, sino dos. El otro lo ten¨ªa guardado el ex teniente de alcalde que se estrena de opositor y que suponemos que pronto sacar¨¢ de la chistera.
El modelo Barcelona realmente existente se invent¨® en los a?os noventa para interpretar el conjunto de transformaciones (f¨ªsicas, funcionales, socioecon¨®micas, culturales) que se promovieron en la ciudad y tambi¨¦n en la organizaci¨®n y formas de gesti¨®n municipal desde finales de los setenta. En 1997, Maragall, alcalde saliente, promovi¨® una colecci¨®n de monograf¨ªas que edita la Fundaci¨®n Aula Barcelona para transmitir el modelo Barcelona a la posteridad. Primero hubo un conjunto de actuaciones ambiciosas, de ideas diversas y de ilusiones colectivas. Luego se construy¨® el discurso. Es cierto que en el inicio hab¨ªa un capital acumulado considerable que permiti¨® esbozar un modelo de ciudad democr¨¢tica que proced¨ªa tanto del Plan Cerd¨¢ y de los siguientes, incluido el llamado Plan Maci¨¤ o Le Corbusier de la Rep¨²blica, como de los movimientos cr¨ªticos y revindicativos, y de las reflexiones y propuestas, de los sesenta y setenta. No se construy¨® un nuevo modelo de entrada, todo lo m¨¢s esta herencia y una cierta dosis de imaginaci¨®n y voluntad pol¨ªticas se tradujeron en un conjunto de proyectos coherentes y deseados que merced tambi¨¦n a unas circunstancias favorables en parte pudieron realizarse. No todos, otros quedaron a medias (transporte p¨²blico, descentralizaci¨®n), o desnaturalizados (Carta Municipal). O debieron abandonarse (la ciudad metropolitana). Y tambi¨¦n aparecieron efectos perversos no previstos como el d¨¦ficit de viviendas accesibles.
Si modelo hay ahora es algo que debemos descubrir mediante el an¨¢lisis, ni se deduce directamente del discurso de las autoridades ni es la suma de los proyectos que nos gustan o disgustan. Ahora es imposible que exista un modelo expl¨ªcito. La ¨²ltima d¨¦cada ha sido de transici¨®n sin saber muy bien hacia d¨®nde se transita. No es f¨¢cil de explicar mediante un modelo interpretativo, pues las contradicciones son manifiestas. Los efectos perversos de pol¨ªticas urbanas, que han sido y en parte son positivas, pesan hoy en nuestra realidad cotidiana (por ejemplo, atractividad y precios del suelo), as¨ª como las omisiones citadas y que proceden del modelo anterior. Si se construye un modelo aplicado a la realidad actual, puede tener quiz¨¢ validez anal¨ªtica, pero ni se puede confundir con un programa pol¨ªtico ni es suficiente para definir el futuro y orientar nuestra acci¨®n en una determinada direcci¨®n. No hay suficiente reflexi¨®n y experimentaci¨®n acumuladas para deducir no ya un modelo futurible, tampoco un escenario deseable y viable que proporcione coherencia, legitimidad, consenso y motivaci¨®n al conjunto de actores p¨²blicos y privados que protagonizan unas din¨¢micas dispersas y a veces contradictorias.
Esta imposibilidad de definir un proyecto de futuro, ya hemos dicho que llamarlo modelo es inapropiado, incluso peligroso, se debe en gran parte a un hecho pol¨ªtico: la falta de un gobierno metropolitano. Sin un ¨¢mbito de poder, de representaci¨®n y de ciudadan¨ªa, que corresponda a la ciudad real no puede construirse este proyecto. Mientras tanto, se har¨¢n planes y proyectos m¨²ltiples, con resultados d¨¦biles o negativos. Y luego se dir¨¢ que no es bueno seguir un plan. Pero como dec¨ªa Brecht: "Si las ciudades est¨¢n mal no es debido a haber seguido un plan, sino a que el plan era malo". Un proyecto de futuro encerrado en el t¨¦rmino municipal ser¨¢ inevitablemente malo.
Jordi Borja es profesor de la Universitat Oberta de Catalu?a (UOC).
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