La dictadura voluntaria
El paisaje de la estepa de Asia Central es imponente: una planicie sin l¨ªmites, cubierta en el invierno por la s¨¢bana infinita de la nieve. La nueva capital del pa¨ªs, Astana, tambi¨¦n es interesante: una ciudad a¨²n en construcci¨®n que combina mezquitas, rascacielos ultramodernos y antiguos edificios de la era sovi¨¦tica. Pero sin duda, la principal atracci¨®n tur¨ªstica de Kazajist¨¢n es su presidente, Nursultan Nazarbayev.
Nazarbayev, siempre impecablemente vestido, est¨¢ en todas partes, como Dios. Fotograf¨ªas suyas acompa?ado de ni?os de las diversas etnias kazajas cubren innumerables paredes de la ciudad. En el Baiterek, s¨ªmbolo de Astana, el visitante puede posar su mano sobre el bajorrelieve en bronce de la mano del presidente. La silueta de esa mano aparece en los billetes de todas las denominaciones. En la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad, la figura del presidente ocupa el centro de un ¨®leo que resume la historia y los personajes notables de Kazajist¨¢n. Nazarbayev est¨¢ montado ¨¦picamente en un caballo blanco, pero lleva el traje y la corbata de las fotos oficiales.
En 1989, Nazarbayev fue nombrado secretario general del Partido Comunista. Tras la ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, sencillamente se qued¨® ah¨ª. Proclam¨® la independencia de Kazajist¨¢n y convoc¨® a unas elecciones que gan¨® con el 95% de los votos. Sin duda, la ausencia de contendientes fue una ventaja. Los siguientes comicios han transcurrido en similares condiciones. El pasado mes de mayo, tras los primeros diecinueve a?os del presidente en el poder, el Parlamento kazajo aprob¨® la reelecci¨®n indefinida.
Mirado desde el exterior, el Primer Presidente de la Democracia, como se hace llamar Nazarbayev, cumple con todos los requisitos de un dictador. Existe una oposici¨®n pero es testimonial y pr¨¢cticamente carece de acceso a los medios de comunicaci¨®n, casi todos en manos de socios o familiares del presidente. Seg¨²n informa la cadena Al Jazeera, uno de los l¨ªderes opositores, Altynbek Sarsenbaiuly, denunci¨® un fraude en las elecciones del 2005. Posteriormente fue hallado muerto a tiros en su coche junto a su ch¨®fer y su guardaespaldas. El autor de un blog -peligrosa fuente de informaci¨®n libre- afirm¨® que Nazarbayev estaba "en cierto sentido" detr¨¢s del crimen. El bloguero fue condenado en enero a dos a?os de prisi¨®n por libelo.
Y sin embargo, si uno consulta a los ciudadanos de Astana, s¨®lo encuentra expresiones de afecto a Nazarbayev. La poblaci¨®n -o al menos todos los que conozco- agradece al presidente haberlos sacado del dif¨ªcil periodo postsovi¨¦tico. Adem¨¢s, al compararse con sus vecinos de Oriente Pr¨®ximo, aprecian especialmente la paz y tolerancia con que conviven las distintas etnias de su pa¨ªs, incluso jud¨ªos y musulmanes. Todos destacan que en Kazajist¨¢n no hay terrorismo.
Nazarbayev tambi¨¦n ha creado grandes expectativas. Los ciudadanos perciben la progresiva prosperidad de la mano de sus enormes reservas de petr¨®leo, gas y uranio. Y Kazajist¨¢n usa con habilidad su posici¨®n geopol¨ªtica. Le ha ganado a Europa varios contratos energ¨¦ticos con Rusia, y provee tambi¨¦n a China. Por su parte, Occidente necesita a Kazajist¨¢n para su estrategia en Oriente Pr¨®ximo, desde la log¨ªstica militar para Afganist¨¢n hasta la presi¨®n pol¨ªtica a Ir¨¢n. Esa ubicaci¨®n estrat¨¦gica le ha valido a Nazarbayev una entrevista personal con Bush. Y es el ¨²nico l¨ªder que proclama su herencia musulmana y mantiene excelentes -y muy rentables- relaciones con Israel.
Los l¨ªderes internacionales no est¨¢n preocupados por las sospechas de dictadura que recaen sobre su amigo, ya que Kazajist¨¢n est¨¢ completamente fuera de la opini¨®n p¨²blica. Carece de corresponsales extranjeros, y lo poco que se sabe de ¨¦l tiene que ver con la pel¨ªcula del personaje Borat, que, por cierto, nunca visit¨® Kazajist¨¢n.
Ese muro aislante tambi¨¦n proyecta su sombra sobre la cultura pol¨ªtica de los kazajos que conozco durante mi viaje. Una estudiante a la que el Estado le ha expropiado su casa considera que eso es natural, que no tiene derecho a exigir nada de las pol¨ªticas p¨²blicas. Incluso un joven ingeniero que es cr¨ªtico con la situaci¨®n evita dirigir sus quejas al presidente. Al contrario, ¨¦l est¨¢ indignado con la oposici¨®n, a la que considera "demasiado d¨¦bil y pusil¨¢nime". Seg¨²n afirma, ¨¦l nunca ha tenido miedo de expresar sus opiniones en p¨²blico, ni cree que los opositores sean maltratados en su pa¨ªs.
La gente con que hablo no es ciega ni incondicional. Sospechan que el presidente deriva recursos del Estado a cuentas personales, y muchos afirman que incluso los opositores forman parte del sistema, y s¨®lo fingen oponerse para legitimar al presidente. Pero consideran que es un precio razonable a pagar por el bienestar del que disfrutan. Muchos de ellos est¨¢n de acuerdo en que es imposible que Nazarbayev gane las elecciones con m¨¢s de un 90% de los votos, pero no dudan que le respalde el 70 u 80% de los kazajos. La mayor¨ªa de ellos me recuerdan a muchos votantes latinoamericanos de Fujimori, Uribe o Ch¨¢vez: b¨¢sicamente, ciudadanos que no creen que una democracia formal sirva para resolver sus problemas, y votan democr¨¢ticamente por gobernantes autoritarios.
El peculiar sistema pol¨ªtico de Kazajist¨¢n encarna una situaci¨®n que se ha globalizado despu¨¦s de la guerra fr¨ªa. Hoy en d¨ªa, los pa¨ªses con grandes problemas de pobreza o inseguridad ya no expresan su descontento situ¨¢ndose en un lado o el otro del espectro ideol¨®gico. Las reglas del juego han cambiado, y los l¨ªmites del campo est¨¢n trazados con la delgada l¨ªnea roja que separa la dictadura de la democracia.
Santiago Roncagliolo es escritor peruano.
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