Dolores vuelve a su balc¨®n

"?Conoces a Dolores?".

El fot¨®grafo canario Alexis W. pregunta ense?ando un retrato amarillento de los a?os cuarenta. La imagen no es suya. Un autor an¨®nimo inmortaliz¨® entonces a Dolores D¨ªaz, cuando a¨²n no hab¨ªa abandonado su pueblo en la provincia de Toledo. "?Dolores?". Mario Muriel, realizador, piensa un segundo y enseguida se le ilumina la cara: "Claro, ?la marquesa de la calle Pelayo!". Esta r¨¢pida conversaci¨®n se produjo ayer en una esquina de Chueca. Ambos recuerdan a Dolores como la parroquiana m¨¢s peculiar del bar Eagle, uno de los locales emblem¨¢ticos de ambiente gay leather del barrio.

Alexis, que desde hace cinco a?os, coincidiendo con el D¨ªa del Orgullo Gay, expone sus fotograf¨ªas en los balcones de esa calle, decidi¨® dedicarle un homenaje. Y, con la ayuda de sus familiares, empez¨® a bucear en su pasado. Porque Dolores falleci¨® en 2005 y, en opini¨®n de la variopinta "familia" que habita el bar, representa un espectacular y tierno ejemplo de convivencia diaria.

"Todas las tardes bajaba a tomarse su cortado o un chupito, y se quedaba aqu¨ª a charlar con nosotros", explica Alexis apoyado a la barra, mientras detr¨¢s luce la imagen del cartel de la exposici¨®n La ventana indiscreta, que se inaugurar¨¢ el pr¨®ximo jueves. "Dolores entre un skin y un punk, junto a la foto de un beso y la bandera homosexual. Todos, viviendo la situaci¨®n con normalidad". Junto a esa instant¨¢nea, la abuela del Eagle revivir¨¢ en un "viaje por la memoria" hecho de 16 im¨¢genes. La memoria de una mujer que naci¨® el d¨ªa de Nochebuena de 1926 en Cobisa, a siete kil¨®metros de Toledo. Creci¨® en su pueblo y, ya mayor, se traslad¨® a Madrid intentando huir de la indigencia. En la capital se cas¨®, a principios de los cincuenta, y en Chueca encontr¨® su nuevo pueblo. Un mundo hecho de caras conocidas y amistades. All¨ª trabaj¨® en algunas porter¨ªas y se hizo querer.

Hasta que, en 1995, el Eagle entr¨® con fuerza en su rutina diaria. Para ella, siempre alegre, risue?a y en¨¦rgica, al principio fue extra?o. "Se met¨ªa con nosotros por la pinta que llevamos y porque vamos rapados. Aunque siempre con mucho cari?o", recuerda Alexis. Y es que Dolores ten¨ªa "mucho genio", recuerda su hija, Teresa Manzano. "Era una mujer muy tradicional, iba a misa todos d¨ªas, y despu¨¦s al Eagle. Pero se llevaban bien y hasta les cos¨ªa los pantalones a los chicos", cuenta. As¨ª, poco a poco, se fue haciendo al ambiente, hasta que se convirti¨® en una m¨¢s de la familia.

Antonio, uno de los trabajadores del bar, muestra una sonrisa amarga cuando se menciona a Dolores. Alexis prefiere no hablar de su muerte. Ella se ha ido y, sin embargo, su imagen sigue despertando recuerdos en las paredes del Eagle, entre una pila de preservativos y una pantalla la en la que se proyectan v¨ªdeos de sexo expl¨ªcito. Para celebrar una relaci¨®n emocional que se convirti¨® en "un reflejo de humanidad del barrio que nos gusta".