Polonia
Quien conoce la triste historia de Polonia en los ¨²ltimos siglos no reprochar¨¢ a esta sufrida naci¨®n que hoy quiera convertirse en la petarda de Europa. Factores para llevar a cabo tan noble prop¨®sito no le faltan. El primero, por desgracia, es un macabro dep¨®sito de horrores del nazismo, cuya sola menci¨®n provoca en todo el mundo una identificaci¨®n autom¨¢tica, a menudo m¨¢s autocomplaciente que sincera. El segundo es una coyuntura europea tan bien trabada pol¨ªtica y econ¨®micamente, al menos por ahora, que impide que cualquier excentricidad rebase los l¨ªmites de lo previsto y vuelve anecd¨®ticas las promesas m¨¢s fant¨¢sticas y las amenazas m¨¢s feroces, puesto que, en la pr¨¢ctica, las unas y las otras quedan eximidas de cumplimiento.
Sobre estos cimientos y capitaneada por un presidente y un primer ministro que parecen salidos de una ilustraci¨®n infantil o de una tira c¨®mica, Polonia se ha lanzado a una revoluci¨®n cultural que tiene algo de purga estalinista, algo de fatwa isl¨¢mica, y algo de la verbena de la Paloma. Menos parecida a su hom¨®loga china que a una parodia de televisi¨®n pol¨ªticamente incorrecta, la revoluci¨®n cultura polaca es una payasada siniestra en la que se lanza a la hoguera virtual a Wislawa Szymborska, a Witold Gombrowicz y a Ryszard Kapuscinski junto con Conrad y Kafka, Dostoievski y Goethe, todos ellos acusados de un pecado m¨¢s que de un delito, y no contra la patria, sino contra el patriotismo, con la excepci¨®n de Gombrowicz, que paga por dos cr¨ªmenes: haber sido derrotista y homosexual. Por lo que respecta a Goethe, antes que bucear en su obra para encontrar la culpa, vale m¨¢s dar por buena la sentencia.
En el contexto que antes he descrito, los hechos pueden ser graves, pero no sus resultados: nada hace temer que tengan consecuencias o que duren mucho, y el que a estas alturas de la globalizaci¨®n alguien pretenda borrar del mapa a Conrad o a Kafka mueve m¨¢s a risa que a indignaci¨®n. Otra cosa, por supuesto, es lo que piensen los polacos de este atropello a su libertad y a su dignidad individual, pero en rigor jur¨ªdico, este asunto hoy por hoy no nos concierne. Si el fen¨®meno merece nuestra atenci¨®n es s¨®lo para ver c¨®mo funcionan a veces estas cosas y, si procede, tomar debida nota.
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