El gran 'padrino'
Intervida, la mayor ONG de apadrinamientos y la tercera m¨¢s grande de Espa?a, era la obra personal de su fundador, Eduardo Castell¨®n
Hay dos cosas que Eduardo Castell¨®n, fundador de Intervida, valora por encima de todas las dem¨¢s: la lealtad y a s¨ª mismo. Si alguno de sus colaboradores osaba cuestionar alguna de sus decisiones, si hac¨ªan una pregunta inc¨®moda sobre su gesti¨®n o si le contradec¨ªan, Castell¨®n les colocaba una cruz y acababan march¨¢ndose, voluntaria o forzosamente. Quienes trabajaron para ¨¦l dicen que es un seductor capaz de convencer de cualquier cosa y que su esp¨ªritu megal¨®mano cre¨® Intervida para construir un emporio benefactor con el que cre¨ªa poder cambiar el mundo.
Castell¨®n naci¨® en Reus (Tarragona) en 1960. En sus inicios profesionales se dedic¨® a comprar empresas en quiebra y reflotarlas. Nadie parece dudar de su gran capacidad para los negocios y amas¨® una gran fortuna antes de los 30 a?os a pesar de proceder de una familia humilde. En un momento dado decidi¨® pasarse al mundo de las ONG. A sus colaboradores m¨¢s cercanos les explic¨® que despu¨¦s de ver que su cuenta de banco era "desorbitante", pens¨® que deb¨ªa hacer algo por los dem¨¢s.
Regal¨® a sus directivos dos de sus libros favoritos: 'El arte de la guerra' y 'El gen ego¨ªsta'
Su esp¨ªritu megal¨®mano cre¨® un emporio benefactor con el que poder cambiar el mundo
Entonces comenzaron sus periplos por varias ONG. Fue a visitar a Vicente Ferrer a la India y tuvo reuniones con Ayuda en Acci¨®n. De esta ¨²ltima organizaci¨®n sali¨® el que ha sido su m¨¢s fiel escudero y brazo ejecutor de todas sus ideas: Rafael Puertas, otra de las personas investigadas por la fiscal¨ªa de Barcelona.
En un primer momento Castell¨®n pens¨® fundar una organizaci¨®n que recaudara dinero en Espa?a y lo enviara a organizaciones locales. Estuvo a punto de lograr un convenio de colaboraci¨®n con Vicente Ferrer, pero al final no llegaron a ning¨²n acuerdo. Entonces decidi¨® fundar su propio proyecto con su esposa. En 1993 crearon la asociaci¨®n Intervida, la Fundaci¨®n Intervida y la Fundaci¨®n Cuna. Esta ¨²ltima, que ten¨ªa en propiedad varios bienes inmuebles, se llamaba as¨ª porque fue creada para dar nacimiento a otras. Castell¨®n cre¨ªa firmemente en que aplicar los principios de las empresas privadas a las ONG resultar¨ªa mucho m¨¢s eficiente.
Con Rafael Puertas de la mano, Eduardo Castell¨®n empez¨® a dar forma a su visi¨®n. A trav¨¦s del apadrinamiento de ni?os y el marketing salvaje logr¨® recaudar como nadie. Cuando todav¨ªa las ONG apenas usaban la televisi¨®n para anunciarse, ¨¦l arras¨® con telemaratones en los que consegu¨ªa de una tacada 50.000 padrinos. Fotograf¨ªas de ni?os pobres y con cara de tristes lograban al instante que el espectador conmovido marcara el tel¨¦fono y aumentara las arcas de Intervida. La organizaci¨®n lleg¨® a ingresar unos 90 millones de euros al a?o.
No todos eran ni?os pobres. En uno de los anuncios de la campa?a Depende de ti se mostraba a una bonita ni?a dominicana. La publicidad dec¨ªa: "Que tenga qu¨¦ comer, depende de ti; que vaya a la escuela, depende de ti; que tenga un m¨¦dico, depende de ti". Una mano blanca acababa ofreci¨¦ndole l¨¢pices, un bol de arroz y un fonendoscopio. La mano blanca era de Eduardo Castell¨®n y la ni?a no era pobre: era su hija adoptada, de Santo Domingo.
El dinero llegaba a espuertas a Intervida. Castell¨®n convenci¨® de su proyecto a cientos de miles de padrinos, y no dejaba de recaudar a pesar de que no est¨¢ claro que pudiera gastar en proyectos todo el dinero que acumulaba la organizaci¨®n. Intervida se convirti¨® en una multinacional, INWA (Intervida World Alliance), con sedes en cinco pa¨ªses recaudadores: Espa?a, Italia, Jap¨®n, Francia y Estados Unidos y multitud de ellas en pa¨ªses del tercer mundo.
Sus dos grandes colaboradores a lo largo de estos a?os, que le han demostrado una lealtad a prueba de bombas han sido Rafael Puertas y Francisca Ruiz, ambos investigados ahora por la justicia. Puertas tuvo desde el principio de su relaci¨®n un flechazo con Castell¨®n. Los que han trabajado con ellos durante varios a?os dicen que es una buena persona y un eterno segund¨®n capaz de hacer cualquier cosa por Castell¨®n. Igual que Francisca Ruiz, secretaria en Intervida pr¨¢cticamente desde su fundaci¨®n. Tambi¨¦n la definen los trabajadores como una buena mujer, sin mucha formaci¨®n, capaz de firmar cualquier papel que le pusiera su jefe por delante. Informaba puntualmente a Castell¨®n de todo lo que ocurr¨ªa dentro: qui¨¦n protestaba, qui¨¦n llegaba tarde o qui¨¦n preguntaba demasiado.
?sta es la imagen que perfilan los trabajadores de Intervida con los que ha hablado este peri¨®dico. Ninguno de ellos quiere dar su nombre. La mayor¨ªa de ellos porque quieren olvidar cuanto antes sus problemas en la ONG y la forma en la que salieron de ella. En abril de 2005, 25 directivos de la organizaci¨®n expusieron en una reuni¨®n todas sus inquietudes. Hab¨ªan visto papeles raros, nombres de empresas de las que no saben nada, alguna transferencia a Barbados de millones de euros. Nadie les explic¨® nada y poco tiempo despu¨¦s fueron despedidos. Son los m¨¦todos de Castell¨®n, un presidente que controla con mano f¨¦rrea todo lo que ocurre en la organizaci¨®n, capaz de contratar detectives para espiar a miembros de ONG rivales y que vive en un piso en Barcelona a nombre de una de las fundaciones ligadas a Intervida. En Espa?a no tiene inmuebles a su nombre, seg¨²n el Registro de la Propiedad.
La juez que lleva el caso Intervida ha mandado registrar estos d¨ªas las sedes de la fundaci¨®n y los pisos de algunos de sus responsables. Ha suspendido a los altos cargos de sus puestos. La instrucci¨®n tratar¨¢ de reconstruir el entramado de empresas creadas por Eduardo Castell¨®n y ver si hab¨ªan servido para desviar millones de euros a cuentas privadas. Todav¨ªa no hay nadie imputado, pero Eduardo Castell¨®n, cuyos dos de sus libros preferidos son El gen ego¨ªsta de Richard Dawkins y El arte de la guerra, tendr¨¢ que dar explicaciones muy precisas de su gesti¨®n al frente de la organizaci¨®n.
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