Reinserci¨®n
La imagen presagiaba un suceso tan aterrador que a¨²n muchos la conservamos en nuestra memoria: dos ni?os de diez a?os, Jon Venables y Robert Thompson, llevando de la mano al peque?o Jimmy, de dos. La imagen fue registrada por las c¨¢maras de un centro comercial y puso sobre la pista a la polic¨ªa brit¨¢nica de los autores del secuestro, tortura y asesinato de la peque?a criatura. Los detalles del martirio al que fue sometido el ni?o fueron hechos p¨²blicos y la crueldad de su actuaci¨®n llev¨® a la ciudadan¨ªa a exigir que los diez a?os de pena previstos fueran aumentados a quince. Con el tiempo, la justicia consider¨® ese aumento ilegal y hoy Jon y Robert, que en las fotos tomadas por la polic¨ªa provocan m¨¢s piedad que odio, viven en alg¨²n lugar de Gran Breta?a con nueva identidad. A pesar de que cada cierto tiempo circulan por internet detalles de la nueva vida de los chavales que hablan de m¨¢s delitos, la polic¨ªa niega estas intoxicaciones y aquellos que reeducaron a estas dos ovejas descarriadas aseguran que est¨¢n reinsertados y han asumido los valores de las personas de bien. Hablar hoy de reinserci¨®n les parece a algunos una expresi¨®n fofa extra¨ªda del catecismo del buen progre, por eso es casi heroico que los profesionales que dedican su vida a encauzar el camino de los ni?os perdidos sigan creyendo en ella. Las semanas pasadas, del griter¨ªo informativo que se mont¨® con la puesta en libertad del llamado Rafita, s¨®lo comparto mi comprensi¨®n incondicional hacia la madre de Sandra Palo, que desea venganza como la desear¨ªa cualquiera en su situaci¨®n. Pero a los que no estamos heridos por la muerte de una hija se nos debe exigir algo m¨¢s que sentimientos arrebatados. Ser¨ªa insensato pretender que la ley del menor consistiera s¨®lo en el castigo, debe existir el compromiso de devolver a la sociedad una persona reeducada emocionalmente. ?De qu¨¦ servir¨ªa mandar a la calle, veinticinco a?os m¨¢s tarde, a un desecho social? Eso s¨ª, el proceso de "curaci¨®n" de un menor debe manejarse con escrupulosa discreci¨®n, adem¨¢s de contar con medios que no sabemos si existen. Eso es lo que alg¨²n defensor de esa ley deber¨ªa explicar a una sociedad poco dada a conceder segundas oportunidades.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.