La ONU y el atolladero del S¨¢hara Occidental
?Estamos ante la resoluci¨®n del interminable conflicto del S¨¢hara Occidental? El pasado 18 de junio, el secretario general de las Naciones Unidas invit¨® a los representantes marroqu¨ªes, saharauis, argelinos y mauritanos a reunirse, armados, seg¨²n parec¨ªa, de nuevas disposiciones. Marruecos ha puesto sobre la mesa una proposici¨®n de autonom¨ªa que supera todo lo que ha presentado hasta ahora. El Polisario ofrece un plan de independencia que, con la baza de estrechas relaciones entre el futuro Estado y la monarqu¨ªa magreb¨ª, intenta satisfacer las aspiraciones marroqu¨ªes. Y, como hemos constatado, el mismo Consejo de Seguridad ha redoblado las energ¨ªas puestas en este tema, llamando a las partes a negociar. Dichas negociaciones concluyeron el 20 de junio, sin acuerdo, pero con un compromiso de reanudarlas en agosto.
Sin embargo, las ideas nuevas y el dinamismo renovado ofrecen pocas opciones para un cambio real. Y es que las contradicciones e incoherencias que desde hace m¨¢s de treinta a?os obstaculizan una resoluci¨®n pac¨ªfica del conflicto persisten. Marruecos pretende respetar el derecho de autodeterminaci¨®n de los saharauis al tiempo que, en la pr¨¢ctica, lo niega una y otra vez. Argelia niega ser parte interesada en el conflicto al tiempo que la realidad prueba todo lo contrario. Finalmente, sumamente importante, la ONU afirma querer resolver el conflicto, mientras que sigue negando sistem¨¢ticamente los medios para ello.
Este ¨²ltimo punto tiene una importancia vital. La ONU ha fundado su visi¨®n de la cuesti¨®n del S¨¢hara Occidental sobre la presunci¨®n de que se trata de un problema de descolonizaci¨®n, del que se derivan tanto el derecho de autodeterminaci¨®n como la obligaci¨®n de un refer¨¦ndum organizado por Naciones Unidas que incluya la opci¨®n de la independencia. Esta posici¨®n -leg¨ªtima, justificada y fundada sobre el derecho interna-cional- ha quedado, sin embargo, en letra muerta.
Todo ello es comprensible. La ONU no ha encontrado la manera de convencer a Rabat de abandonar su posici¨®n firme y apoyar un verdadero refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n porque pa¨ªses clave del Consejo de Seguridad -Francia y Estados Unidos- no tienen intenci¨®n alguna de contrariar a la monarqu¨ªa.
Llegados a este punto, habr¨ªa que ser consecuente. Por el contrario, la ONU ha continuado jugando simult¨¢neamente en distintos tableros, reiterando la necesidad de hacer valer el derecho a la autodeterminaci¨®n, reconociendo a la vez a Marruecos el derecho t¨¢cito de usar su veto y, finalmente, llamando a las partes a la negociaci¨®n -a la vez "directamente" y bajo tutela de la organizaci¨®n- para encontrar una soluci¨®n justa conforme al principio que justamente la ONU no ha sabido hacer respetar.
Esta receta no solamente ha garantizado el alargamiento del conflicto, sino que tambi¨¦n ha incitado a las partes a dirigir sus proposiciones no a sus adversarios directos -con el fin de convencerlos-, sino a los espectadores pasivos en que se han convertido los miembros del Consejo de Seguridad -con el fin de impresionarlos-. La ¨²ltima resoluci¨®n -mezcla de adulaci¨®n al derecho de autodeterminaci¨®n y de cumplidos a la propuesta marroqu¨ª que, sin embargo, desoye este derecho- es el mejor ejemplo de ello.
Para salir de este atolladero, una de dos: o la ONU asume completamente su responsabilidad y encuentra la voluntad pol¨ªtica que hasta ahora le ha faltado para resolver el conflicto sobre la base de un aut¨¦ntico refer¨¦ndum -incluyendo, pues, la opci¨®n de la independencia- o renuncia a arbitrar el conflicto y anima a las partes interesa-das -Marruecos, Polisario y Argelia- a resolverlo seg¨²n los principios que ellos escojan. En otras palabras, la soluci¨®n del conflicto debe basarse sobre el principio de autodeterminaci¨®n o bien sobre la base de un acuerdo negociado entre los distintos protagonistas. Ser¨ªa un grave error el exigir que la soluci¨®n se base en los dos principios a la vez.
La primera v¨ªa ser¨ªa justa, conforme tanto a la Carta de Naciones Unidas como al derecho internacional pero, dado que exigir¨ªa fuertes presiones sobre Marruecos, esta soluci¨®n parece, hoy por hoy, y vistas las realidades geopol¨ªticas, ut¨®pica. Para que la segunda v¨ªa tenga opciones de ¨¦xito, es necesario que las negociaciones tengan en cuenta todos los intereses en juego, impl¨ªcitos y expl¨ªcitos, y que se desarrollen sin prejuicios.
La opci¨®n de las negociaciones directas, sin contar a priori con la mediaci¨®n de la ONU, no presenta muchas probabilidades de ¨¦xito, dado la diferencia de poder entre las partes. De ello se derivan varias obligaciones: el Consejo de Seguridad debe presionar a Marruecos -ampliamente responsable del fracaso de la v¨ªa del refer¨¦n-dum- para lanzar nuevas propuestas. Marruecos debe encontrar los medios de convencer al Frente Polisario y a Argelia, modificando ampliamente su proposici¨®n de autonom¨ªa o reemplaz¨¢ndola completamente por otra, pero en todo caso certificando que el territorio que est¨¢ en juego corresponde al S¨¢hara Occidental hist¨®rico, garantizando un papel pol¨ªtico legal para el Polisario como partido pol¨ªtico y teniendo en cuenta intereses argelinos importantes, como el respeto a las fronteras heredadas de la ¨¦poca colonial y la resoluci¨®n de los distintos contenciosos argelino-marroqu¨ªes. Ello exigir¨¢, sobre todo, que Rabat cese de intentar seducir a sus interlocutores occidentales y que se decida, finalmente, a dirigirse a las partes directamente afectadas.
Si las partes llegasen a un acuerdo, y este acuerdo fuese aprobado por el pueblo saharaui, tendr¨ªa que ser reconocido como leg¨ªtimo. Pero calificarlo como "autodeterminaci¨®n" ser¨ªa insultar al principio y a todos aquellos que quieren defenderlo. Es hora de que el Consejo de Seguridad lo reconozca. Si realmente quiere que este derecho se ejerza, que act¨²e consecuentemente y haga, por fin, lo necesario. Si se juzga incapaz de hacerlo respetar, que deje de pretender ser su garante. Y debe permitir, entonces, que las partes negocien una soluci¨®n de compromiso sobre la base de principios que puedan sinceramente ser aceptados, cualesquiera que sean.
Robert Malley dirige el programa para Oriente Medio de International Crisis Group. Hugh Roberts es investigador y consultor independiente especialista en ?frica del Norte.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.