Van Gogh: punto final
Dada la cantidad de exposiciones realizadas sobre, a costa o a pesar de Vicent van Gogh (1853-1890) a lo largo del siglo XX, pero, todo hay que decirlo, con creciente encarnizamiento durante el ¨²ltimo cuarto de dicha centuria, cualquier convocatoria sobre el malhadado pintor holand¨¦s produce, de entrada, temblor. Me refiero al temblor ante lo "esperado", que es mucho m¨¢s terrible y agobiante que el que produce lo "inesperado", al que se le puede conceder, por lo menos, el beneficio de la duda. Perm¨ªtaseme este comienzo tan ret¨®rico, pero es que est¨¢ dictado para subrayar la excepci¨®n: esto es: que estamos ante una muestra de Van Gogh, que no quiere explotar su mito, sino comprender su obra. En este sentido, el comisario de la muestra, Guillermo Solana, se ha atrevido a centrar la atenci¨®n sobre lo que produjo el artista durante sus setenta ¨²ltimos d¨ªas de vida; sobre su "obra terminal", la cual, en la medida en que, como es sabido, Van Gogh se suicid¨®, adquiere el valor de un testamento, de un testimonio.
VAN GOGH. Los ¨²ltimos paisajes.
VAN GOGH. Los ¨²ltimos paisajes. Auvers-sur-Oise, 20 de mayo-29 de julio de 1890
Museo Thyssen-Bornemisza
Paseo del Prado, 8. Madrid
Hasta el 16 de septiembre
Por lo dem¨¢s, que, en este par de meses ligeramente alargados, el artista realizara 72 pinturas, 33 dibujos y un grabado -notabil¨ªsimo rendimiento para quien estaba rumiando su propia muerte-, refuerza que nos fijemos con m¨¢s atenci¨®n en lo que, con toda intensidad, fue su indudable adi¨®s a la vida. Pues bien, que yo sepa, incre¨ªblemente, es la primera vez que como tal se ha acometido esta empresa, que se ha hecho mediante la selecci¨®n de 30 obras -27 pinturas y 3 dibujos-, que es casi un tercio de lo que produjo Van Gogh en este postrer periodo febril de su corta y atribulada existencia, siendo este conjunto tanto m¨¢s meritorio en cuanto apenas si hay obras suyas en las colecciones p¨²blicas y privadas de nuestro pa¨ªs.
Pero hay m¨¢s: si al morir Van Gogh ten¨ªa 37 a?os, hay que recordar que no encontr¨® su verdadero camino art¨ªstico hasta 1886, fecha de su llegada a Par¨ªs, lo cual significa que lo que consideramos como su periodo m¨¢s interesante dur¨® s¨®lo cuatro a?os. ?C¨®mo entonces, a partir de tan estrecho margen, no aquilatar, no digo hasta la menor brizna, sino precisamente la ardiente brizna de su ¨²ltimo suspiro? Evidentemente, ha habido todo tipo de excusas para no hacerlo, aunque todas cortadas por el aprensivo patr¨®n de la moralidad m¨¢s ramplonamente burguesa: la que exorciza la locura como el peor desorden. Y, claro, aunque Van Gogh siempre tuvo fama de alocado, a comienzos de 1890 estuvo tres meses en un manicomio y se convirti¨® en un loco oficial, algo muy bueno para acreditar el aura romanesca de una biograf¨ªa, pero no tanto o casi nada para apreciar cr¨ªticamente una obra. Con lo que, la muy corta vida de Van Gogh queda de esta manera todav¨ªa m¨¢s acortada, sobre todo, desde el punto de vista art¨ªstico, lo que explica c¨®mo su mito ha crecido frente y a costa de su obra.
Husmeando ¨¢vidamente por entre las costuras de su propia muerte, lo que realiz¨® Van Gogh inmediatamente antes de dispararse un tiro frente a un trigal a las afueras de Auvers, no es s¨®lo la consumaci¨®n de su ansiosa exploraci¨®n art¨ªstica, sino, a trav¨¦s de ella, su, en efecto, signo o signatura final: la recapitulaci¨®n de su vocaci¨®n art¨ªstica.
Retorna Van Gogh al origen
y, en esta ¨²ltima obra, el exaltado colorista filtra el cromatismo mediante el colador del grafismo m¨¢s sutil, que transforma las gamas y los tonos en una diseminaci¨®n pululante de part¨ªculas at¨®micas, en una nube como de holl¨ªn en suspensi¨®n. Es como si s¨²bitamente le hubiera remontado desde el pozo ¨ªntimo de su memoria m¨¢s at¨¢vica el ancestro de H¨¦rcules Seghers, ese esmerado maniaco de los mil trazos a base de puntos y comas. El resultado es un paisaje de aspecto tan pat¨¦ticamente fragilizado que, quien lo contempla, no se atreve ni a respirar, como si intuyera que al menor soplo lo que est¨¢ viendo se esfumar¨ªa. ?Y acaso esto no es la mejor descripci¨®n de lo que pict¨®ricamente podr¨ªa llamarse el ¨²ltimo suspiro de un pintor o su punto final?
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