"Estoy seguro de que volver¨¢ a suceder"
Los libaneses achacan el ataque contra los espa?oles a Fatah al Islam, pero discrepan sobre si es Al Qaeda o un t¨ªtere de Siria
Desde hace un par de semanas, la actividad econ¨®mica decae en Maryay¨²n, ciudad eminentemente cristiana del sur de L¨ªbano. Fatah al Islam -la milicia sun¨ª que se dice afecta al fanatismo de Al Qaeda y que combate al Ej¨¦rcito en el norte del pa¨ªs- hab¨ªa amenazado expl¨ªcitamente a las tropas de FINUL. Discuten los libaneses sobre la naturaleza de Fatah al Islam. Unos piensan que, efectivamente, es Al Qaeda que se ha incrustado ya en L¨ªbano. Otros, y no son pocos, afirman que es simplemente una marioneta de Siria.
Poco importa a los civiles, atenazados por el miedo. Hace s¨®lo diez meses que concluy¨® la guerra entre Israel y la milicia chi¨ª de Hezbol¨¢, y los lugare?os ya anuncian nuevos sobresaltos. "Por supuesto que va a haber ataques similares al sufrido por los soldados espa?oles", clama tajante Mansur, un druso empleado en un hotel de Maryay¨²n. "Estoy convencido de que suceder¨¢ de nuevo", dice Sayed, un cincuent¨®n chi¨ª de Jiam, un basti¨®n de Hezbol¨¢.
En una tranquila carretera entre Maryay¨²n, donde alg¨²n restaurante ofrece una cata de tortillas espa?olas, y Jiam perecieron los seis militares espa?oles en el primer atentado contra las tropas internacionales desplegadas en la zona fronteriza con Israel. No ha bastado la multiplicaci¨®n de los controles del Ej¨¦rcito liban¨¦s. La dificultad para controlar el territorio es inmensa en esta regi¨®n monta?osa, terreno propicio para trasladar una carga explosiva, aunque sea a lomos de una ac¨¦mila, y esperar el momento oportuno.
Las secuelas de la guerra entre Israel y Hezbol¨¢ son y seguir¨¢n siendo visibles durante a?os, y lo ¨²ltimo que necesita el devastado sur de L¨ªbano -afectado por continuos cortes de corriente el¨¦ctrica- es otro conflicto en esta tierra que los ha padecido de todos los pelajes. Y en este pa¨ªs ¨¢rabe se habla abiertamente de que todo est¨¢ ya cocinado para que estalle una nueva contienda civil como la que desangr¨® el pa¨ªs entre 1975 y 1990.
La desconfianza y el recelo a hablar con el extranjero son palpables. Son pocos quienes se atreven a se?alar con el dedo. Pero si de algo est¨¢n convencidos todos (chi¨ªes, cristianos maronitas o drusos) es que Hezbol¨¢ no es el ejecutor del brutal ataque contra el veh¨ªculo blindado espa?ol. "El atentado les crear¨¢ problemas. Ahora los soldados de FINUL estar¨¢n m¨¢s vigilantes", comenta Ashraf, un vecino de Kefar Kila, pueblo lim¨ªtrofe con Israel. Y es que un mayor celo de las fuerzas internacionales, que act¨²an con perfil bajo, en nada conviene a una milicia chi¨ª que no renuncia a restablecer su poder¨ªo militar en la zona sur de L¨ªbano.
Una segunda opini¨®n es tambi¨¦n casi un¨¢nime: un perverso cerebro extranjero se esconde detr¨¢s del ataque. "Los responsables s¨®lo pretenden desestabilizar L¨ªbano. En el sur del pa¨ªs todos condenamos el atentado", asegura Atef, un profesor cristiano de Jiam. Pero claro, cuando se trata de se?alar culpables, aparecen los fantasmas siempre presentes en este pa¨ªs, un mosaico en el que conviven 18 confesiones religiosas. Para el druso Mansur no hay duda: "Siria es responsable. Fatah al Islam no tiene relaci¨®n alguna con Al Qaeda. Es un grupo dirigido desde Damasco. Lo dem¨¢s son habladur¨ªas". Sin embargo, Atef sospecha de Israel. "Los jud¨ªos siempre han estado interesados en crear divisiones entre las sectas religiosas libanesas. Temo que si se repiten ataques como el del domingo, FINUL abandone el territorio".
Los uniformados de los 28 pa¨ªses que aportaron tropas no son hostigadas por la poblaci¨®n local. Incluso ven con peores ojos al propio Ej¨¦rcito liban¨¦s. Adem¨¢s de que los soldados de FINUL no patrullan en las ciudades y pueblos y se cuidan mucho de provocar altercado alguno, el L¨ªbano meridional est¨¢ plagado de carteles que anuncian las obras (tuber¨ªas de agua, asfaltado de carreteras...) que llevan a cabo. "Queremos que se queden. Muchas familias ganan dinero gracias al consumo de los militares. No deseo otra guerra", resume el comerciante Ibrahim en su negocio de Maryay¨²n.
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