Operaci¨®n U?as
Por la peculiaridad de su clima, de sus habitantes y de los turistas que la visitan, Barcelona se est¨¢ convirtiendo en la capital europea de la chancleta. La llamen hawaiana o brasile?a, lleve adheridos complementos de bisuter¨ªa o no, tenga suela de goma o de cuero barnizado, los pies que nos rodean visten cada vez m¨¢s esas formas primarias de calzado. Emparentadas con esta tendencia, y a un nivel superior en el escalaf¨®n pedestre, est¨¢n las sandalias y sus m¨²ltiples variantes.
El otro d¨ªa, en las oficinas de una agencia de seguros, me atendi¨® una mujer tan cuarentona como yo, impecablemente vestida, que llevaba unas elegantes sandalias, no s¨¦ si de inspiraci¨®n romana o egipcia. El caso es que dejaban al descubierto los dedos de sus pies y, de paso, unas u?as pintadas de un modo tan imperfecto que me impidieron concentrarme en las primas, los plazos y las tarifas (eran como esos cuadernos infantiles de coloraci¨®n que no respetan el contorno indicado). A mi pesar, estuve todo el rato pregunt¨¢ndome si aquellas u?as perjudicaban la credibilidad de la profesional del seguro de vida (un eufemismo, ya que de lo que se trata es de cobrar en caso de muerte).
Hay quien sostiene que pintarse las u?as es un elemento m¨¢s del embellecimiento artificial
Al salir de las oficinas, comprob¨¦ que la u?a defectuosamente pintada es una plaga. Confluyen en esta tendencia dos modas simult¨¢neas: la de la sandalia-chancleta y la de pintarse las u?as. Hay quien sostiene que pintarse las u?as es un elemento m¨¢s del embellecimiento artificial, pero recuerdo que cuando era peque?o y me las pintaba con rotulador azul, mis superiores (acad¨¦micos o familiares) consideraban, con raz¨®n, que era una guarrada. Deduzco, pues, que existe una superioridad moral del esmalte sobre el rotulador y de la u?a femenina sobre la masculina, algo que, en manos de un abogado marrullero, podr¨ªa suponer un caso de discriminaci¨®n de g¨¦nero. Pero volvamos a las u?as de los pies.
El hecho de descubrirlas siguiendo los gregarios dictados de la moda ha dejado a la intemperie toda clase de aberraciones y, por supuesto, muchos ejemplos de normalidad e incluso de belleza. No ser¨¦ yo quien critique la perfecci¨®n de algunos pies, pero la pregunta que me sugiere esta moda que inicia su esplendor con la llegada oficial del verano es: ?todas las u?as son dignas de ser mostradas? No es un debate transcendente, lo s¨¦, pero no deja de resultar inquietante que se muestren algunas placas c¨®rneas dignas del paleol¨ªtico y que cualquier arqueol¨®go podr¨ªa confundir con una valiosa pezu?a cuaternaria. Si se suben a un metro o a un autob¨²s y, para matar el tiempo, deciden mirar los pies de los que les rodean, descubrir¨¢n que no todos los dedos son iguales. Algunos no tienen ning¨²n reparo en mostrar estructuras fosilizadas. Nada de perfecci¨®n pedicura: u?as salvajes, c¨®rneas preparadas para matar y ara?ar, dise?adas como armas blancas o de destrucci¨®n masiva.
En cuanto a la pintura, son la prueba que confirma el apretado horario de algunas mujeres. En principio, se las pintan sin pensar en su pr¨®ximo deterioro y no calculan que, al cabo de cierto tiempo, los contornos se desdibujan y la superficie pintada compite con la despintada. Ustedes me dir¨¢n: qu¨¦ ganas de fijarse en detalles menores. Es cierto. Pero del mismo modo que cuando alguien se pinta los labios m¨¢s all¨¢ de los labios y se embadurna parte del careto crea en su entorno cierta incomodidad (por no hablar de compasi¨®n), la u?a pintada desatendida contradice el prop¨®sito de embellecimiento de su propia raz¨®n de ser. Consecuencia: lo que deber¨ªa ser un elemento de belleza se convierte en detalle de fealdad. La estaci¨®n que inauguramos ayer propicia estos excesos. Habr¨¢ otros, es cierto, y cada uno cometer¨¢ pecados de orden est¨¦tico m¨¢s o menos imperdonables (yo mismo tendr¨¦ serias dificultades para contener mi tendencia al desprendimiento de barriga). Pero ya que este proceso de chancletizaci¨®n de la ciudad parece inevitable, podr¨ªamos iniciar una campa?a de movilizaci¨®n.
Hace unos d¨ªas, rele¨ªa un divertido art¨ªculo de F¨¦lix de Az¨²a (que aparece en la reeditada La invenci¨®n de Ca¨ªn) en el que, para criticar el maltrato al que se somete a muchos perros en las grandes ciudades, escribi¨® en tono gamberro: "?Por qu¨¦ no hacer de Barcelona la primera ciudad europea, si no mundial, libre de perros?". Est¨¢ claro que su propuesta fracas¨® y que los perros barceloneses no s¨®lo siguen viviendo con m¨¢s o menos incomodidades, sino que algunos humanos han preferido pasarse al bando canino e imitan su comportamiento c¨ªvico con notable ¨¦xito. Si Barcelona s¨®lo ha conseguido ser antitaurina y, al mismo, propiciar fen¨®menos medi¨¢ticos como el regreso a los ruedos de Jos¨¦ Tom¨¢s, deber¨ªamos atrevernos a impulsar una normativa antichancleta para evitar algunos espect¨¢culos degradantes. Y, en caso de que la moci¨®n fracase, s¨®lo cabe desear que las u?as pintadas tengan en cuenta la importancia de un buen mantenimiento de chapa y pintura.
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