Las malas formas
La noticia aparecida en EL PA?S sobre la posible vuelta de Bono como diputado en las pr¨®ximas elecciones y como candidato socialista a la presidencia del Congreso ha suscitado ya reacciones y cr¨ªticas. Estamos ante una comunicaci¨®n prematura y poco considerada para el actual presidente, don Manuel Mar¨ªn. Por cierto, que su reacci¨®n es un signo m¨¢s de su elegancia y de su categor¨ªa.
La noticia se agrava porque procede de las filas socialistas, de Ferraz o quiz¨¢s de la misma Moncloa. Por una vez, la malicia y la mala intenci¨®n no proceden de la oposici¨®n, sino que se han generado en los entresijos del poder, que te¨®ricamente, al menos, tiene como funci¨®n primordial preservar y defender a las instituciones. No parece que haya, ese Poder Ejecutivo, cumplido con su deber para con el Congreso de los Diputados ni para la dignidad de su presidente. Estamos ante una forma de actuar, ante una epidemia que se ha extendido como patolog¨ªa generalizada a las comunidades aut¨®nomas que siguen, al menos algunas de ellas como la que yo mejor conozco, el mismo estilo de gobernar. Los mejores resultados y ¨¦xitos de este Gobierno se oscurecen con este proceder.
Bono es un gran activo socialista y su recuperaci¨®n no puede ser sino una buena noticia en general, y en particular para los que somos sus compa?eros, aunque no se pueda entender que haya sido utilizado como ariete para debilitar al actual presidente del Congreso. Es una forma de actuar en pol¨ªtica peque?a y de vuelo corto que es pan para hoy y hambre para ma?ana. S¨®lo ha servido para agraviar y en ning¨²n caso para construir. Conociendo a Bono, desde hace muchos a?os, estoy seguro de que si es presidente actuar¨¢ con independencia y defendiendo al Congreso que representa con neutralidad y sentido institucional. ?Cu¨¢nto tardar¨¢ el poder m¨¢ximo en sentirse inc¨®modo con ese proceder? Estamos indudablemente ante malas formas, ante pr¨¢cticas viciosas que deshonran a quien las emplea y descartan la virtud que debe ser una cualidad de quien gobierna. Esta forma de actuar parte de una desconsideraci¨®n a la autonom¨ªa institucional del Parlamento, a la autonom¨ªa de su presidente, y expresa una voluntad de mandar pasando por encima de las reglas y de los procedimientos, con un personalismo autoritario que no se para ante nada.
Conozco desde hace muchos a?os a don Manuel Mar¨ªn; fue mi primer adjunto antes que Virgilio Zapatero cuando yo era secretario general y portavoz del Grupo Socialista a partir de 1977. Desde entonces, estimo y valoro su discreci¨®n, su honestidad, su sentido del deber y su vocaci¨®n al servicio del inter¨¦s general. Adem¨¢s, posee una formaci¨®n excelente y una integridad moral capaz de superar cualquier prueba. Est¨¢ siendo un presidente del Congreso neutral, que cumple con su deber con un velo de ignorancia que excluye el favorecimiento y cualquier p¨¦rdida de la objetividad ante la toma de decisiones.
Existe desde hace muchos a?os una pol¨ªtica de instrumentaci¨®n de todas las instituciones al servicio del Poder Ejecutivo, sin respeto y con malos modos. Se estima que todos los organismos y quienes los dirigen se subordinan a las directrices que manda el presidente del Gobierno de turno, sea cual sea su color pol¨ªtico. Estamos ante una patolog¨ªa preocupante y contraria a los principios de un sistema democr¨¢tico parlamentario, con separaci¨®n de poderes y de funciones, donde se tergiversan los contenidos de la Constituci¨®n y todo se coloca contralegem al servicio del jefe.
Los asuntos se complican cuando alguna de esas autoridades act¨²an conforme a su dise?o constitucional y deciden libremente c¨®mo deben actuar. Desde ese momento empiezan para ellos sus problemas, se inician las presiones de los corifeos al servicio del poder, y, cuando llega el momento, se sufre la sanci¨®n y el castigo, que puede ser hasta la condena al ostracismo total. Cuando alguien se considera libre y act¨²a con independencia, pronto o rectifica o sufre las consecuencias. S¨®lo est¨¢n inmunes quienes act¨²an con autonom¨ªa porque en su vida no dependen de la pol¨ªtica, y pueden permitirse actuar en conciencia. En mi caso no quise ser presidente del Congreso, y me convencieron s¨®lo al final, con el compromiso de que nombrar¨ªa con independencia a los miembros socialistas de la Mesa y que podr¨ªa actuar siempre con arreglo a mi criterio. Pude hacerlo en la pr¨¢ctica con dificultades, porque el Ejecutivo no compart¨ªa muchas veces mi forma de actuar. As¨ª tuvimos tensiones en temas de tramitaci¨®n, de forma de dirigir los debates y, sobre todo, en las formas de la ceremonia de juramento o promesa del Pr¨ªncipe de Asturias para acatar la Constituci¨®n. No pude sufrir sanci¨®n por mis desviaciones de la ortodoxia, porque yo hab¨ªa decidido ya que no seguir¨ªa de presidente del Congreso en la siguiente legislatura. Tengo que precisar para ser justo que despu¨¦s de casi dos a?os de marginaci¨®n y de persecuci¨®n en la Facultad de Derecho de la Complutense, a la que volv¨ª inmediatamente, que fueron el presidente Felipe Gonz¨¢lez y el vicepresidente Alfonso Guerra quienes me promovieron como rector comisario de la Universidad Carlos III de Madrid que se acababa de fundar. Como se ve, siempre hay claroscuros, no siempre se cumplen los malos presagios, lo que yo siempre agradecer¨¦ a Felipe Gonz¨¢lez y Alfonso Guerra.
Conociendo bien a Manuel Mar¨ªn, estoy seguro de que la advertencia de la superioridad no va a conseguir ni que rectifique en su forma de actuar ni que se humille. Actuar¨¢ en conciencia, y mucho me equivoco si no decide cambiar una forma de vida que supondr¨ªa, en caso de continuarla, perder su capacidad de autodeterminaci¨®n. Por eso estoy seguro de que actuar¨¢ para no disminuir su dignidad ni para perder su independencia. Son las consecuencias de un sistema que confunde la lealtad con la sumisi¨®n y que considera a quienes act¨²an en el espacio p¨²blico como unos delegados al servicio del poder supremo. Por eso el sistema en todos los partidos que gobiernan ha ido perdiendo a muchas personas decentes que se van en silencio para no perjudicar, pero que reaccionan cuando se quiere pisotear la dignidad de las personas y de las instituciones desde las malas formas.
Gregorio Peces-Barba Mart¨ªnez es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa del Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid.
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