Bebo y Chucho Vald¨¦s. Lazos de sangre
Alguna vez pens¨¦ que no volver¨ªamos a vernos y ahora tenemos la oportunidad de estar juntos y poder grabar lo que hac¨ªamos en casa. Quiz¨¢ sea una recompensa a todos aquellos a?os de incertidumbre". Quien habla es Jes¨²s, Chucho, Vald¨¦s, uno de los m¨¢s grandes pianistas del mundo. Para ¨¦l, la gira y la grabaci¨®n con Bebo significa algo muy especial. "Siempre trat¨¦ de que mi pap¨¢ se sintiera orgulloso de m¨ª, porque era mi maestro, el m¨²sico que yo m¨¢s he admirado".
El 26 de octubre de 1960, en La Habana, Bebo Vald¨¦s embarc¨® en un avi¨®n con destino a M¨¦xico. Con ¨¦l iban el cantante Rolando Laserie y su mujer. No se lo dijo a su familia hasta el d¨ªa de la partida. Y Chucho no fue a despedirle al aeropuerto: "Ten¨ªa la corazonada de que no lo iba a volver a ver". Han pasado casi 47 a?os, pero a Chucho le brillan los ojos al recordarlo. "Lo viv¨ª con gran dolor. La vida cambi¨® para m¨ª. Ten¨ªa 19 a?os y tuve que hacer de pap¨¢, de hermano mayor y de todo. Me obligu¨¦ a ser un hombre ya. Le jur¨¦ a mi mam¨¢ que nunca la iba a abandonar. Y hasta hoy estoy al lado de ella. Me dijo: 'Chucho, nunca me dejes'. Y yo he cumplido y voy a cumplir con ella".
"Chucho iba conmigo a todas partes. Hasta a buscar hembras" (Bebo)
"Mi vida es el piano, as¨ª que cuando me vaya, que sea tocando (Bebo)
"Quise que mi pap¨¢ se sintiera orgulloso de m¨ª, porque es mi maestro" (Chucho)
Tampoco le fue f¨¢cil a Bebo dejar a sus cinco hijos. "Me dijeron las autoridades: 'si no te gusta, vete". Ya no le permit¨ªan entrar en Radio Progreso porque no estaba afiliado al partido. Y un d¨ªa lleg¨® a su casa y le estaba esperando uno de sus m¨²sicos con un fusil al hombro. ?ste le espet¨®: "?Te integras o no?". "Era el que no est¨¢ con nosotros est¨¢ en contra. No hab¨ªa t¨¦rmino medio. Entonces decid¨ª irme. Sab¨ªa que posiblemente no volver¨ªa. Cuando llegamos a M¨¦xico, Rolando y yo nos dijimos 'ni vertical ni horizontal' hasta que aquello no cambie".
Hace dos a?os que Bebo Vald¨¦s ha cambiado la fr¨ªa Estocolmo, en la que vivi¨® las ¨²ltimas d¨¦cadas, por Arroyo de la Miel, municipio de Benalm¨¢dena. Ah¨ª, en una planta baja con patio, reside ahora uno de los grandes m¨²sicos de la historia de Cuba. La idea era pasar los inviernos en la Costa del Sol y los veranos en Suecia, pero Rosemarie, su mujer, no parece muy dispuesta a renunciar al clima malague?o. En la peque?a sala de estar, Bebo y Chucho Vald¨¦s han estado preparando el repertorio del disco que graban con Fernando Trueba. Los dos hombretones -Bebo mide 1,84 metros, y Chucho, 1,94 metros- se sientan de cara a la pared: el padre, ante un piano vertical, y el hijo, frente a uno digital. Para los ensayos de la gira espa?ola, iniciada en Canarias, el auditorio Alfredo Kraus ha puesto dos pianos de cola a su disposici¨®n en Las Palmas. Chucho va acariciando las teclas mientras mira tocar a Bebo. Cierra los ojos y sigue a su padre en Tres palabras o La bien pag¨¢ con esas manotas que le ha regalado la gen¨¦tica. Hay un nuevo Vald¨¦s en la plaza: Juli¨¢n, su hijo de ocho meses, al que Chucho coge en brazos cada poco, y que se abalanza sobre el teclado con entusiasmo.
Desde que viaj¨® a Estocolmo, en diciembre de 1999, Fernando Trueba no sale de la vida del cubano octogenario. Entonces, Bebo se hab¨ªa jubilado -despu¨¦s de haberse pasado 14 a?os olvidado tocando el piano en un hotel- y cobraba una pensi¨®n del Estado sueco. "Lo considero un ¨¢ngel que me ense?a el camino. Fernando me ha dado mucha vida. Los zapatos que llevo me los regal¨® ¨¦l. En Los ?ngeles me llev¨® a comprar estos zapatos con una plantilla especial, y ya no me duelen los pies".
Dice Trueba que Bebo conserva una inocencia casi infantil. ?l los reuni¨® en la pel¨ªcula Calle 54 con La comparsa, de Lecuona. "Cuando lleg¨® el momento, ten¨ªa tantas ganas de o¨ªrlo, pero tantas ganas de o¨ªrlo a ¨¦l, que me pas¨¦ el tiempo escuch¨¢ndolo", cuenta Chucho. Seg¨²n Bebo, ese d¨ªa fue tan grande la emoci¨®n, que le dio su primer ataque cerebral: "Comiendo con ¨¦l me qued¨¦ ciego. No ve¨ªa. ?l me agarr¨® y quer¨ªan meterme en un taxi, pero les dije que esperaran dos minutos, que se me iba a pasar. Y todo lo que era negro empez¨® a aclararse".
Bebo luce una pulsera que le ha regalado Chucho. Es un s¨ªmbolo de Babal¨² Ay¨º, oricha de la religi¨®n yoruba que en el catolicismo equivale a San L¨¢zaro. Y a¨²n lleva colgada la medalla con la Virgen que le regalaron unos gitanos. Ambos nacieron el 9 de octubre -Bebo, en 1918, y Chucho, en 1941-. Ese d¨ªa tambi¨¦n es el cumplea?os de uno de los ocho hijos de Chucho. Bebo tiene siete, "y entre quince y veinte nietos", aventura ¨¦l. "Y cuatro bisnietos", a?ade Chucho, que ya ha sido cuatro veces abuelo.
En su casa de La Habana se sol¨ªan sentar al piano. Uno a cada lado. Y se cambiaban de sitio. Bebo le pon¨ªa a tocar el bajo y Chucho tocaba la parte de los metales. O viceversa. Una tarde, antes de que Bebo se fuera a trabajar al Sevilla, estaban viendo la televisi¨®n y le dijo: "V¨ªstete, que vas a tocar esta noche".
-Se me puso cara de susto, ?muchacho! (Bebo r¨ªe como un ni?o travieso).
-Le dije a ¨¦l: "Ahora te espera la Universidad de la calle".
-La primera vez que me dijo "v¨ªstete y vete...". ??o! Y ¨¦l sentado de lo m¨¢s tranquilo. No, Bebo, t¨² est¨¢s loco.
-Cu¨¦ntale lo de Matanzas? (Bebo se r¨ªe).
-Hab¨ªa una pareja de espa?oles que iban a bailar El sombrero de tres picos, de Falla. Cuando llegamos, el piano estaba medio tono bajo. Yo estaba tocando a primera vista unas cosas que casi no pod¨ªa con ellas y me dice el director: "?Qu¨¦, t¨² quieres que en la orquesta transporte todo el mundo por tu culpa?". Tuve que tocar por arriba de las negras. Termin¨¦ llorando, pero termin¨¦.
Cuando Chucho ten¨ªa 16 o 17 a?os, Bebo le coloc¨® como pianista de su orquesta. En el primer ensayo devoraba las 52 teclas blancas y las 36 negras. "Imag¨ªnate t¨², que la orquesta termin¨® y yo segu¨ª tocando. Tocaba y tocaba y, ?bam!, cerr¨® la orquesta, y yo segu¨ª. Y dice Chocolate [el trompetista Armenteros]: '?oye, Bebo!, tienes que ponerle freno al Caballito [a Bebo le dec¨ªan Caball¨®n], que est¨¢ desbocado".
Con tres a?os, Chucho ya se encaramaba al piano. "El piano era un juguete para m¨ª. O¨ªa una melod¨ªa por la radio y me la aprend¨ªa inmediatamente. Me acuerdo que mi t¨ªa me llev¨® al cine a ver una pel¨ªcula. Por la ma?ana me levant¨¦ con una melod¨ªa pegada en la cabeza que no recordaba d¨®nde la hab¨ªa escuchado. Me pongo a tocarla y sale todo el mundo corriendo de la cocina. Era la m¨²sica de Casablanca". Bebo empez¨® a tocar con siete u ocho a?os. "Para ¨¦l poder estudiar fue muy duro porque no ten¨ªa ni piano. Por eso yo digo que ¨¦l me da raya y salida, como decimos en el billar, de aqu¨ª a Jap¨®n. Imag¨ªnate t¨², que pas¨® mucho trabajo y que ten¨ªa que ir a pie a estudiar. Si ya yo nazco con un piano, con mi pap¨¢ que me puede dar clases, con un maestro que viene a la casa y con el plato caliente de comida para almorzar y cenar, no es lo mismo". La madre de Bebo, Caridad Amaro, se gan¨® cinco pesos en una loter¨ªa y le pudo por fin comprar un piano: "Cost¨® tres pesos, pero estaba en el comej¨¦n de arriba abajo y se cay¨®". "Se derrumb¨®", corrobora Chucho (r¨ªen los dos).
Por el domicilio de los Vald¨¦s, en el barrio de Santa Amalia, pasaban m¨²sicos como Ernesto Lecuona, Osvaldo Farr¨¦s, Portillo de la Luz, Bola de Nieve, Celia Cruz... -ella no sal¨ªa de all¨¢, dice Bebo- Chucho recuerda cuando oy¨® por primera vez Novia m¨ªa. "Estaban sentados en el portal, porque esa gente ven¨ªa con la guitarra, y yo atr¨¢s con el piano, y Jos¨¦ Antonio [M¨¦ndez] cantaba: 'novia m¨ªa, desde el primer y fiel abrazo...". "?Qu¨¦ lindo! Y los arreglos, gratis", se r¨ªe Bebo. Y Chucho: "Y la parte del piano tambi¨¦n, porque t¨² sabes que en ese tiempo...".
Bebo Vald¨¦s entr¨® en Tropicana en 1948. Un pianista que tocara all¨ª ten¨ªa que saber m¨²sica suramericana, zarzuela, jazz, el repertorio cubano... A finales de los cincuenta, Chucho estaba en todos los ensayos. "And¨¢bamos todo el d¨ªa juntos. Iba conmigo a todas partes (Bebo baja la voz), hasta a buscar hembras". Bebo Vald¨¦s grab¨® un disco en espa?ol de Nat King Cole -yo fui el que le ense?¨¦, aunque nunca aprendi¨® a decir cachito, dec¨ªa cachirou-, y en 1959, dirig¨ªa la orquesta Sabor de Cuba, con Chucho al piano. Los cantantes eran nada m¨¢s y nada menos que P¨ªo Leyva, Fernando ?lvarez y Rolando Laserie.
El piano es una extensi¨®n de ambos. "Si me lo quitan es como matarme", confiesa Bebo. "Cuando no ten¨ªa piano en Cuba, me quedaba en la escuela al cierre hasta que los guardas me agarraban y me botaban de all¨ª". "Hay pianistas que tocan muchas notas y son genios", explica Chucho. "Ejemplo, Art Tatum. Hay otros que no tocan muchas notas y tambi¨¦n son genios, como Monk. Yo, en la teor¨ªa de mucho y poco no creo. Me preocupa m¨¢s la originalidad. La improvisaci¨®n es como una conversaci¨®n. Hay momentos que tienes que hablar despacio. Y si te emocionas, pues hablas m¨¢s fuerte y hasta puedes hablar muy r¨¢pido. Estoy en contra del que toca para el aplauso, para impresionar. Hay dos tipos de virtuosismo. El del poder de s¨ªntesis lo tiene Bill Evans, el gran poeta; el del poder de tocar un mill¨®n de notas, todas con swing, y dentro del tiempo, Oscar Peterson".
Para rodar el documental 'Old Man Bebo', Carlos Carcas ha seguido a Bebo Vald¨¦s durante siete a?os. Y se pas¨® nueve meses montando las 200 horas de material a partir de viejas fotos, entrevistas con hijos, hermanos y amigos, filmaciones a?ejas... "Vi un retrato m¨ªo de 1948 y no me conoc¨ª", asegura Bebo. Y Chucho, bajando la voz: "Hay otra foto que yo traje en la que ¨¦l est¨¢ con una tremenda mulata abrazado. Y le dije: 'mira, hmmm". Bebo se r¨ªe: "Bueno, de eso ha pasado ya una tonga de a?os". "Desde que ¨¦l y el hermano ten¨ªan 13 o 14, yo me levantaba por la ma?ana cuando estaban dormidos, y para joderlos, tiraba de la s¨¢bana. Y ve¨ªa que hab¨ªa semen... Que los muchachos (con la mano, Bebo hace el gesto de masturbarse). Habl¨¦ con unas amigas m¨ªas que ten¨ªan el lugar para eso, y les dije: 'yo lo pago por adelantado, pero tienen que tener los dos esto que ya t¨² sabes (simula ponerse un preservativo)'. Un domingo me los llev¨¦ y los puse con ¨¦sta -a Chucho- y con ¨¦sta -a Ra¨²l-. Y de ah¨ª, los domingos les daba cinco pesos a cada uno y ya iban solos. Es lo ¨²nico que pod¨ªa hacer un padre por un hijo ?no?". Chucho agacha la cabeza tap¨¢ndose la cara con la palma de la mano.
Se reencontraron en 1978 en Nueva York, en una cafeter¨ªa de la S¨¦ptima Avenida. "Yo sab¨ªa desde hac¨ªa una semana que Bebo estar¨ªa all¨ª. Muchas emociones. Iba a verle despu¨¦s de 18 a?os, a conocer a Bill Evans en persona y era el debut de Irakere en Estados Unidos, en el Festival de Jazz de Newport". Bebo se dej¨® sus buenos d¨®lares en el concierto del Carnegie Hall, invit¨® a todo el mundo. "En el camerino, un tipo que me dijo: 'usted ve c¨®mo Cuba hace a los m¨²sicos...'. Y me fui". "Deja la pol¨ªtica, t¨²mbala", le pide Chucho.
Chucho Vald¨¦s toc¨® con el grupo Irakere en Estados Unidos gracias a las medidas del presidente Carter. Ya no pudo volver a hacerlo, por las prohibiciones, hasta 1987. "Hazte idea que esa prohibici¨®n hubiera existido en la d¨¦cada de cuarenta. No se hubieran encontrado Mario [Bauz¨¢], Machito y Chano Pozo con Parker y Gillespie, el bebop con la cosa afrocubana. Cuando t¨² proh¨ªbes el arte est¨¢s parando el desarrollo de la cultura". En Estados Unidos le tratan de maravilla. Le admira gente del cine como Jack Nicholson, Sidney Pollack, Whoopi Goldberg... "Tengo una foto peleando con Mohamed Al¨ª. En el 96 yo estaba trabajando en un club de Nueva York y ¨¦l supo que era mi cumplea?os. Me invit¨® a comer en un restaurante. Me regal¨® la trusa [calz¨®n] y los guantes".
Irakere, el grupo que Chucho cre¨® en 1973, ha dejado su impronta en el jazz latino y la m¨²sica cubana bailable. Como ya hiciera Bebo con su orquesta del batanga, usaba la polirritmia de los tambores bat¨¢, legado de los yorubas que llegaron como esclavos a Cuba. "Ha sido una escuela de cuatro generaciones. La favorita m¨ªa fue la primera con Paquito [D'Rivera], Sandoval [Arturo], Varona y Averhoff. La secci¨®n de metales m¨¢s importante y m¨¢s violenta que yo haya escuchado. Ten¨ªa que vivir con el l¨¢piz en la mano y tratando de complicar m¨¢s las cosas para ver si me daban un descanso. La gente dec¨ªa: 'es que en Irakere los arreglos son muy complicados'. ?Claro! ?Qu¨¦ le puedo escribir a Arturo? ?Qu¨¦ le voy a escribir a Paquito? Pod¨ªan tocar cualquier cosa haciendo chistes".
En 1990, cuando Bebo supo que su hija Mayra Caridad iba a actuar en un club de Par¨ªs, cogi¨® un avi¨®n en Estocolmo. "Cachita estaba cantando y al presentarme en la sala se echa a llorar. Subo al escenario y le doy un abrazo, pero no se le quitaba. Yo la dej¨¦ de cuatro a?os en Cuba. Me dijo: 'acomp¨¢?ame en un n¨²mero'. Toqu¨¦ y llantos y m¨¢s llantos", recuerda. "La otra hija, Miriam, ten¨ªa una hija que yo sab¨ªa que estaba en estado y quer¨ªa verlas. Fui hasta Blois, donde viv¨ªa la nieta. Nunca la hab¨ªa visto. A las siete de la tarde le entran los dolores y una hora despu¨¦s nace la ni?a. Mi bisnieta. Hay una foto en el hospital en la que estoy con ella en brazos, mi hija a un lado y mi nieta al otro. Cuatro generaciones. Eso no se me va a olvidar jam¨¢s".
Mientras el mambo recorr¨ªa el mundo, el batanga de Bebo result¨® un fracaso. Le duele todav¨ªa. "Porque me cost¨® mucho trabajo hacerlo y muy poco desbaratarlo". Fue a los cabildos a escuchar los tambores rituales. Tom¨® uno de los ritmos sagrados y le cambi¨® algunas cosas. El fracaso, curiosamente, empez¨® con ¨¦xito. Los due?os de la Cadena Azul de radio contrataron a la orquesta del batanga para tocar los domingos. Hab¨ªa colas de una cuadra y media para entrar en el estudio de la calle Prado. "Se llenaba el auditorio, 1.200 personas, pero nadie [se refiere a patrocinadores] compr¨® eso y se acab¨®".
Chucho Vald¨¦s, que acaba de grabar discos con Charles Aznavour y Pablo Milan¨¦s ?"acompa?ar es m¨¢s dif¨ªcil que tocar solo. El pianista tiene que servirle la mesa al cantante para que se sienta bien"?, dio su primer recital en 1993 en Montreal. "Las piernas me temblaban. Yo tocaba con Irakere y no estaba acostumbrado. Y menos en un festival con Herbie Hancock, Chick Corea, Jarrett? Busqu¨¦ mi identidad en el tumbao cubano y en hacer versiones. Ah¨ª me di cuenta de que s¨ª pod¨ªa hacerlo". A?os m¨¢s tarde, tambi¨¦n en Montreal, lo programaron en la iglesia de la Sant¨ªsima Trinidad, templo de concertistas cl¨¢sicos. "La directora me dijo: 'mira, si no te aplauden, no te asustes, y si se va la mitad de la gente, tampoco porque ayer toc¨® un pianista de jazz muy importante y se fue casi todo el mundo'. Yo pens¨¦: '?qu¨¦ voy a hacer ahora?'. Primero toqu¨¦ Les feuilles mortes al estilo barroco y cuando termin¨¦ con un preludio de Bach el p¨²blico se puso en pie y empez¨® a gritar. Entonces le met¨ª tumbaos a Debussy. Hice lo que me dio la gana".
En Nueva York, este pianista torrencial ha grabado discos como Live at Village Vanguard ?en cuarteto? y Solo en el Lincoln Center: "Estaba todo vendido hac¨ªa semanas y hubo reventa con tiques a 500 d¨®lares". "Cada vez que yo tocaba en Nueva York hab¨ªa un se?or mayor que estaba sentado all¨ª. En 2000 me cita Blue Note para hacer un disco. Y en las oficinas estaba ese se?or. Me dice: 'quiero que grabes un disco de piano cl¨¢sico'. Era Max Wilcox, el representante que le grab¨® a Arthur Rubinstein los ¨²ltimos 17 a?os de su carrera. Mand¨® buscar un Steinway que hab¨ªa en Washington y a un ruso que era el mec¨¢nico del piano. Yo lo prob¨¦ y estaba maravilloso, pero el ruso dijo que no estaba bueno. Esper¨¦ cinco horas a que terminara de cuadrar el piano. Y cuando le puse la mano era incre¨ªble. Nunca o¨ª sonar un piano as¨ª, nunca", confiesa.
En 'Old Man Bebo' dice: "Nadie como yo sabe del talento de Bebo". "El Bebo que yo conozco, que no es el que ustedes conocieron, que es maravilloso, es el Bebo que se sentaba en la cocina y terminaba arreglo tras arreglo a una velocidad y con una calidad fuera de serie; el Bebo pianista de la lectura incre¨ªble de una partitura a primera vista; el Bebo genial director de orquesta, de la mano segura. ?se es mi h¨¦roe. Yo me aprend¨ª todos los solos de piano de todos sus temas de tanto escucharlo. Y todav¨ªa me los s¨¦. La cadencia que tiene tocando es irrepetible". Bebo opina -"y no como padre"- que Chucho es hoy el pianista m¨¢s completo de todos porque puede tocar cualquier cosa. "La t¨¦cnica que tiene, eso es para regalarlo". "Aprend¨ª lo que me ense?¨® el se?or [Chucho mira a Bebo sentado al otro lado de la mesa]. Si sal¨ª bueno, malo o regular, ¨¦chenle la culpa a ¨¦l" [se r¨ªe].
En Suecia, hace veinte a?os, un m¨¦dico le comunic¨® a Bebo que por un problema de v¨¦rtebras no volver¨ªa a tocar. "S¨®lo muerto", le dijo (se r¨ªe al recordarlo). A veces le duele la espalda, y hace siete veranos sufri¨® una trombosis, pero asegura que va a tocar hasta el d¨ªa que se muera. "Me quit¨¦ una vez y a los tres d¨ªas estaba loco. Yo no puedo estar encerrado en casa, mirando, ¨¦sa no es mi vida. Empec¨¦ muy temprano, as¨ª que cuando me vaya, que sea tocando el piano. Y de golpe, pum, y fuera".
Bebo y Chucho Vald¨¦s act¨²an el d¨ªa 21 en Tarragona (Auditori Camp de Mart); 22 y 23, en Barcelona (Teatre Grec); 26 en Madrid (Conde Duque); 28 en La Granja de San Ildefonso (patio de la Herradura) (Segovia); 3 de agosto, en Zaragoza (plaza de toros), y 6 de agosto, en Sos del Rey Cat¨®lico. El documental 'Old Man Bebo' se estrenar¨¢ en los festivales en oto?o.
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