Olor a Transici¨®n
Todos nos divertimos como podemos, ah¨ª est¨¢n las direcciones de los partidos a darle vueltas y barajar los resultados de las municipales. Sumo de aqu¨ª, resto de all¨ª y llevo tantos. Aunque todos sabemos lo que hay: unos ganaron, otros perdieron y otros no est¨¢ claro si suben o bajan. Tambi¨¦n los particulares recontamos n¨²meros, cantidades ¨ªnfimas, humildes, el voto de cada uno. Escuch¨¦ a tres amigos votantes de izquierda de toda la vida confiarse su voto. Uno hab¨ªa votado por primera vez en su vida a Esquerda Unida, ni sab¨ªa qui¨¦n era su candidato, otro por primera vez se hab¨ªa abstenido y otro por primera vez hab¨ªa votado en blanco. Siempre hay una primera vez, pero dicen que el que prueba repite. Oy¨¦ndolos, se me vino a la memoria un cierto olor a la Transici¨®n.
La democracia espa?ola no cay¨® del cielo, fue ganada por los antifranquistas. Se podr¨ªa haber sacado m¨¢s, pero tambi¨¦n se podr¨ªa haber sacado menos. La historia, o sea la vida, es brusca y a veces nos aparta sin compasi¨®n. Cuando se consolid¨® el nuevo marco pol¨ªtico y social democr¨¢tico, nadie quiso mirar atr¨¢s. La sociedad entera se sinti¨® de repente moderna, dem¨®crata, casi de izquierdas. Los franquistas eran algo a olvidar y los antifranquistas, unos testigos inc¨®modos de que alguien se hab¨ªa jugado el tipo para tener lo que todos disfrut¨¢bamos. Las sociedades nunca, nunca, son agradecidas con los soldados que vuelven del frente cuando la guerra ha terminado. Se les despide con flores pero se les recibe en un silencio que los amarga y los ahoga cuando vuelven cansados o heridos. Las luchas contra el franquismo movilizaron a personas de varias generaciones que fueron desmovilizadas tras las primeras elecciones, marcadas por el ansia de olvidar r¨¢pidamente el pasado que ten¨ªa la sociedad. Algunos de aquellos militantes desmovilizados supieron adaptarse y colocarse, pero muchos otros no y sintieron que aquello por lo que hab¨ªan luchado no era eso, no era aquella Constituci¨®n, o no era aquel Estatuto. Muchas personas quedaron marcadas por la melancol¨ªa de haber dado lo mejor de s¨ª, de haberse arriesgado sin conseguir lo so?ado y de sentirse luego olvidadas. No est¨¢ contado realmente lo que fue aquella lucha, incluso hubo escritores cobardes que escribieron ironizando sobre compa?eros de generaci¨®n que hicieron lo que ellos no se atrevieron a hacer, trivializando su labor. No todos podemos ser valientes, tampoco es necesario ser miserables. Alg¨²n d¨ªa debi¨¦ramos saber todos que hubo vidas destruidas, comisar¨ªas y c¨¢rceles, carreras profesionales y trabajos perdidos y personas que quedaron desde entonces n¨¢ufragas. Hubo tanto la alegr¨ªa de atreverse a vivir enfrentando el miedo como padecerlo.
En Galicia tuvimos una segunda transici¨®n propia a partir del Prestige, gente que sali¨® a la calle y dio un paso adelante. Hubo una nueva movilizaci¨®n de gente que consigui¨® un cambio pol¨ªtico que dej¨® atr¨¢s el fraguismo, y tambi¨¦n ahora hay personas que se sienten decepcionadas. Esa dial¨¦ctica con la vida la recoge el bello t¨ªtulo de Luis Cernuda, La realidad y el deseo. La vida nunca es como la so?amos, pero si no tuvi¨¦semos aliento para so?arla la vida ser¨ªa una c¨¢rcel inm¨®vil. Estas personas decepcionadas no tendr¨¢n m¨¢s remedio que enfriar sus sentimientos, distanciarse y contemplar con perspectiva hist¨®rica el proceso que vivimos: respiramos m¨¢s libremente, estamos mejor y se hacen pol¨ªticas sectoriales razonablemente mejores. Por lo dem¨¢s, la sociedad es la que es y no la que queremos que sea. Y hay sitios peores.
Pero los profesionales de la pol¨ªtica tambi¨¦n deber¨ªan tener en cuenta el humilde recuento de votos de mis tres amigos, que expresa su desencanto. Porque la violencia ideol¨®gica que ejerce la derecha sobre la sociedad espa?ola es posible por la debilidad ideol¨®gica y moral de la propia sociedad. Consecuencia de la renuencia del partido socialista que gobern¨® tantos a?os a asumir la herencia de los antifranquistas, a asumir sus ideales. Una pol¨ªtica que se base ¨²nicamente en los profesionales y en los oportunistas olvidando los motivos de los luchadores degrada la vida democr¨¢tica, lleva al cinismo social. Y, aunque muchos pol¨ªticos no lo crean, la democracia es la sociedad creada por idealistas. Si no hay ciudadan¨ªa idealista convencida, se le deja paso a lo que venga, a lo que vuelva.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.