"Me rebelo contra la idea de que el dolor redime"
Mientras la mayor¨ªa busca desv¨ªos para no pasar por los territorios del dolor y el sufrimiento, sigue siendo un misterio quienes acuden a ¨¦l encantados o guiados por el subconsciente. Andrew Miller (Bristol, 1960) ha explorado esos embrujados predios en sus novelas. Su corto y alabado recorrido literario empieza con la vida de un doctor inmune al dolor en el siglo XVIII (El insensible, Premio Impac, 1999), sigue por un fresco de Casanova donde muestra c¨®mo a veces el amor m¨¢s deseado es el que m¨¢s sufrimiento genera (El ocaso de un seductor), atraviesa una vida familiar dejando al descubierto la insatisfacci¨®n y la fragilidad del ser humano (Ox¨ªgeno, nominada al Booker), hasta toparse con el horror de Ruanda en los ojos de un fot¨®grafo marcado por incertidumbres existenciales y doloridas (Los optimistas). Novela en la que oscilan el bien y el mal, al mostrar la capacidad del ser humano para producir sufrimiento y desasosiego, pero tambi¨¦n el despertar de la venganza.
"Puede que hayamos perdido tanto el arte de mirar como el de apartar la mirada"
Convertido en una de las figuras emergentes de las letras brit¨¢nicas, Miller es un escritor salido de las mismas aulas del curso de literatura creativa de Malcolm Bradbury, donde se sentaron autores como Ian McEwan y Kazuo Ishiguro. Ahora, desde alg¨²n secreto lugar de descanso analiza por correo electr¨®nico los comentarios que genera su obra.
PREGUNTA. En sus novelas aborda diversos territorios del dolor, ?por qu¨¦ hay personas que aun sabiendo que algo les provocar¨¢ sufrimiento van hacia ¨¦l?
RESPUESTA. Aparte de El insensible, no creo que mis libros tomen el dolor como tem¨¢tica central. Sin duda hay sufrimiento, en ocasiones extremo, pero no puedes -o no puedo- escribir acerca de la gente sin escribir sobre lo que debe soportar. No existen las vidas despreocupadas, por muy "c¨®modamente" que parezca vivir la gente. En sus poemas Ambulances, Larkin dice que "con el tiempo, todas las casas reciben visitas". Mi obra se limita a reflejar esto. El modo en que lidiamos con el dolor, nuestra forma de responder, qu¨¦ nos obliga a hacerlo, qu¨¦ nos hace aprender sobre nosotros mismos y la naturaleza del mundo siempre es interesante y forma parte del origen de la experiencia humana.
P. Ha explorado el emparejamiento placer-dolor, y sus personajes suelen reinventarse o buscar la redenci¨®n tras el conocimiento del dolor propio o ajeno.
R. El s¨ªmbolo fundamental de nuestra cultura es (todav¨ªa, creo) el cuerpo retorcido del Cristo crucificado. No soy un cristiano ortodoxo y, sin embargo, esta imagen nunca se me va de la cabeza, al igual que la idea de que el dolor redime, aunque esto -una fe esencial para millones de personas- es algo contra lo que suelo rebelarme, por el temor de que oculte la brutal verdad de la indiferencia del mundo. En El insensible, James Dyer es en cierto sentido "salvado" por su sufrimiento, por aprender a sufrir, pero en libros posteriores, la dimensi¨®n c¨®smica y religiosa desaparece. Se ve m¨¢s a la gente como individuos asediados, fracasados, ligeramente desesperados, pero capaces -a veces- de ofrecerse unos a otros momentos de amabilidad.
Alec Valentine esforz¨¢ndose por expresar su amor hacia su madre moribunda en Ox¨ªgeno. Clem Glass levantado toda la noche para intentar proteger a su hermana de sus pesadillas (aunque se siente atormentado por las suyas propias) en Los optimistas. Incluso Casanova, en El ocaso de un seductor, dejando de jugar por fin con Charpillon y reconociendo que es una mujer que vive con la inseguridad de su enfermedad, de la que se acaban compadeciendo y a quien se muestra la consideraci¨®n que todo sufrimiento deber¨ªa evocar. El reconocer esto, ver las dificultades del otro, es algo que hall¨¦ en los escritos de Simone Weil y, m¨¢s tarde, en los de John Berger. Es la cualidad de atenci¨®n que intento infundir a mis personajes. ?Tal vez sea lo m¨¢s cerca que he estado de una pr¨¢ctica espiritual!
P. En Los optimistas aborda la huella que deja en un fot¨®grafo el horror de Ruanda. ?Desempe?an los medios un papel ¨²til en la cobertura de estos conflictos? ?Nos estamos insensibilizando?
R. El periodista serio desempe?a una labor vital en el modo en que presencia e informa de desastres como el genocidio de Ruanda y las actuales masacres en Darfur. Sin los medios quedamos en manos de los gobiernos, lo cual equivale a decir que tenemos mayores o menores grados de censura. La cobertura period¨ªstica de Vietnam sin duda contribuy¨® a poner fin a esa guerra. Creo que tambi¨¦n ejerci¨® una poderosa influencia en provocar una intervenci¨®n en Kosovo. La cuesti¨®n de si la informaci¨®n -y, m¨¢s concretamente, la fotograf¨ªa- nos est¨¢ insensibilizando es complicada. La respuesta sencilla es que s¨ª. ?Pero qu¨¦ alternativas tenemos? ?Dejar de mostrar esas im¨¢genes hasta que hayamos recuperado nuestra sensibilidad hacia ellas? ?Cu¨¢nto tiempo nos llevar¨ªa?
P. Este a?o se suicid¨® Kevin Carter, premio Pulitzer por la foto de un buitre que acecha a un ni?o africano. ?Debe haber un l¨ªmite en el trabajo period¨ªstico?
R. La relaci¨®n entre los medios de comunicaci¨®n y los desastres de los que informan no es ni mucho menos f¨¢cil. ?Cu¨¢l es, por ejemplo, el papel de la est¨¦tica en las fotograf¨ªas de muertos o moribundos? La famosa imagen de Carter gan¨® un Pullitzer, en parte porque era una "buena" fotograf¨ªa con un encuadre inteligente y dem¨¢s. Carter era un fot¨®grafo ambicioso; hay que serlo para hacer lo que ¨¦l hizo y correr los riesgos que ¨¦l corri¨® en su carrera. Pero el ¨¦xito de la imagen cre¨® un dilema moral, que debi¨® de ser un factor importante en su posterior suicidio. En Los optimistas, Clem Glass, un fotoperiodista experimentado, sufre una crisis similar, aunque en su caso, es como si su trabajo y su c¨¢mara le hubiesen llevado a un acto de orgullo desmedido. Cree que, oculto detr¨¢s de sus lentes, puede contemplar cualquier cosa con impunidad. Resulta que no es as¨ª. Algunas cosas, como la cabeza del Gorgon, no puedes encontr¨¢rtelas sin correr peligro. El mundo cl¨¢sico lo entend¨ªa. Puede que nosotros, los modernos, con una mezcla de coraje y locura y cierto desparpajo, hayamos perdido tanto el arte de mirar como el de apartar la mirada.
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