Un asilo de Alcobendas mantiene a los ancianos atados y drogados
Un v¨ªdeo grabado con c¨¢mara oculta muestra vejaciones en una residencia privada
Ancianos drogados con tranquilizantes que caen fulminados sobre el taz¨®n de la cena. Otros, atados con s¨¢banas a sillas de pl¨¢stico o a la de ruedas. Rodeados de restos de heces y de v¨®mitos. Un v¨ªdeo grabado con c¨¢mara oculta por Telecinco ha sacado a la luz las supuestas vejaciones a las que son sometidos los ancianos de la residencia privada Juan XXIII de Alcobendas. Una de las due?as fue condenada en 1995 por la muerte de una mujer en otra residencia. El centro sigue abierto.
El reportaje fue emitido lunes, martes y mi¨¦rcoles en El programa de Ana Rosa. Las im¨¢genes muestran la tercera planta del centro, donde una veintena de ancianos se sientan, retorcidos, en sillas de pl¨¢stico. Algunos est¨¢n atados con s¨¢banas. Incluso si necesitan silla de ruedas. No hablan entre ellos y tienen la mirada perdida. Otros est¨¢n drogados con orfidal (un tranquilizante) y caen fulminados sobre el taz¨®n de la cena. En otra toma, se ve a tres ancianos en una cama. A su lado, v¨®mitos. Algunos se quejan de que nadie les cambia el pa?al. Se oyen gritos y lloros. La ¨²nica trabajadora no les consuela. La sala tiene ventanas con rejas y las persianas bajadas.
Al cargo de esa planta hay una mujer con bata blanca y cofia, que reconoce ante la c¨¢mara que carece de titulaci¨®n para trabajar con ancianos. "No tengo ning¨²n comprobante que diga que trabajo aqu¨ª y que me pagan", afirma. Ella se r¨ªe de los impedidos: "?Ja, ja, mira c¨®mo cae?", comenta al ver a los residentes bajo el efecto de las drogas. La empleada afirma en la grabaci¨®n que en esa sala s¨®lo hay personas con Alzheimer y otros a los que "a veces, se les va un poco la cabeza".
La residencia abri¨® en 1992 y desde entonces la consejer¨ªa de Servicios Sociales le ha impuesto tres sanciones econ¨®micas por distintas infracciones. Pero nunca la ha cerrado. Adem¨¢s, sus due?os tienen antecedentes. El centro est¨¢ gestionado por la empresa 32 de Mayo S. L. Los dos administradores son dos hermanos, Sergio y Bruno Cuevas Corradi; y la apoderada es su madre, Mar¨ªa Antonietta Corradi Rodriguez. Esta mujer fue condenada en 1995 por la Audiencia Provincial a indemnizar a la familia de una anciana que muri¨® en otra residencia que ella dirig¨ªa, en Ciempozuelos. Entonces, el juez instructor comprob¨® en una inspecci¨®n que el centro carec¨ªa de personal cualificado y que muchos ancianos se encontraban en unas condiciones infrahumanas, atados a sillas y camas.
Telecinco denunci¨® los hechos a la Consejer¨ªa de Servicios Sociales el lunes pasado, seg¨²n explic¨® la periodista Ana Rosa Quintana, la directora del programa que ha emitido el reportaje. El mismo d¨ªa de la denuncia, y el primero de emisi¨®n, la consejer¨ªa envi¨® a sus inspectores a la residencia. Ahora ha abierto al centro un expediente sancionador. "Hemos iniciado una investigaci¨®n con lo que han visto nuestros inspectores y con la documentaci¨®n que nos han enviado desde Telecinco", explic¨® ayer una portavoz de la consejer¨ªa. ?sta no adelant¨® si el centro ser¨¢ finalmente clausurado.
La residencia est¨¢ en el n¨²mero 12 de la calle Barcelona, en Alcobendas. Tiene 65 plazas oficiales. El precio que deben pagar los residentes ronda los 1.200 euros al mes. Es un edificio de tres plantas, de ladrillo rojo y ayer la puerta principal estaba cerrada con llave. A trav¨¦s del cristal, se pod¨ªa ver cruzar a varios jubilados por la recepci¨®n, decorada con im¨¢genes de santos. "Nuestros abogados nos han dicho que no hablemos. Es verdad que el lunes vinieron los inspectores", afirm¨® un trabajador.
"Hay gusanos en las heridas"
"?Ja, ja, a tragar, a tragar la pastilla!", comenta la trabajadora al cargo de los ancianos de la tercera planta de la residencia Juan XXIII de Alcobendas. La pastilla es
orfidal
, un tranquilizante. La empleada les mete en la boca el medicamento. Caen fulminados. Los residentes, unas veces est¨¢n drogados y otras, atados con s¨¢banas.
"Est¨¢ muy inquieta, se puede caer...", justifica la empleada, despu¨¦s de atar a una anciana a una silla. Despu¨¦s de amarrar a otro interno, la cuidadora suelta: "Le he puesto una s¨¢bana porque no hay quien le aguante..". Y sobre un tercero: "Le ato las piernas porque en el sof¨¢ se cae".
En algunos momentos de la grabaci¨®n con c¨¢mara oculta se ve c¨®mo no hay nadie atendiendo a los ancianos. "?Estoy aqu¨ª sola, como un perro!", se oye a una mujer. "?Ay, ay, ay, que no puedo!", grita otro hombre. "Me voy a caer, estoy muy mal..." musita un tercero. Otra mujer se derrumba, medio desnuda y sin pa?al. Su silla ha quedado manchada. "?Le di una pastilla y le hizo efecto!", grita ufana la trabajadora. Y se rie otra vez. "?A tragar, a tragar la pastilla!".
Otro anciano, en ch¨¢ndal y tirado en un sof¨¢, se queja de que hace muchas horas que no le cambian el pa?al. "Ya se lo he dicho y ni pu?etero caso".
La empleada tambi¨¦n ense?a vendajes sucios y cicatrices mal curadas. "Ha habido gente que ha tenido hasta gusanos en las heridas...", le cuenta a la periodista de Telecinco infiltrada. El v¨ªdeo muestra a una mujer con golpes y moratones en un brazo. "Me lo han hecho ellos...", susurra. Pero la trabajadora responde de forma airada: "Nada, nada, es ella que se da ah¨ª con las u?as".
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