Plagas
?Estaremos en Egipto? Lo digo porque padecemos las siete plagas que relataba la Biblia; mejor dicho las diez, porque no nos escapamos de las tres -sangre, ranas y piojos- que azotaron tambi¨¦n a los israelitas cuando estaban all¨ª. De los piojos hay poco que decir, pues se ha convertido en un endemismo desde que la educaci¨®n es obligatoria (en realidad, los piojos atacan las cabezas de los chavales para robarles conocimiento, por eso se han vuelto tan resistentes); y en materia de ranas y dem¨¢s animales de compa?¨ªa -iguanas, cocodrilos e incluso perros y gatos- vamos sobrados.
En cuanto a la sangre, nunca se hab¨ªa derramado m¨¢s en los hogares para verg¨¹enza del sexo masculino. ?Peste? Ah¨ª est¨¢ el sida, conocido como la peste de nuestro tiempo. Hombre, la sexta plaga, la sarna, no es que se prodigue en nuestro entorno, pero tampoco ha desaparecido como podr¨ªan dejar prever los avances en la higiene personal. De hecho, est¨¢ siendo sustituida por otra que, pese al dicho de que sarna con gusto no pica, es un aut¨¦ntico problema no s¨®lo para la nariz -su puerta de acceso a la mente- sino para la sociedad en su conjunto, ya que Espa?a es el pa¨ªs donde m¨¢s coca¨ªna se consume del mundo. Hab¨ªa dejado por el camino la cuarta, el popurr¨ª de fieras salvajes, y en ella podr¨ªa entrar la marejada de topillos que asuela Castilla-Le¨®n y la invasi¨®n de termitas en muchos de nuestro pueblos (da miedo ver c¨®mo las casas las supuran a mediados de junio, cuando emprenden el vuelo hacia nuevas presas); pero tambi¨¦n todas las mascotas (y plantas) que vamos soltando en la naturaleza una vez nos cansamos de ellas. ?Qu¨¦ decir de la plaga de langostas -la octava de la Biblia- que se est¨¢ cebando con algunas regiones de Andaluc¨ªa?
Nos quedar¨ªan dos para completar la lista de diez, pero ser¨ªan menos f¨ªsicas que pol¨ªticas. Quiero decir que las causa m¨¢s directamente el hombre que las otras (la s¨¦ptima, que se me hab¨ªa colado, tendr¨ªa que ver hoy exactamente con el cambio clim¨¢tico, pues habla de granizo y tormentas, y ah¨ª la mano del hombre tambi¨¦n resulta impepinable con el CO2 que expelemos como si cada uno de nosotros tuviera los intestinos de tres diplodocus). Desde luego, la Biblia no menciona, seguramente por prudencia, fen¨®menos como el ladrillazo, pero se sabe de buena tinta que su redactor ten¨ªa in mente los fen¨®menos especulativos que se dieron con la venta de terrenos para construir pir¨¢mides y que no constitu¨ªan, a ver si me entienden, m¨¢s que la punta del iceberg inmobiliario que se ir¨ªa creando al progresar los siglos o al progresar lugares como la Costa del Sol.
Pero vayamos por fin con la novena y la d¨¦cima plaga, es decir, con la oscuridad y con la muerte de los primog¨¦nitos. De la oscuridad no hay mucho que hablar porque est¨¢ en el ¨¢nimo -y el des¨¢nimo- de todos y tendr¨ªa que ver con lo que sucedi¨® detr¨¢s de las puertas del proceso de negociaci¨®n. Digo que no hay mucho de qu¨¦ hablar porque el Gobierno no parece estar por la labor. ETA s¨ª est¨¢ echando algo de luz, pero como el Gobierno nos ha dicho que miente no podemos hacerle caso, de ah¨ª que tengamos que suponer que nunca se habl¨® de pol¨ªtica ni de que los vascos decidan nada, ni de listas a legalizar, ni de una entelequia llamada Navarra (?existir¨¢?). Simplemente debieron de hablar del tiempo hasta que uno de los interlocutores peg¨® un culatazo en la mesa porque ya val¨ªa de perderlo. Claro que, si la pregunta inicial hubiese sido, ?vais a entregar las armas?, y a eso le hubiera seguido el c¨®mo, cu¨¢ndo y a cambio de nada, da la sensaci¨®n de que el asunto se hubiera zanjado antes, pero entonces no hubiera habido una plaga llamada oscuridad.
En cuanto a la de los primog¨¦nitos, Nostradamus asegura que la Biblia no se refer¨ªa a la familia sino al Estado, y m¨¢s concretamente a una ley electoral que permite que los despachos puedan cargarse las mayor¨ªas obtenidas en las urnas o, lo que es lo mismo, el asesinato de la primogenitura. No s¨¦ ustedes, pero a m¨ª me da la sensaci¨®n de que ya empiezo a caminar de perfil, como los egipcios.
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