Un antih¨¦roe en dos tiempos
Esta novela se abre en el Par¨ªs de mayo de 1968. Hay barricadas en las calles y manifestaciones clamando por un tiempo nuevo. Quien nos habla es ?tienne Morsay sumergido en el recuerdo de Madrid de 1943, cuando a¨²n se llamaba Federico Fernet y reci¨¦n cumplidos los 17 a?os se hab¨ªa quedado dormido en un cine. Par¨ªs y Madrid. Dos ciudades, dos tiempos y dos nombres para el mismo hombre. As¨ª, en ese intercambio de espacio, ¨¦poca y personalidad, se estructura El bulevar del miedo, una novela inquietante que narra el conflicto que vive su protagonista al involucrarse en el expolio de obras de arte que el r¨¦gimen nazi realiz¨® en la Europa ocupada. La novela es su confesi¨®n y, en el intercambio de los dos tiempos, este antih¨¦roe reconstruir¨¢ la podredumbre de un Madrid de vencedores y vencidos "donde se valoran lealmente las sumisiones", y un Par¨ªs de revueltas que le resulta extra?o.
EL BULEVAR DEL MIEDO
Juana Salabert
Alianza. Madrid, 2007
367 p¨¢ginas. 19 euros
Juana Salabert (Par¨ªs,
1962) ha escrito, entre otras, Arde lo que ser¨¢, Mar de los espejos o Vel¨®dromo de invierno (Premio Biblioteca Breve en 1998) y con El bulevar del miedo obtuvo el Premio Fernando Qui?ones, y hay en la historia de esta novela un d¨¦ficit que proviene de la abrumadora cantidad de puertas que se abren para dar paso a informaci¨®n y se?ales que en ocasiones no hacen sino alejar al lector de la mejor garant¨ªa del texto: la rotunda fortaleza de algunos de sus personajes. Y no s¨®lo por el estupendo Monsieur Maurice, un miserable y viscoso traficante de obras de arte, elegante, de maneras educadas, cuya voz el lector cree escuchar y cuya ambigua y alambicada correcci¨®n pone los pelos de punta; o la ambiciosa Frieda, o la extra?a caballista ciega. O ese secundario que es Pierre LeTourneur a quien el sudor que le macera el rostro dibuja la terrible sombra del miedo, que tambi¨¦n se percibe en el alucinado Alejandro de la Fuente, el rojo marqu¨¦s de Salinas, escondido de los fascistas en una habitaci¨®n donde la inquietud proviene del cotidiano latir: un paso acelerado, un llav¨ªn en la cerradura o una voz que se alza frente a los susurros. O ese otro miedo que surca la novela y que ser¨¢ la penitencia de Fernet: el miedo a aquello en lo que uno se ha convertido, como se?ala ¨¦l mismo. Lo dicho: a esta novela de intriga y cierto misterio, de pecado y redenci¨®n, de recuerdos y ausencias (Alicia Zald¨ªvar, su madre), de obsesiones (la pintura del padre, la Venus o el hermanastro desconocido) le sobra memoria de los tiempos y en cambio quien lee disfruta y se aferra a sus p¨¢ginas en el gesto y el movimiento de los personajes que habitan la historia. Sin duda, ellos ganan.
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