El cardenal tiene alma, pero no coraz¨®n
La religi¨®n es el patriotismo de los creyentes, ha pensado hace unos instantes Juan Urbano, y despu¨¦s se ha acordado de Lao Tse mientras le¨ªa en el peri¨®dico que el Tribunal Supremo acaba de confirmar la sentencia que conden¨® al arzobispado de Madrid, dirigido por el cardenal Antonio Mar¨ªa Rouco Varela, como responsable civil subsidiario en el caso de un cura pederasta del barrio de Aluche que fue sentenciado a dos a?os de c¨¢rcel por sus abusos. Total, la cosa no es para tanto, porque a la Iglesia le va a salir barata la canallada del sacerdote pervertido: 30.000 euros no es dinero para una instituci¨®n que nada en la abundancia, pero como la furia apocal¨ªptica del famoso cardenal es imprevisible, cualquiera sabe.
O sea, que Rouco y sus hermanos lo mismo te convierten una catedral en una barricada que se van a la Puerta del Sol con una pancarta, llaman a los jueces, los alcaldes, los profesores y la ciudadan¨ªa a la desobediencia de las leyes o amenazan al Gobierno con otra guerra civil. Es que por desgracia aqu¨ª a¨²n hay quien piensa que las cosas se conquistan a cristazo limpio, como dec¨ªa Unamuno, y que no debemos olvidar que con las mismas campanas que se llama a misa se puede avisar a la poblaci¨®n de un bombardeo o saludar la victoria de un criminal de guerra sobre su propio pa¨ªs. Que vuestra debilidad sea nuestro poder, vuestro miedo nuestra raz¨®n, vuestra c¨¢rcel nuestro reino..., deben rezar algunos cada noche, a?orando otros tiempos y otros Estados.
Lo que dice Lao Tse y acaba de recordar Juan Urbano, que en su condici¨®n de fil¨®sofo dom¨¦stico es un hombre de mente asociativa, es que "el patriotismo es una senda al caos"; as¨ª que no resulta tan inexplicable que los patriotas de Dios, cuyo reino no ser¨¢ de este mundo pero se financia con dinero de curso legal, se dediquen justo a eso, a sembrar la confusi¨®n, un ¨¢rbol cuya sombra son las tinieblas y cuyo fruto debilita a quien lo come, lo envenena hasta hacerle perder la voluntad y entregarse a la superstici¨®n. "Bienaventurados los que tiemblan, porque nuestro ser¨¢ todo lo suyo", ironiz¨® Juan Urbano, mientras acababa su primer caf¨¦ de la ma?ana.
Lo cierto es que no se sabe qu¨¦ es peor, cosa que suele ocurrir cuando lo peor es todo. Malo es que la Iglesia intente ocultar y proteger a delincuentes en su seno. Mal¨ªsimo que se quiera refugiar en la justicia divina para pasarse el C¨®digo Penal por la vicar¨ªa, que es donde el sacerdote convicto cometi¨® sus cr¨ªmenes sin que el arzobispado de Madrid fuera capaz de impedirlo, con lo cual, seg¨²n recuerda el auto del Tribunal Supremo, ha infringido el C¨®digo de Derecho Can¨®nico, que le obliga a vigilar y controlar a los p¨¢rrocos de sus di¨®cesis. Y rematadamente malo es que, al final, de lo que se trate es de ahorrarse el pago de la indemnizaci¨®n, porque eso a?ade la usura al pecado, por decirlo con una de las palabras favoritas de su propio lenguaje.
Mientras tanto, Rouco y los suyos siguen oponi¨¦ndose a la asignatura de Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa, porque dicen que no imparte conocimientos, sino teor¨ªa pol¨ªtica. "Ya ves t¨²", pens¨® Juan Urbano, "como si a ellos les hubiese interesado alguna vez ense?ar en lugar de adoctrinar o impartir conocimientos en vez de dogmas". Y para apuntalar lo que dec¨ªa, se acord¨® de que hac¨ªa poco hab¨ªa estado hojeando un libro de Religi¨®n para bachillerato en el que se aseguraba que la prueba de que Jesucristo existi¨® es que su leyenda haya sido situada en un lugar geogr¨¢fico real, una ¨¦poca concreta y junto a una serie de personajes hist¨®ricamente reconocibles y, sin embargo, ninguno de esos personajes haya probado su inexistencia... O sea, que ya ven: dos m¨¢s dos, igual a depende. Lo que hay que ver.
Juan Urbano se fue a trabajar con una pregunta d¨¢ndole vueltas a la cabeza. ?Y la v¨ªctima? ?Al arzobispado de Madrid se le ha ocurrido pensar en la persona que sufri¨® los abusos reiterados en la vicar¨ªa? ?Habr¨¢ pensado el misericordioso y airado cardenal en ¨¦l cuando intentaban quitarle hasta el dinero rid¨ªculo con que se intenta reparar el da?o irreparable que padeci¨® a manos del cura depravado? Hay gente que tiene alma pero no tiene coraz¨®n.
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