Una met¨¢fora canaria

En medio de los dimes y diretes pol¨ªticos a que ha dado lugar la ¨²ltima contienda electoral, a Canarias ayer le amaneci¨® una noticia especialmente feliz. Para todas las islas. Porque el Teide, el pico m¨¢s alto de los existentes en Espa?a, un volc¨¢n que se sit¨²a, majestuoso, como una atalaya del archipi¨¦lago, ha sido declarado Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco.

Es el final de una lucha que ha llevado el Gobierno canario con la complicidad del Ejecutivo central, y que corona de alguna forma la labor del presidente que se despide, Ad¨¢n Mart¨ªn, que dice adi¨®s a la pol¨ªtica. Grandes escritores, como Andr¨¦ Breton, o naturalistas, como Alexander Humboldt, se?alaron al Teide siempre como una met¨¢fora de lo que la naturaleza es capaz de hacer sobre s¨ª misma; en el caso de Breton, que fue a la isla de Tenerife en el apogeo del surrealismo, en 1935, era un pu?etazo en el aire, y para Humbdolt era la visi¨®n -la del valle de La Orotava, desde donde lo vio- que colmaba las aspiraciones de belleza que pod¨ªan ansiar los hombres. Con esos mimbres hist¨®ricos, y con una inquietud por el futuro -?qu¨¦ pasar¨¢, en un mundo que cada vez desprecia m¨¢s cuanto puede tocar, con un paisaje as¨ª?- los canarios se lanzaron, en comandita, a buscar amparo internacional para semejante riqueza. En una tierra tan falta de unanimidades, y tan perjudicada por el nefasto pleito insular, que va y viene como una mala pesadilla, los insulares han hallado en el Teide un punto incontrovertible de lucha com¨²n, y en este momento de general alegr¨ªa. Que el Teide se sustente ahora sobre la declaraci¨®n universal que preserva para siempre su extraordinario patrimonio no s¨®lo es una buena noticia, sino una excelente met¨¢fora.