Superficialidad y consistencia
Hace unos d¨ªas se concedi¨® el Premio Nacional de Arquitectura (que otorga el inefable Ministerio de Vivienda) al arquitecto de origen valenciano y formado en Suiza Santiago Calatrava. En unas declaraciones pronunciadas con motivo del acto de entrega del galard¨®n, Calatrava manifest¨® su convicci¨®n de que el siglo XXI deb¨ªa ser el siglo de la prioridad de la belleza en la arquitectura, liberados ya de las constricciones que el movimiento moderno impuso en el pasado siglo, con su ¨¦nfasis en la vinculaci¨®n ¨ªntima entre forma y uso, entre dise?o y utilidad. Con otras palabras, si el siglo XX busc¨® "la funcionalidad y el rigor", ya es hora de volver a colocar "la belleza" como principal objetivo de la intervenci¨®n arquitect¨®nica. Y para rematar sentenci¨®: "El siglo XX debe centrarse en la arquitectura como arte".
No creo que la belleza deba ser para los arquitectos un fin en s¨ª mismo, como reivindica Santiago Calatrava
No est¨¢ mal la aseveraci¨®n en boca de quien ha llenado Espa?a de puentes, pasarelas, edificios y tinglados en los que uno no sabe muy bien si lo que tiene que hacer es mirar, pasar, estar o simplemente evitar. Lo significativo es que no parece que sea esta una posici¨®n aislada o marginal en estos tiempos de confusi¨®n y desconcierto. En Barcelona hay unas cuantas piezas que, te¨®ricamente, deber¨ªan convertirse en iconos arquitect¨®nicos de una urbe que quer¨ªa-quiere ser (pos)moderna, sirviendo al gran objetivo institucional (Joan Clos) de "ciudad-guapa".
No s¨¦ qui¨¦n fue el responsable de ejercer de cliente ante una de las parejas arquitect¨®nicas de moda: Herzog-De Meuron (por otra parte, autores de espl¨¦ndidos edificios en muchas partes de Europa, en las que seguramente tuvieron mejores clientes). Pero lo cierto es que en nuestro cat¨¢logo particular de edificios emblem¨¢ticamente bellos tenemos la suerte de contar con el Edificio F¨®rum. Nadie sabe muy bien cu¨¢l era y cu¨¢l es el objetivo de ese dudoso ejemplo de lo que quiz¨¢ Calatrava calificar¨ªa de arquitectura del siglo XXI. Una visita a la Torre Agbar permite descubrir que tras el derroche de cristal y luces cambiantes, se esconde un incomod¨ªsimo edificio, con elevad¨ªsismos costos de movilidad interior y enfermedades surgidas de falta de ventilaci¨®n, humedad y exceso de magnetismos incontrolados. Y la lista podr¨ªa seguir. Vamos asistiendo a la proliferaci¨®n de montajes arquitect¨®nico-medi¨¢ticos, bien organizados por los profesionales de la comunicaci¨®n, que nos hacen creer que hemos tenido la inmensa suerte de que una estrella del firmamento arquitect¨®nico haya transigido o tolerado regalarnos una de sus piezas. El responsable pol¨ªtico de turno puede alardear de haber incrementado su colecci¨®n particular y de paso enriquecer la ciudad con un hito m¨¢s para disfrute de propios y extra?os.
Pero, al margen de todo ello, la significaci¨®n de las palabras de Calatrava es que nos sit¨²a ante un falso dilema. O arte o utilidad, o escogemos funcionalidad (lo antiguo) o nos inclinamos por el arte y la belleza (lo cool).
No me siento en absoluto experto en el tema, y ello puede permitirme cierta desfachatez, pero, como dec¨ªa, no recuerdo de mis lejanas lecturas que el dilema est¨¦ bien planteado. Si alguien me ha impresionado por su control de funcionalidad y belleza es el arquitecto Louis Kahn. Mirando cosas para poder fundamentar mejor mis percepciones, he encontrado un magn¨ªfico texto de Kahn publicado en los lejan¨ªsimos a?os sesenta del siglo pasado en el que dec¨ªa: "Un pintor puede pintar las ruedas de un ca?¨®n cuadradas para expresar la inutilidad de la guerra. Un escultor tambi¨¦n puede esculpir cuadradas las mismas ruedas. Pero un arquitecto debe usar ruedas circulares. Aunque la pintura y la escultura desempe?en un papel espl¨¦ndido en el campo de la arquitectura, no obedecen a la misma disciplina". Si decimos, como argumenta Calatrava, que la arquitectura actual debe tratar de ser b¨¢sicamente arte, ?puede ello explicar que algunos de sus puentes no acabe uno de saber si sirven para transitar por ellos o para otros menesteres?
La herencia aristot¨¦lica y kantiana nos llevar¨ªa a afirmar que una obra de arte es, porque es una unidad, al conjugar a la perfecci¨®n el ser una sola cosa, acabada y formada. Me dicen que Vitrubio, en su prehist¨®rico (siglo XVII) tratado sobre la buena arquitectura, afirmaba que los tres pilares de la arquitectura son utilidad, firmeza y belleza. En t¨¦rminos modernos dir¨ªamos que la forma de los edificios deber¨ªa ser la consecuencia l¨®gica de su estructura. No acabo de ver que esos criterios sirvan demasiado en el firmamento arquitect¨®nico que sirve de coartada para todo tipo de operaciones pol¨ªtico-inmobiliarias que no parecen muy conectadas con el arte y la belleza. No creo que la belleza deba ser para los arquitectos un fin en s¨ª mismo, como no deber¨ªa ser la reelecci¨®n un fin en s¨ª mismo de cualquier pol¨ªtico. Aunque lo cierto es que si un proyecto es ¨²til y firme, puede llegar a ser bello, y no siempre es cierto lo contrario. De la misma manera que si un pol¨ªtico trabaja para mejorar la calidad de vida de sus conciudadanos, lo esperable ser¨ªa que resulte reelegido, aunque no siempre suceda as¨ª.
La belleza es algo que acontece, que resulta sobrevenido a algo que es al mismo tiempo ¨²til y s¨®lido. Afortunadamente, en la misma concesi¨®n de premios aludida al inicio, fueron galardonados s¨®lidos, consistente y bellos proyectos de vivienda, y se valor¨® especialmente algo tan estructuralmente bello y ¨²til como es la extraordinaria preservaci¨®n de Menorca que se ha logrado gracias a un plan territorial firmado por Jos¨¦ Mar¨ªa Ezquiaga, y a la voluntad de sus gentes, que no han cambiado la consistencia de territorio, ra¨ªces y manera de vivir por la superficialidad r¨¢pida del desarrollo depredador. Esperemos que no caigamos en los cantos de sirena de la belleza ensimismada y decadente.
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