El pollo descabezado
El pato cojo, aquel presidente que culmina su segundo mandato sin mayor¨ªa en el Congreso y el Senado, se ha convertido en un pollo descabezado. Correr¨¢ todav¨ªa atolondrado en los meses que quedan hasta el primer martes despu¨¦s del primer lunes de noviembre de 2008, pero su cabeza yace desmochada en el suelo, desprestigiada ante sus conciudadanos hasta un punto que ni siquiera alcanz¨® Richard Nixon. Una reciente encuesta del Pew Research Center revela un desplome de la imagen de Estados Unidos en el mundo hasta un nivel desconocido, "abismal en la mayor parte de los pa¨ªses musulmanes en Oriente Pr¨®ximo y Asia y en declive constante entre los m¨¢s viejos aliados de Estados Unidos". "?Por qu¨¦ nos odian tanto?", se preguntaba el presidente Bush en una reuni¨®n con un grupo de historiadores en la Casa Blanca. "?O acaso me odian s¨®lo a m¨ª?", a?ad¨ªa antes de escuchar la respuesta. Nada dice el Pew Center respecto a esta pregunta, pero no parece haber dudas de que el propio presidente sabe que es, efectivamente, su actuaci¨®n la que ha da?ado la imagen de su pa¨ªs hasta estos extremos.
Hay otros datos significativos sobre el notable aprecio con que cuentan los ciudadanos norteamericanos en el mundo, bastante por encima del que tiene su propio pa¨ªs, y sobre todo del prestigio de la cultura popular y la tecnolog¨ªa norteamericanas. Todo ello permite la conjetura de que es s¨®lo la cabeza del pollo la que ha ca¨ªdo de forma irremediable. Esta misma semana el semanario The Economist defiende, en un art¨ªculo editorial y en un extenso reportaje sobre el poder militar norteamericano, que hay razones de fondo para pensar que Estados Unidos es y seguir¨¢ siendo la ¨²nica superpotencia, aunque la considera, en t¨¦rminos burs¨¢tiles, "un l¨ªder del mercado infravalorado que necesita una nueva direcci¨®n". Con la popularidad por los suelos, la agenda pol¨ªtica destruida por la p¨¦rdida de la mayor¨ªa republicana, el acoso judicial y parlamentario que se estrecha alrededor de los suyos y la degradaci¨®n irremediable de la guerra de Irak -el elemento decisivo de su presidencia, donde el horror excava sin parar nuevas simas a diario-, Bush se dedica ahora a salvar los muebles, sus muebles. Aunque ya no tiene m¨¢rgenes de maniobra pol¨ªtica, puede todav¨ªa utilizar sus privilegios constitucionales para librar de la c¨¢rcel a Lewis Libby, convicto de perjurio y obstrucci¨®n a la justicia, entre otros delitos, en una exhibici¨®n de falta de equidad, pero tambi¨¦n de lealtad personal hacia quien fue jefe de gabinete del vicepresidente Cheney y uno de los art¨ªfices de la guerra de Irak.
Libby ha ocupado una casilla central en el organigrama del poder de los neocons. Se ha dicho acertadamente que si el vicepresidente Cheney es el poder en la sombra de Bush, Libby ha sido el Dick Cheney de Cheney. Buena parte de la construcci¨®n argumental, legal y pol¨ªtica en torno a la guerra de Irak ha salido de la oficina del vicepresidente, un personaje que ha ocupado este cargo, m¨¢s bien exc¨¦ntrico respecto al n¨²cleo del poder, en una forma ins¨®lita en la historia norteamericana. El sombr¨ªo y taciturno Cheney ha querido ejercerlo como un aut¨¦ntico jefe ejecutivo al lado del simp¨¢tico y sonriente capit¨¢n del transatl¨¢ntico que da la cara ante los pasajeros. "En los ¨²ltimos seis a?os, Cheney ha modelado su ¨¦poca como no lo hab¨ªa hecho jam¨¢s ning¨²n vicepresidente", ha escrito The Washington Post, con motivo de una gran investigaci¨®n sobre el vicepresidente publicada a partir del 24 de junio. Las escuchas ilegales, las comisiones militares de Guant¨¢namo, la legalizaci¨®n con eufemismos de la tortura, las entregas de prisioneros a terceros pa¨ªses, Abu Ghraib y sobre todo la ampliaci¨®n de los poderes presidenciales, sorteando los controles judiciales y parlamentarios, llevan el sello de Cheney y, principalmente, del Cheney de Cheney. Si Paul Wolfowitz fue, como subsecretario de Defensa, el fil¨®sofo de la guerra global contra el terror, Libby, disc¨ªpulo suyo en Yale, era el abogado y principal ejecutivo de la empresa b¨¦lica. Bush libra ahora de la c¨¢rcel al ¨²nico neocon condenado, s¨ªmbolo del secretismo de su Administraci¨®n y de sus principales errores pol¨ªticos, desde la guerra de Irak hasta Guant¨¢namo. Es de bien nacido ser agradecido.
http://blogs.elpais.com/lluis_bassets/
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