Humanidad en ruinas
'Blade Runner', ese universo mojado y nocturno poblado de replicantes y polic¨ªas, cumple 25 a?os
Hab¨ªa un amigo de mi padre que, cuando yo era ni?o, cada vez que aparec¨ªa por mi casa me dec¨ªa: "M¨ªrame a los ojos, que vea qu¨¦ has hecho, qui¨¦n eres". Me lo recuerda Blade Runner y su m¨¢quina para observar las reacciones oculares de los individuos sometidos al test de identificaci¨®n de androides, la prueba Voight-Kampff. Estamos en la Tierra, despu¨¦s de la guerra at¨®mica, extinguidos los animales y sustituidos por copias. La ingenier¨ªa gen¨¦tica permite la construcci¨®n de robots o r¨¦plicas de seres humanos para el trabajo en las minas de las colonias planetarias. Hay replicantes que se rebelan, huyen del espacio exterior, buscan a sus creadores en la Tierra para pedirles que alarguen su programa de vida, como quien reza por su salud. Un cuerpo especializado de polic¨ªa los persigue, localiza y liquida en el acto. A esto no se le llama ejecuci¨®n, sino jubilaci¨®n o retiro.
La base era una novela de Philip K. Dick, ?Sue?an los androides con ovejas el¨¦ctricas?, de 1968, caricatura de la ¨¦poca, capaz de hacer humor con horror. Mientras el marido, polic¨ªa, se va a su trabajo de mat¨®n honrado, la esposa, en casa, se programa una depresi¨®n de seis horas en el ¨®rgano Penfield de estados de ¨¢nimo. Dick imaginaba Los ?ngeles en 1992: monstruosos edificios de apartamentos ro¨ªdos por el polvo at¨®mico. Blade Runner, la pel¨ªcula de Ridley Scott, de 1982, de la que ahora se cumplen 25 a?os, nos lleva a Los ?ngeles del a?o 2019, universo mojado y nocturno, asiatizado, de chinos y egipcios fabricantes de ojos y serpientes y tallarines, entre llamaradas y humaredas, oscuridad, lluvia infinita y anuncios luminosos de refrescos y aparatos electr¨®nicos de 1982. Esta negrura incandescente es el bosque para la cacer¨ªa de robots. La tecnolog¨ªa es otra m¨¢scara de la barbarie.
Ridley Scott, autor de Alien (1979), se especializaba en plagas e infecciones en espacios claustrof¨®bicos: la astronave de mercanc¨ªas Nostromo, con sus fluidos que penetran en el organismo e inoculan un alien, o Los ?ngeles de Blade Runner, obra maestra, inaugural, que, en s¨ª misma, parece impura, contaminada de g¨¦neros diversos, fusi¨®n infecciosa de novela negra, ciencia-ficci¨®n, terror, tebeos, imaginer¨ªa de la industria religiosa y de la industria musical pop. El vestuario y los personajes salieron del dibujante Moebius, que ya hab¨ªa colaborado en Alien, antes de dise?ar un parque de atracciones en San Francisco. El cine, que se hab¨ªa alimentado de la novela, se alimentaba de tebeos y cine, m¨¢s que de la f¨¢bula de Philip K. Dick. La industria de la imagen pod¨ªa vivir de s¨ª misma, seg¨²n demostraba Blade Runner, con su combinaci¨®n nunca vista de clich¨¦s vistos muchas veces.
El futuro de Blade Runner es anacr¨®nico: ventiladores de aspas y ordenadores gobernados por la voz humana, detectives fumadores y bebedores, polic¨ªas sudorosos bajo la misma gorra de hace 50 a?os y en coches patrulla voladores. El car¨¢cter del cazador de robots, verdugo soltero en la pel¨ªcula, est¨¢ en su gabardina, la cara cortada, los dedos rotos en la pelea, en los labios que dejan sangre en la copa de aguardiente. Es un hombre de silencio violento y palabra c¨¢ustica de cine negro de los a?os cuarenta; 2019, a?o posat¨®mico, es vigilado por reflectores y haces de luz de la Segunda Guerra Mundial. Todo se amalgama y se enturbia de todo, como lo humano y lo artificial, lo org¨¢nico y lo inorg¨¢nico. En 1982, cuando se estren¨® Blade Runner, la realidad se parec¨ªa a nuestra realidad: Israel invad¨ªa L¨ªbano por el sur a principios de junio en la operaci¨®n Paz para Galilea, con 40.000 soldados.
La realidad de 2007 quiz¨¢ imite la irrealidad de 2019 filmada por Ridley Scott, los bloques de viviendas en el extrarradio, sacralizados en Blade Runner como templos orientales, o s¨®lo convertidos en ruina, futuro en ruinas, es decir, art¨ªstico. Altavoces volantes llaman a emigrar al mundo exterior. Existen individuos que se amotinan en el trabajo, se dan a la fuga, secuestran una astronave. Sienten un ansia irrefrenable de libertad. Tienen sentimientos humanos. Como cualquier humano, ni siquiera aceptar¨ªan que son m¨¢quinas. Tienen un implante de memoria: recuerdan unos padres, amigos de la infancia, un perro. Y, aunque no se acuerden de nada, la vida les parece una cosa agradable. Conocen el dolor de tener miedo, sangran, quieren vivir, lloran porque se mueren. Son replicantes perfectos, si es que todos los humanos de Blade Runner no son humanoides que todav¨ªa no han pasado la prueba Voight-Kampff. Conocen, incluso, la crueldad humana, el instinto de venganza y de supervivencia.
El cazador los mira a los ojos. ?Se sonrojan? ?Fluct¨²a la pupila? ?Se dilata el iris? Les dice qui¨¦nes son. Los aterra. Los mata mientras la ciudad se deshace bajo la lluvia, como el ¨²ltimo replicante, que salvar¨¢ la vida de su asesino antes de dejarse morir como Cristo, asistido en su agon¨ªa por la paloma o el Esp¨ªritu Santo en vuelo, un gran fogonazo de mal gusto ¨¦pico-m¨ªstico final.
Los ¨²nicos que lloran en Blade Runner son los replicantes. Tener sentimientos ha resultado un crimen. Es punible reaccionar humanamente, resistirse a la opresi¨®n, rebelarse contra las circunstancias, sufrir, querer vivir en paz, amar a los semejantes, sentir rencor, pero tambi¨¦n piedad por el enemigo.
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