Los Beckham y el 'nadismo'
Sobre la nada, han escrito tantas mentes l¨²cidas, especialmente del siglo XX, que lo de este art¨ªculo s¨®lo es un entretenimiento de verano, quiz¨¢ una nader¨ªa m¨¢s. Como muchos de mi generaci¨®n, tuve mi momento de compulsiva lectura nihilista, primero con los grandes dramas de Iv¨¢n Turgenev -Padres e hijos a¨²n me conmueve profundamente-, cuya vinculaci¨®n al nihilismo me parece, en algunos aspectos, precursora. Despu¨¦s el cuerpo te¨®rico de los grandes del anarquismo, especialmente Bakunin, cuya negaci¨®n de la autoridad lo llev¨®, al final, a creer en un nihilismo puro, casi rom¨¢ntico. Por supuesto, le¨ª As¨ª habl¨® Zaratrusta y otras obras de Nietzsche y, en alg¨²n momento, ese superhombre que no segu¨ªa ninguna doctrina, no reconoc¨ªa ninguna autoridad y cuyas pasiones estaban sometidas al imperio de la raz¨®n, me sedujo con ingenuidad adolescente. Acababa de morir Dios, y el ser humano sin fe renac¨ªa de las cenizas para convertirse en el humano que duda, en un cerebro encerrado en una interrogaci¨®n permanente. Pero fue La peste de Camus la que centr¨®, en mi particular y an¨¢rquica educaci¨®n filos¨®fica, la esencia del pensamiento nihilista, y de ella extraje algunas de las grandes reflexiones que me han servido con el tiempo. En la actualidad, con un nihilismo teocr¨¢tico -contradicci¨®n s¨®lo aparente- que amenaza tierras y vidas, y ti?e de sangre el planeta, releer a Camus es un ejercicio de autodefensa. Claro que, en este caso, yo aconsejar¨ªa poner la obra Los justos como lectura obligatoria en las madrazas cor¨¢nicas, y no s¨®lo para llevar luz ilustrada a los territorios ¨¢ridos de la fe ciega. Tambi¨¦n como lecci¨®n moral. Los revolucionarios de Camus se dividen entre el Stepan, que lo es por venganza, y el Kaliayev, que lo es por amor al pueblo ruso. S¨®lo uno de ellos es justo, el que duda en poner la bomba cuando su mirada se cruza con el peque?o sobrino del gran duque Sergei, que lo acompa?a en la carroza. ?sa es la gran lecci¨®n de Albert Camus: que los justos dudan ante la muerte arbitraria.
Los dioses eran el opio del pueblo. Pero estos nuevos dioses, vinculados a la fe de lo et¨¦reo, lo intrascendente y lo vacuo, sin otro compromiso que el del lujo extremo, y sin otra moral que la que surge del poder del dinero, son a¨²n m¨¢s peligrosos
Aterrizo, no sea que la relajaci¨®n del verano me conduzca hacia aventuras dial¨¦cticas especulativas y plomizas. Quer¨ªa hablar de la familia Beckham, ese icono de la nader¨ªa comercial, convertido en marca financiera capaz de revolucionar a los mercados del mundo. Miro atentamente la foto que domina la portada de la revista estadounidense W, donde la pareja es el reclamo millonario. Un hombre con aspecto bello y cuerpo bien cuidado, mira fijamente al objetivo. Su brazo es una especie de tortura de tatuajes barrocos y vulgares que ensucian su piel clara. A pesar de la belleza del personaje, esa sobrecarga de vulgaridad deja la libido por los suelos. La mujer, vestida como si fuera una aprendiz de odalisca barata, ensaya una pose que pretende algo lejanamente parecido al erotismo. Todo en ella es tan artificial, que incluso la cara es una mueca, un intento de algo, indefinido y triste. Ninguno de los dos presenta ni un atisbo de inteligencia superior, pero ¨¦se es justamente el producto puesto a la venta: la nada absoluta. Y de la nada, un imperio de lujo, un derroche delirante de dinero y una marca que va m¨¢s all¨¢ de las vidas reales en las que se ha inspirado. La pareja Beckham ya ha conseguido liberarse de su condici¨®n humana, y hoy son una cosa en venta permanente, un objeto de lujo.
Sin ponerme m¨¢s pesada de lo riguroso, ?qu¨¦ tipo de sociedad nihilista es capaz de convertir en icono a este dueto insulso, aburrido y simple? ?Qu¨¦ falta de sentido del rid¨ªculo puede llevarnos al delirio de sacralizar unos tipos incapaces de verbalizar una frase completa, y cuyos atributos se acaban all¨¢ donde empieza la tonter¨ªa supina y la bober¨ªa ultrapija? ?Qu¨¦ sociedad enferma puede convertirlos en millonarios precisamente por eso, por ser los sacerdotes supremos del culto a la nada? Vi¨¦ndolos, leyendo los millones que se han gastado en un consolador de lujo -?las vaginas con brillantes tienen orgasmos?-, o los regalos que han derrochado en sus hijos peque?os, o la cr¨®nica p¨²blica de sus vidas, es inevitable pensar que la muerte de Dios nos ha tra¨ªdo falsos dioses mucho m¨¢s anodinos, infinitamente m¨¢s est¨²pidos y, sin duda, bastante m¨¢s peligrosos. Los dioses de antes eran el opio del pueblo, y alguno queda por ah¨ª, que tiene a miles de seres humanos peligrosamente alucinados. Pero estos nuevos dioses, vinculados a la fe de lo et¨¦reo, lo intrascendente y lo vacuo, sin otro compromiso que el del lujo extremo, y sin otra moral que la que surge del poder del dinero, son a¨²n m¨¢s peligrosos. Porque no idiotizan al pueblo. Peor a¨²n: son el resultado de un pueblo idiota.
Ya s¨¦. Se lleva lo pijo-progre. A todos los Mafaldos nos ha dado por jugar a las marcas caras, viajar en primera y disfrutar de la cocina de alta gastronom¨ªa y la m¨¢s alta Visa Oro. Queda bien poner un poco de fashion al hippy que un d¨ªa fuimos. Pero, incluso a pesar de ello, y del divertimento que nos produce la exhibici¨®n de estupidez de Victoria Beckham cada vez que abre la boca, incluso entendiendo el fen¨®meno como un espect¨¢culo m¨¢s de la sociedad del espect¨¢culo, creo que ser¨ªa bueno empezar a preocuparnos. El nihilismo de Albert Camus era liberador, revolucionario. El de Bakunin era rom¨¢ntico. El de Nietzsche era cat¨¢rtico. Pero el nihilismo de estas dos criaturas virtuales es amoral, es imperdonablemente primario, y, por todo ello, es destructivo.
www.pilarrahola.com
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