?Seleccionar ¨¦lites o formar profesionales?
Los datos son espectaculares, por no decir dram¨¢ticos, y deber¨ªan llevarnos a hacer algo de forma urgente, porque su continuidad compromete el progreso econ¨®mico y social de nuestro pa¨ªs.
Seg¨²n leo en el ¨²ltimo n¨²mero de la Agencia para la Calidad del Sistema Universitario de Catalu?a (06/2007: El sistema universitari p¨²blic catal¨¤. www.aqucatalunya.org), de todos los estudiantes que en el curso 2000-2001 se matricularon en estudios de duraci¨®n te¨®rica de tres a?os (diplomaturas e ingenier¨ªas t¨¦cnicas), s¨®lo acab¨® en ese periodo el 41% de los matriculados en ¨¢reas de ciencias de la salud, el 29% en ciencias sociales y el 5,5% en las t¨¦cnicas.
Para el caso de las licenciaturas e ingenier¨ªas, los resultados son a¨²n peores. El n¨²mero de estudiantes que se matricularon en el curso 2000-2001 y que ha finalizado sus estudios en el tiempo te¨®rico (cuatro para las licenciaturas y cinco a?os para las ingenier¨ªas) no supera en ning¨²n caso el 10%. Para los graduados en ciencias sociales ese porcentaje es del 9,9%; para los de humanidades es del 9%; para los de ciencias experimentales, del 5%, y s¨®lo del 3% para las ingenier¨ªas superiores.
Otra forma de acercarse a este problema es ver el progreso de los estudiantes universitarios en su primer a?o de estudios. Aparecen dos situaciones diferenciadas. El 36% de los estudiantes de humanidades y ciencias sociales aprueba en el primer a?o entre el 20% y el 40% de los cr¨¦ditos te¨®ricos; en el caso de los estudiantes de ingenier¨ªas de ciencias o t¨¦cnicas, aprueban el 20% de los cr¨¦ditos previstos.
Estas cifras concretas pueden contener algunos errores por la dificultad de homogeneizar datos entre diferentes estudios, pero de lo que no cabe duda es de que la realidad que hay detr¨¢s es m¨¢s que preocupante. En todo caso, el concepto de tiempo te¨®rico es v¨¢lido para analizar la eficiencia con que funciona nuestro sistema universitario p¨²blico.
Cualquier actividad empresarial que tuviese estos resultados quebrar¨ªa de inmediato. Imaginen un hospital que s¨®lo curase al 10% de los pacientes, o una f¨¢brica de coches que en el tiempo te¨®rico de la cadena para producir 100 coches s¨®lo consiguiese acabar el 10%. Uno y otra quebrar¨ªan y nos estar¨ªamos preguntando el porqu¨¦ de esos niveles de eficiencia tan bajos. Y, sin embargo, parecemos despreocupados por los resultados de nuestro sistema universitario.
Lo m¨¢s educado que se puede decir de estos datos es que cuestionan la eficiencia del sistema universitario para desarrollar al m¨¢ximo el capital humano del pa¨ªs. ?Qu¨¦ m¨¢s da, si la econom¨ªa y el empleo funcionan? Acostumbrados como estamos desde hace m¨¢s de una d¨¦cada a creer que vivimos en un mundo feliz de crecimiento econ¨®mico, baja inflaci¨®n y aumento del empleo, los m¨¢s optimistas pueden restar importancia a estos datos. Pero si es cierto, como afirman economistas e historiadores econ¨®micos, que la calidad del capital humano de un pa¨ªs es un factor b¨¢sico para la capacidad de innovaci¨®n y la productividad de la econom¨ªa, esos datos cuestionan nuestro futuro industrial, econ¨®mico y social.
Por no hablar del coste social y personal que representan esos miles de j¨®venes que entran ilusionados en la Universidad y la abandonan frustados, o que culminan sus estudios a edades avanzadas que dificultan su entrada en el mercado laboral. Todo un despilfarro.
?C¨®mo explicar estos magros resultados? Podemos manejar tres tipos de explicaciones.
La primera estar¨ªa relacionada con la mala formaci¨®n de los estudiantes que llegan a la Universidad. Esta explicaci¨®n gusta mucho a los profesores universitarios, pero es discutible. Los peores resultados y el mayor n¨²mero de abandonos se produce en aquellos estudios con mayores notas de entrada y a las que van los mejores expedientes, como es el caso de las ingenier¨ªas. Por tanto, no vale del todo.
La segunda explicaci¨®n tiene que ver con la calidad del propio sistema universitario, con sus programas de estudio y sus m¨¦todos docentes. Sin duda, nuestras universidades tienen un camino importante para mejorar. Pero la Universidad de hoy es mucho mejor que la que era cuando yo estudi¨¦ y, sin embargo, produce peores resultados. Por tanto, hay alg¨²n otro factor.
Hay una tercera. A mi juicio, nuestro sistema universitario sigue preso de un criterio at¨¢vico, especialmente en el caso de las ingenier¨ªas, aunque de ello no sean muy conscientes los que lo aplican. Creen que su funci¨®n es seleccionar las ¨¦lites que han de dirigir el pa¨ªs, sus empresas y sus instituciones, m¨¢s que formar expertos en ¨¢reas muy variadas, necesarias para la modernizaci¨®n y el progreso industrial y econ¨®mico.
Ese criterio elitista viene, como muy cerca, de una ley del a?o 1935 que confiri¨® muy amplias atribuciones a los titulados de nuestras escuelas de ingenier¨ªa. Atribuciones que les permit¨ªan unas ampl¨ªsimas facultades de direcci¨®n y ocupaci¨®n de parcelas de poder, m¨¢s all¨¢ de sus conocimientos concretos.
Desde aquella ¨¦poca los ingenieros salidos de las escuelas se ven a s¨ª mismos como altos directivos, m¨¢s que como profesionales que dominan un campo concreto del saber. Se ven como ¨¦lites, no como profesionales. Y siguen creyendo que la funci¨®n de las escuelas de ingenier¨ªa es seleccionar esas ¨¦lites, cuyos conocimientos profesionales son tan generalistas que no tienen equivalencia en ning¨²n otro pa¨ªs desarrollado.
Esa confusi¨®n entre profesi¨®n y atribuciones es lo que a¨²n defienden con ah¨ªnco los colegios profesionales (a los que, por cierto, est¨¢ afiliado un peque?¨ªsimo porcentaje de titulados). Es l¨®gico, defienden privilegios. Y no se puede pedir a nadie que renuncie voluntariamente a sus privilegios.
?sta es, a mi juicio, la madre de los malos resultados que he comentado m¨¢s arriba. Como he se?alado tambi¨¦n, esos resultados son una hipoteca importante para la modernizaci¨®n industrial y la competitividad de nuestras empresas en un mundo globalizado.
Pero soy muy esc¨¦ptico acerca de la posibilidad de que cambien las cosas. Excepto si desde la sociedad y, especialmente, desde el propio mundo empresarial y sus asociaciones, no se presiona al Gobierno, a los colegios profesionales y a la propia Universidad para que cambien su criterio elitista por otro m¨¢s profesional.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la Universidad de Barcelona.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.