El veterano que volvi¨® del fr¨ªo
Al borde de los 71, el socialista Jer¨®nimo Saavedra llega a la alcald¨ªa de Las Palmas
Quienes intenten encontrar en los archivos de la prensa una foto en la que aparezca sin corbata Jer¨®nimo Saavedra (que tendr¨¢ 71 a?os el 3 de julio), mel¨®mano, socialista, nuevo alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, tendr¨¢ que afinar mucho. Le pueden hallar sonriendo, pues sonr¨ªe mucho, pero si piensan que esa sonrisa esconde una alegr¨ªa verdadera, o franca, se equivocan. Y pueden hallarle confiado, distendido, pero tambi¨¦n errar¨¢n quienes estimen que esa comodidad de ¨¢nimo esconde a un hombre desprevenido. En la pol¨ªtica ha sido de todo, y ha estado a punto de ser pulverizado por la quinta del biber¨®n, devastadora, seg¨²n ¨¦l, para el socialismo.
Fuera quien fuera quien le aparc¨®, lo cierto es que Saavedra estuvo casi metido en hielo. Hasta que un d¨ªa, el verano pasado, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero y Juan Fernando L¨®pez Aguilar (a¨²n ministro, y que todav¨ªa ocultaba su futura candidatura a las elecciones canarias) se lo llevaron al auditorio Alfredo Kraus a celebrar un mitin.
M¨¢s que como Tierno Galv¨¢n, quiere ser como Doreste; Las Palmas necesita un "alcalde para todos"
Saavedra hizo como Messi ante el Getafe: se col¨® por donde no le marcaban y busc¨® en caladeros 'populares'
El clima que encontr¨® Saavedra en ese mitin fue para ¨¦l un revulsivo moral, y sinti¨® que la gente le quer¨ªa, aunque pocos le dijeran entonces que le necesitaban. En La Palma, donde tiene una casa de piedra, en la que se a¨ªsla, y donde vivi¨® los amargos momentos de la muerte de su pareja (cuyo fallecimiento le llev¨® a sacar a la luz su homosexualidad), tom¨® la decisi¨®n: iba a disputar la alcald¨ªa de la capital grancanaria, en manos (con mayor¨ªa absoluta) de la heredera municipal de Jos¨¦ Manuel Soria, el l¨ªder canario del PP. Se lo dijo a ?ngel Trist¨¢n Pimienta, director de La Provincia, y Saavedra empez¨® a abandonar el fr¨ªo. Se met¨ªa otra vez en la olla pol¨ªtica. Lo recibieron con desconfianza, y trataron de marearlo, como a un toro. Antes de que L¨®pez Aguilar se hiciera con la candidatura auton¨®mica, ¨¦l son¨® muchas veces para eso, pero el partido no hab¨ªa pensado en ¨¦l, y ¨¦l dice que tampoco "se ten¨ªa pensado" para eso. Algunos creyeron que la aventura municipal era un divertimento, pero ¨¦l se lo tom¨® en serio. Fr¨ªo, h¨¢bil, calculador, hizo como Messi ante el Getafe: se col¨® por donde no le marcaban, visit¨® los barrios, algo que nadie esperaba de un mel¨®mano acostumbrado m¨¢s bien a los fastos culturales y a las reuniones universitarias, y fue buscando en caladeros populares lo que los populares dejaron de lado.
La mayor¨ªa absoluta fue una fiesta para Saavedra. Fue el primer alcalde espa?ol que celebr¨® la victoria, porque era tan abrumador su triunfo que nadie se lo pod¨ªa disputar. ?C¨®mo se qued¨® ¨¦l? No se quit¨® la corbata, por descontado. En alg¨²n momento de la noche pens¨® en algunas reuniones que hab¨ªa tenido la semana anterior con l¨ªderes de Coalici¨®n Canaria: "Si t¨² estuvieras compitiendo, nosotros pactar¨ªamos contigo". El d¨ªa en que el pacto no fue con L¨®pez Aguilar, sino, casi seguro, con Soria, Saavedra estaba en Madrid. Este periodista le pregunt¨® si ¨¦l habr¨ªa conseguido el pacto, en efecto, y nos dijo: "Si me lo ofrec¨ªan los mismos que en 1993 me quitaron el sill¨®n presidencial...".
Con melancol¨ªa pero sin acritud (no es acre, pero puede ser audaz e incisivo, "tan espont¨¢neo que roza la indiscreci¨®n", como dice alg¨²n amigo suyo), tiene en la memoria aquel suceso en que fue despose¨ªdo del poder. Desayunaba en su casa, un zumo de naranja, y recibi¨® una llamada de un compa?ero. "Te acaban de poner una moci¨®n de censura". La noche anterior hab¨ªa estado con su vicepresidente (de Coalici¨®n Canaria), Manuel Hermoso; nada le hizo sospechar, nada parec¨ªa preparado. Poco despu¨¦s, el mismo Hermoso autor de la censura inauguraba una ¨¦poca en que ya los nacionalistas canarios no han dejado de gobernar las islas.
Despu¨¦s fue ministro de Felipe Gonz¨¢lez, por dos veces; fue senador, actu¨® con mandobles suaves (es su estilo) dentro del Partido Socialista de Canarias; se fueron diluyendo algunos de sus conflictos de cuando era presidente (se dice de ¨¦l que si fuera director de recursos humanos, habr¨ªa sido un fracaso, porque a veces se rodea de gente que no est¨¢ al menos a su altura), y creci¨® su estatura de hombre de Estado, de profesor universitario y de ciudadano capaz de afrontar con sonrisas su presencia en la pista (pol¨ªtica) del hielo. As¨ª que cuando se produjo su mayor¨ªa absoluta, tuvo "la mayor alegr¨ªa de mis treinta a?os de vida pol¨ªtica activa en la democracia".
Dicen que se conmueve por pocas cosas, acaso por la m¨²sica, y el teatro fue, en los albores de sus pasiones, una dedicaci¨®n feliz. Ahora que va a ser alcalde, quiere ser, m¨¢s que como Tierno Galv¨¢n, como don Juan Rodr¨ªguez Doreste, que en los principios de la (nueva) democracia y con 80 a?os a sus espaldas rescat¨® los valores republicanos y los puso al servicio de una ciudad que, dice ahora, "necesita un cambio, y un alcalde de todos". Lo primero, que crezca en vertical, y que alg¨²n d¨ªa se parezca, por qu¨¦ no, a Berl¨ªn. Le preguntamos el otro d¨ªa qu¨¦ le deseaba a su compa?ero L¨®pez Aguilar: "Fortaleza, y tiene de sobra. Es capaz de aguantar esta embestida, esa frustraci¨®n que provoca en cualquier pol¨ªtico haber alcanzado tanto apoyo y no poder gobernar". ?Y a Paulino Rivero, previsible presidente canario? "Sentido de la responsabilidad. Canarias es una regi¨®n muy compleja, con sentimientos profundos dif¨ªciles de captar y valorar. Que elimine cualquier visi¨®n mezquina de la pol¨ªtica".
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