En busca de su perfil
Ensombrecido por la descomunal figura de Goya, el arte espa?ol del XIX sigue todav¨ªa pendiente de perfilar su imagen. No es tampoco el ¨²nico caso nacional en esta situaci¨®n, porque la irrupci¨®n de las vanguardias al amparo de Par¨ªs puso, por una parte, en entredicho, cualquier manifestaci¨®n art¨ªstica local fuera de ese centro fagocitador, pero, por otra, tambi¨¦n gener¨® tal inestabilidad que todav¨ªa hoy estamos revisando qu¨¦ fue lo verdaderamente importante en aquella primera centuria del moderno cambio por el cambio.
En realidad, sea cual sea la perspectiva nacional con la que se aborde, nuestra imagen actual del arte del XIX no se parece en nada a la que se estudiaba hace 30 a?os. De todas formas, en relaci¨®n con el caso de, en concreto, la pintura espa?ola, ser¨ªa un error pensar que fue sistem¨¢ticamente menospreciada. Hay muchos ejemplos que lo desmienten: el triunfo en Par¨ªs de Fortuny de la mano del prestigioso galerista Goupil, pero tambi¨¦n el de Zuloaga, amigo ¨ªntimo de Rodin, y del que Apollinaire, ya en pleno siglo XX, hablaba con enorme respeto. Al pintor vasco tambi¨¦n le dedic¨® menciones admirativas Paul Klee en sus Diarios. El ¨¦xito internacional de Hermen Anglada Camarasa, sobre todo, en Centroeuropa, fue tan notable que el joven Kandinsky en M¨²nich copiaba sus cuadros. Sorolla, en fin, obtuvo el principal galard¨®n art¨ªstico de la Exposici¨®n Universal de Par¨ªs de 1900, y se pase¨® por todo el mundo como una de las firmas internacionales m¨¢s cotizadas.
Podr¨ªamos aportar muchos otros datos significativos al respecto, pero no para demostrar los oropeles anacr¨®nicos de las glorias pasadas, sino para se?alar que, quiz¨¢, estemos a punto de "reinventar" cu¨¢l fue y ser¨¢ la verdadera historia perdurable del arte del XIX, que, cada vez, m¨¢s nos fascina precisamente por su novedad.
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