Dos es m¨¢s que cinco
Una idea cada siete d¨ªas. En el a?o 2002 el primer ministro franc¨¦s, Jean-Pierre Raffarin, increment¨® el sueldo de sus compa?eros de gabinete en un 70%, lo que origin¨® una tormenta pol¨ªtica. Sorprendido por las cr¨ªticas, Raffarin se defendi¨® afirmando que bastaba con que a sus ministros se les encendiera la bombilla una vez a la semana para justificar el sueldo que les pagar¨ªa el Estado. Una lectora mand¨® una carta a El PA?S algo sorprendida y se pregunt¨® sobre que pensar¨ªamos de un futbolista al que le hubieran subido el sueldo un 70% para luego s¨®lo exigirle marcar un gol cada siete partidos; o un doctor que tras tama?o aumento salarial s¨®lo atendiese a uno de cada siete pacientes en la sala de espera.
Hay cierto paralelismo entre la sorpresa que se llev¨® esta lectora y la que se han debido llevar los almerienses, municipio donde el Grupo Independiente de Almer¨ªa (GIAL) ha perdido el 60% de su representaci¨®n en el ayuntamiento, pero a cambio tendr¨¢ m¨¢s delegaciones, m¨¢s presupuestos y m¨¢s poder institucional. Es como si al futbolista anterior, tras fallar 30 goles, se le subiese de nuevo el sueldo por tirar la pelota fuera de la porter¨ªa. O al m¨¦dico, se le incrementara otra vez el salario por aumentar en un 60% las listas de espera.
En el sistema electoral espa?ol hay partidos pol¨ªticos a los que s¨®lo se les exige sacar un concejal o a lo sumo dos en cada legislatura. Con esa exigua representaci¨®n justifican su existencia. No precisan ni de una idea a la semana ni de una al mes ni tan siquiera de una al a?o. S¨®lo necesitan un momento de fortuna por legislatura, ese que les permite llegar por los pelos al 5% de los sufragios. Con esas m¨ªnimas alforjas, logran una influencia que est¨¢ fuera de toda l¨®gica democr¨¢tica, por m¨¢s democr¨¢tico que sea el sistema que lo permite.
No se trata de cuestionar los pactos tras las elecciones, ya que adem¨¢s de leg¨ªtimos son, en muchos casos, saludables. Denostar un acuerdo que suma mayor¨ªa entre partidos con una clara cercan¨ªa ideol¨®gica no tiene sentido, ya que adem¨¢s representan a m¨¢s votantes que las dem¨¢s opciones. Lo censurable es que la aritm¨¦tica pol¨ªtica y el pragmatismo intolerable se hayan convertido en una moneda de uso com¨²n y en parte sustancial del sistema. Que las coaliciones insospechadas, los repartos incre¨ªbles, los vaivenes desleales, los pactos contra-natura y los acuerdos salom¨®nicos, se subasten al mejor postor. Que las ideas, el programa y los ediles se ofrezcan a dos partidos pol¨ªticos distintos bajo una ¨²nica premisa: ?Qui¨¦n da m¨¢s? Y, sobre todo, que ese juego lo acepten las grandes formaciones pol¨ªticas no s¨®lo sin rechistar, sino foment¨¢ndolo.
Volviendo al caso de Almer¨ªa, con la reedici¨®n del pacto firmado entre el PP y el GIAL, esta ¨²ltima formaci¨®n pol¨ªtica, con dos concejales, gestionar¨¢ m¨¢s del 50% del presupuesto del Ayuntamiento y las principales ¨¢reas de gobierno, desde Urbanismo, Mantenimiento y Medio Ambiente, hasta las tres sociedades de mayor proyecci¨®n: Vivienda, Infraestructuras y la televisi¨®n municipal. El PP, con trece ediles, mantendr¨¢ poco m¨¢s que la alcald¨ªa, ya que por el acuerdo pierde hasta el programa electoral. En resumen, todo por el sill¨®n.
Es posible que Almer¨ªa sea el caso m¨¢s llamativo de Andaluc¨ªa, pero no el ¨²nico. Este nivel de subasta de concejales era impensable al inicio de la democracia y es bueno recordarlo ahora que se cumplen 30 a?os de las primeras elecciones libres tras 40 a?os de dictadura. Tambi¨¦n es posible que este tipo de apa?os ayuden poco a animar a los ya poco animados ciudadanos a acudir a las urnas, pero ya ven como la preocupaci¨®n por la abstenci¨®n ha durado menos que la soledad de un edil bisagra en una corporaci¨®n. Por cierto, si a los nuevos cargos p¨²blicos se les exigiera una idea a la semana para justificar el sueldo algunos acabar¨ªan la legislatura teniendo que poner dinero, por mucho que nos quieran hacer creer que dos es m¨¢s que cinco.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.