Caf¨¦ de tres religiones
La crisis del caf¨¦ de 1999, que provoc¨® la superproducci¨®n de Brasil y Vietnam, uni¨® lo que Idi Amin hab¨ªa separado (persigui¨® a la comunidad jud¨ªa y sus rituales). Ese mismo a?o, el l¨ªder de la comunidad jud¨ªa Abudaya, minoritaria en la regi¨®n de Mbale, J. J. Keiki (primer m¨²sico ugand¨¦s nominado para un premio Grammy), decidi¨® movilizarse y visit¨® casa por casa a todos sus vecinos cafeteros, sin pensar en la posible incompatibilidad de sus credos (jud¨ªos, cat¨®licos y musulmanes), hasta lograr la uni¨®n de todos en un prop¨®sito ¨²nico: crear una cooperativa agr¨ªcola que se ha convertido en ¨²nica en la historia de Uganda y tal vez de ?frica. Su logotipo: una cruz, una media luna y una estrella de David.
"Pertenecemos a distintas religiones, tribus y hablamos distintas lenguas, pero conseguimos trabajar juntos"
"La religi¨®n es cuesti¨®n de elecci¨®n. La paz es dulce. Escogerla es lo mejor que te puede pasar si sigues esta vida"
La exportaci¨®n de caf¨¦ es la piedra angular sobre la que descansa, casi enteramente, la econom¨ªa exterior de Uganda; pero la mayor¨ªa no procede de latifundios, sino de decenas de miles de familias de campesinos a peque?a escala que, hasta la aparici¨®n de la primera cooperativa de comercio justo, percib¨ªan una parte ¨ªnfima de los beneficios. Mirembe Kawomera (Paz Deliciosa), el primer caf¨¦ ugandes de comercio justo que se asienta en el mercado norteamericano, ha roto con ese molde. "Lo m¨¢s extraordinario es que, aunque los precios del mercado bajen, el acuerdo de comercio justo es permanente, lo que asegura el rendimiento de cada cosecha de cada familia cada temporada", dice una de las beneficiarias de la cooperativa.
A los pies de un volc¨¢n extinguido, el Monte Elgon, en la frontera noreste de Uganda con Kenia, se extienden las f¨¦rtiles tierras de sus laderas. Los escasos visitantes internacionales que recorren esta ruta, muy pr¨®xima a donde la guerrilla utiliza a ni?os y ni?as soldado, se encuentran con los parajes menos visitados del pa¨ªs y tambi¨¦n con una sociedad ins¨®lita de 25.000 personas en la que existen 25 mezquitas, 22 iglesias y 2 sinagogas. Ellos han hecho realidad lo que muchos otros predican: que personas que pertenecen a las tres religiones m¨¢s litigantes del mundo hayan constituido una cooperativa primero econ¨®mica y luego interreligiosa, humanista y sostenible en la que reina la armon¨ªa.
Las peque?as plantaciones se pueden observar desde lo alto como si se tratara de una manta de patchwork extendida en el territorio. Cada familia suma su cosecha a esta producci¨®n artesanal que, de momento, sigue siendo limitada, ya que la cooperativa s¨®lo cuenta con ocho despulpadoras manuales. Pero el florecimiento de su actividad les permite mirar el futuro con esperanza y aspirar a poder comprar algunas despulpadoras m¨¢s que les permitan llegar a producir unas 34 toneladas por temporada. Fuera del periodo de cosecha, la vida de la comunidad es placentera y sosegada. Ni?os de las tres religiones comparten su tiempo de ocio paseando o jugando al f¨²tbol, y la zona irradia una tranquilidad inusitada que no hace pensar que est¨¦ ocurriendo algo especial.
Kabala Stephen tiene 68 a?os y recuerda que en su juventud pudo crecer libremente sin prejuicios religiosos. Kabala es el vicepresidente de la cooperativa y se encarga del almac¨¦n, donde muestra orgulloso los pocos sacos que le quedan de la cosecha anterior: "?Apenas queda nada, todo vendido". Fue ingeniero en el pasado, es cristiano y no tiene problema en que sus hijos se casen con vecinos de otro credo. "Todos hemos sido creados por el mismo Dios y todos pertenecemos a la raza humana. Estar enfrentados no tiene ning¨²n sentido". Posa en la sinagoga frente a su almac¨¦n con Athalia y su beb¨¦, ambas jud¨ªas, y un joven musulm¨¢n, Katerega Alamanzani.
Katerega quiere hablar, con una mezcla de orgullo e impaciencia, de la macropol¨ªtica internacional: "No sabemos por qu¨¦ lo que hemos logrado aqu¨ª no ocurre m¨¢s a menudo en el mundo. Adem¨¢s de las tres religiones, pertenecemos a distintas tribus y hablamos distintas lenguas..., pero conseguimos trabajar juntos".
"Oriente Pr¨®ximo, Somalia..., todos tienen problemas religiosos, que nosotros no entendemos ni compartimos", contin¨²a Kabala. "Mi recomendaci¨®n personal es dejar de lado los enfrentamientos. Creemos en el desarrollo de nuestro movimiento cafetero y en el cese del enfrentamiento entre las religiones que aqu¨ª representamos. No es f¨¢cil, pero se puede conseguir. Nuestra experiencia demuestra que se puede crear otra realidad am¨¢ndose los unos a los otros. No entendemos que los que est¨¢n en guerra se llamen creyentes y no cumplan ese mandato. Trabajar, jugar, planificar juntos como una familia no es tan dif¨ªcil".
Richard Mangali es un trabajador social de una ONG vecina, la Fundaci¨®n para el Desarrollo de Comunidades Necesitadas (FDNC). Acude tres veces por semana con enfermeros y trabajadoras sociales que educan en prevenci¨®n de sida y otras enfermedades: "Esta gente es muy interesante. El estr¨¦s no existe entre ellos, su integraci¨®n y cohesi¨®n es excepcional. Cuando anunciamos una visita m¨¦dica aparece el 70% o el 100% de la poblaci¨®n, mientras en el resto de la regi¨®n s¨®lo acude un 20%, y se trata de poblaci¨®n femenina exclusivamente. En las comunidades tribales es muy dif¨ªcil hacer el test del sida, sus pol¨ªticos nos piden algo a cambio para empezar. Aqu¨ª lo que reclaman es que les eduquemos para, a su vez, movilizar a los suyos, y eso se debe a la unificaci¨®n religiosa y al proyecto comunitario".
Para el jefe de Richard, el californiano Justin Silbaugh, director ejecutivo de FDNC, Abudaya es el gran ejemplo de lo que comunidades rurales en el mundo en desarrollo pueden conseguir cuando son capaces de olvidar sus diferencias. "El modelo agrario interreligioso es uno de los que m¨¢s f¨¢cilmente se pueden transferir a otras comunidades de todo el continente africano, donde las tensiones entre cristianos y musulmanes son tan fuertes. Esta comunidad es como un faro en un mundo que parece haber perdido su camino".
En otra aldea cercana, Siriri Israel, director de la escuela jud¨ªa de primaria y secundaria, muestra orgulloso las instalaciones y c¨®mo con el excedente de presupuesto escolar (que proviene de la cooperativa) est¨¢ abasteciendo de agua y asistiendo con una cl¨ªnica a la poblaci¨®n m¨¢s cercana. "Los ni?os de otras culturas vienen porque aqu¨ª no importa la religi¨®n, sino la actitud. Es el mismo baremo que aplicamos a la selecci¨®n de profesores. Los contratamos por su val¨ªa, nunca hemos pensado que un cat¨®lico no puede ense?ar o trabajar con un musulm¨¢n. Los padres nos eligen porque aqu¨ª respetamos la oraci¨®n de cada uno y por nuestras relaciones en el entorno".
J. J. Keiki, el fundador de la cooperativa, asiste en Kampala a una reuni¨®n de m¨²sicos: "Empec¨¦ a vender la idea del caf¨¦ comunitario en 2003, y en 2004 mi sue?o se hab¨ªa realizado". La herramienta que inspir¨® a la gente fue la m¨²sica. Desde los a?os noventa compongo canciones que son llamadas a la paz y al amor. La buena marcha econ¨®mica de la cooperativa contribuye a mantener este esp¨ªritu bien alto. Si te fijas, en todos los libros sagrados hay versos sat¨¢nicos, de persecuci¨®n a quien es diferente. Nosotros nos concentramos en lo que nos une y no en lo que nos separa".
"La religi¨®n es cuesti¨®n de elecci¨®n, como si comes carne o matoke [plato local vegetariano]. La paz es dulce. Escogerla es lo mejor que te puede pasar si decides seguir ese tipo de vida", comenta Khabala Joseph, el administrador de sonrisa permanente. "Quien bebe nuestro caf¨¦ tambi¨¦n recibe el dulce gospel de la paz", concluye el m¨²sico J. J. Keiki.
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