Bush, por encima de la ley
Los dem¨®cratas critican la decisi¨®n del presidente de EE UU de librar a Libby de la c¨¢rcel
Recibido como un inesperado regalo de 4 de julio, los principales pol¨ªticos del Partido Dem¨®crata interpretaron ayer la decisi¨®n del presidente, George Bush, de conmutar la pena de dos a?os y medio de prisi¨®n a su estrecho colaborador Lewis Scooter Libby como la prueba definitiva de que esta Administraci¨®n se ha situado por encima de la ley.
Se trata de un caso enormemente simb¨®lico y, por tanto, de enorme repercusi¨®n pol¨ªtica. Libby, ex jefe de Gabinete del vicepresidente Dick Cheney, es el ¨²nico alto funcionario de esta Administraci¨®n condenado por los tribunales en relaci¨®n con la campa?a de propaganda organizada para justificar la guerra de Irak. Al perdonarle, Bush est¨¢ perdonando tambi¨¦n a todos los que colaboraron con Libby, a sus jefes, a Cheney y, en ¨²ltima instancia, a ¨¦l mismo.
La decisi¨®n deja claro que el mandatario est¨¢ en sus horas finales y no mira las encuestas
Lewis Libby, sus amigos y el reducido c¨ªrculo pol¨ªtico que siempre le ampar¨® han reaccionado, por supuesto, con entusiasmo a la medida de la Casa Blanca. Pero, lejos de la pasi¨®n de unos y de otros, lo que esta sorprendente e impopular decisi¨®n deja claro es que Bush es ya un pol¨ªtico en sus horas finales que no mira las encuestas ni demuestra gran preocupaci¨®n por el juicio de la historia.
Porque el juicio de la historia, seg¨²n ha declarado el presidente del grupo dem¨®crata en el Senado, Harry Reid, "ser¨¢ muy severo con Bush despu¨¦s de esta decisi¨®n". Hillary Clinton, Joseph Biden, Patrick Leahy, presidente del Comit¨¦ de Asuntos Judiciales del Senado, entre otros ilustres dem¨®cratas, han insistido, m¨¢s o menos en los mismos t¨¦rminos, en el car¨¢cter antidemocr¨¢tico y abusivo de esta medida. Y en efecto, se trata de una decisi¨®n muy inusual en la gesti¨®n de un presidente -el ¨²ltimo caso similar es el perd¨®n otorgado por George Bush padre, semanas antes de dejar la presidencia, a los acusados por el caso Ir¨¢ncontra- y muy dif¨ªcil de justificar en un Estado de derecho.
En la declaraci¨®n escrita en la que explica su posici¨®n, Bush afirma: "Respeto el veredicto del jurado. Pero he llegado a la conclusi¨®n de que la sentencia impuesta a Libby es excesiva... Mi decisi¨®n de conmutar la sentencia de prisi¨®n deja todav¨ªa un duro castigo para Libby".
Es verdad que Libby mantiene su condena de 250.000 d¨®lares (unos 180.000 euros) de multa, dos a?os de libertad vigilada y, lo m¨¢s grave de todo, una larga carrera dedicada a la pol¨ªtica y el derecho arruinada. Pero la sentencia de prisi¨®n era la que el juez, conforme con la petici¨®n del fiscal, consideraba acorde con un delito que implicaba mentir al FBI y otros investigadores en un caso que afectaba a la seguridad nacional: la revelaci¨®n del nombre de una agente de la CIA, Valerie Plame, para desprestigiar a su marido, Joseph Wilson, que previamente hab¨ªa desvelado que la acusaci¨®n de que Sadam Husein hab¨ªa comprado uranio enriquecido en N¨ªger era falsa. El juez que impuso la sentencia a Libby record¨® que su obstrucci¨®n de la investigaci¨®n era particularmente inaceptable, por tratarse de un alto funcionario a quien se supone dispuesto a colaborar con la justicia en mayor grado que un ciudadano corriente.
Precisamente por la gravedad del asunto, el fiscal del caso, Patrick Fitzgerald, critic¨® ayer duramente la conmutaci¨®n otorgada a Libby y le recordaba al presidente que "es fundamental en el imperio de la ley que cada ciudadano sea tratado igual ante la justicia".
Bush no consult¨® con Fitzgerald, como le hubiera correspondido hacer de acuerdo al procedimiento habitual en estas situaciones, ni lo hizo, al menos formalmente, con los responsables del Departamento de Justicia. Aunque el portavoz de la Casa Blanca, Tony Snow, asegur¨® ayer que Bush ha estado sopesando su decisi¨®n y discuti¨¦ndola con sus asesores durante varias semanas, ¨¦sta parece una medida tomada en la soledad del Despacho Oval y compartida con muy poca gente.
Dos candidatos republicanos, Rudolph Giuliani y Mitt Romney, han respaldado la postura de la Casa Blanca, que podr¨ªa tambi¨¦n ganar las simpat¨ªas de quienes crean que, en definitiva, el presidente est¨¢ siendo solidario con sus colaboradores. Pero expresar esa solidaridad al precio de crear una justicia de doble baremo, no es algo que vaya a ayudar a aumentar la maltrecha popularidad de Bush.
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