Centenarios
Primero en la Casa de Am¨¦rica a invitaci¨®n de la C¨¢tedra Latinoamericana Julio Cort¨¢zar, enseguida en la sede de la Secretar¨ªa General Iberoamericana bajo la ¨¦gida de Enrique Iglesias, acaban de celebrarse en Madrid apasionantes discusiones en torno al tema del bicentenario de las independencias hispanoamericanas de 1810.
Se "celebraron" debates, pero se "conmemor¨®" una fecha. Porque, en resumen, las exposiciones y discusiones se apartaron de manera muy clara del mero festejo para proponer una lectura cr¨ªtica -en ocasiones, sumamente cr¨ªtica- de las revoluciones de independencia.
Resumo el tenor de las cuestiones que se formularon a fin de arribar al bicentenario con m¨¢s preguntas que respuestas.
?Vali¨® la pena la independencia?
?Pudo Hispanoam¨¦rica desarrollarse sin desmembrarse dentro de una comunidad hisp¨¢nica de naciones -un commonwealth- tal y como lo propuso, acaso m¨ªticamente, el conde de Aranda al monarca Carlos III?
?Pudo, aun sin la Corona, Hispanoam¨¦rica independizarse sin desmembrarse?
?Cu¨¢nto influy¨® la p¨¦rdida de la Corona en las colonias y cu¨¢nto la p¨¦rdida de las colonias en la Corona?
?Fueron nuestras Constituciones, como dijo Victor Hugo, "creadas para los ¨¢ngeles, no para los hombres"? ?Confundimos sistem¨¢ticamente lo real con lo posible? ?Hasta qu¨¦ punto se separa la naci¨®n real de la naci¨®n legal? ?Creamos Estados virtuales divorciados de las sociedades reales?
?Suplimos la ignorancia con la osad¨ªa?
?Nos entregamos con demasiada alegr¨ªa a la "imitaci¨®n extral¨®gica"?
?No supimos incorporar al proyecto independentista al indio y al negro?
Hubo, claro, hechos que excluyen las ideas de comunidad y continuidad hisp¨¢nicas. A C¨¢diz, en 1808, acuden los "espa?oles" de ambos hemisferios. En 1810 a¨²n se pod¨ªa pensar en una Am¨¦rica fiel a la Corona avasallada por Bonaparte. En 1814, la ferocidad de la represalia realista es combatida por la ferocidad de la insurrecci¨®n independentista. Tanto Calleja del Rey como Sim¨®n Bol¨ªvar piden "cabezas cortadas".
Las reuniones a las que aludo subrayaron los factores de una violencia que arruin¨® las infraestructuras existentes sin reponerlas en mucho tiempo. En consecuencia de las guerras, descienden brutalmente las econom¨ªas agr¨ªcola y minera. Se expropia el patrimonio espa?ol sin poder crear patrimonios nacionales inmediatos. La Hacienda est¨¢ exhausta, los d¨¦ficit son constantes, los empr¨¦stitos, onerosos. Las oligarqu¨ªas y los militares se adue?an de la vida p¨²blica. La anarqu¨ªa es desplazada por la dictadura, y la dictadura, por un caos que se cree redentor y s¨®lo asegura la redenci¨®n por la siguiente dictadura: Rosas, Santa Anna, el Dr. Francia.
El nicarag¨¹ense Sergio Ram¨ªrez se refiri¨® a los "triunfos ret¨®ricos" de palabras dichas en burla de la realidad y de lo que no quieren decir, conduciendo a "la locura de las simulaciones". El mexicano H¨¦ctor Aguilar Cam¨ªn habl¨® de la invenci¨®n de leyes sin inventar naciones, lo cual nos condujo a jugar con la legalidad pol¨ªtica y soltar una independencia sin rumbo. Los grandes principios, indic¨® la espa?ola Carmen Iglesias, se establecieron por encima de la ley y la ordenanza militar por arriba del c¨®digo civil, abriendo, en mi ¨¢nimo, una cuesti¨®n a considerar en perspectiva: ?por qu¨¦ se asemejan tanto el desorden espa?ol y el hispanoamericano en el siglo XIX?
En compensaci¨®n, el mexicano Enrique Florescano se?al¨® que aun persistiendo las bases de la colonia, aun creyendo en las virtudes inmanentes de la revoluci¨®n para promover el progreso, la independencia quiso ofrecer un relato unificador a pa¨ªses fragmentados. Cre¨® h¨¦roes y quiso heredarlos.
?Ayud¨® esto a apresurar, al cabo, la formaci¨®n de Estados nacionales -Portales, el primero, en Chile; Ju¨¢rez, en M¨¦xico; Sarmiento y Mitre, en Argentina- como respuesta a los flagelos que menciono? Pero, a fin de ganar el Estado, ?cu¨¢nto debi¨® preservarse tanto del orden colonial como del desorden revolucionario?
El peruano Julio Ortega argument¨® que del caos naci¨®, al cabo, una tradici¨®n liberal pragm¨¢tica que consagr¨®, mal que bien, la dignidad del ciudadano y sugiri¨® nuevas lecturas que trasciendan, mediante una "agenda de las herencias", el "paradigma del fracaso". El chileno Mart¨ªn Hopenhayn pidi¨® una "cuota de olvido sano" una vez revisada la historia y el paso adelante de crear instituciones culturales, acrecentar el capital social y el concepto de ciudadan¨ªa. Para Hopenhayn, los sentimientos rentistas y autoritarios que nos lastran pueden superarse mediante una cultura productiva, no pasiva o inerte. Cultura de la legalidad, subray¨® en su intervenci¨®n el mexicano Bernardo Sep¨²lveda, implicando que la creaci¨®n de Estados nacionales nos cost¨® mucho esfuerzo y hoy asistimos a desaf¨ªos menores al Estado -la ley televisa-, pero tambi¨¦n a desaf¨ªos mayores: el narco.
Por ¨²ltimo, el pensador argentino Natalio Botana nos invit¨® a El arte de la comparaci¨®n. Ayer reinaba un monopolio elitista. Hoy hemos ganado la alternancia. ?Nos basta? De ninguna manera. ?Sabemos representarnos? Esta es, acaso, la gran pregunta pr¨¢ctica de la independencia: la inc¨®gnita de la representaci¨®n.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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