La familia Adams en Argentina
Primera escena del montaje Eva Per¨®n de Th¨¦?tre des Lucioles que acaba de pasar por el Teatre Lliure: Evita, vestida de oscuro, yace muerta en una camilla de hospital y, sin discernir muy bien lo que pasa, el p¨²blico asiste a la escisi¨®n entre su cuerpo y su alma. ?sta, blanca luego pura, se incorpora, se levanta y se aleja. Visto y no visto. Una magn¨ªfica aparici¨®n espectral, como difuminada, gracias a una cuidad¨ªsima iluminaci¨®n; una de esas im¨¢genes que se ven en las pel¨ªculas con efectos especiales.
De hecho todo el espect¨¢culo guarda relaci¨®n con el s¨¦ptimo arte, el que se hac¨ªa en blanco y negro, esos thrillers con final sorpresa en los que, por ejemplo, la v¨ªctima acaba siendo el verdugo.
Escrita en 1969 desde el exilio Eva Per¨®n, del polifac¨¦tico Copi, es una farsa sobre la m¨ªtica primera esposa del presidente argentino, que Marcial Di Fonzo Bo, director del montaje y protagonista de la obra, lleva al l¨ªmite entre acordes de tango de Piazzola, extractos de cha-cha-cha de P¨¦rez Prado, Shostakovich o las primeras notas de lo que parece la banda sonora del filme La familia Adams. Ella, reencarnada en el cuerpo de ¨¦l, es desp¨®tica, cruel y pat¨¦tica, pero tambi¨¦n la m¨¢s lista de todos los que est¨¢n a su alrededor durante la lucha que mantiene contra el c¨¢ncer los ¨²ltimos d¨ªas de su vida. Es la que se apodera del futuro inmediato de Argentina y de la escena.
Desaforada Evita
Caprichosa, insolente, desaforada, la Evita de Di Fonzo Bo maneja a su madre, interpretada con mucho descaro por el actor Pierre Maillet, a su hier¨¢tico esposo (Rodolfo de Souza), al secretario Ibiza (Agustin Vasquez) y a la enfermera hermafrodita (Elise Vigier), una mujer con genitales masculinos. La ambig¨¹edad de g¨¦neros, como se?ala el director en el programa de mano, cuestiona el papel del actor y el de la representaci¨®n que, en este caso, no es sino una manera de preguntarse c¨®mo era realmente Eva Duarte de Per¨®n y hasta qu¨¦ punto representaba el papel de la carism¨¢tica Evita.
La cuidadosa iluminaci¨®n que ya he mencionado delimita la acci¨®n a varios niveles y juega, gracias a la superposici¨®n de unos paneles de gasa, con el imaginario de los sue?os mientras, al mismo tiempo, el conjunto se vuelve asfixiante y nos traslada a otra idea imaginaria, la que podamos tener del b¨²nker en el que pas¨® sus ¨²ltimos d¨ªas otro d¨¦spota como fue Hitler.
Montaje grotesco, exacerbado, a ratos divertido, a ratos un pel¨ªn latoso, lleno de gui?os publicitarios y que acaba con un inesperado giro argumental que se lleva por delante lo que haya podido quedar en pie durante la funci¨®n del mito de Evita.
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