El re?idero kosovar
Al calor del plan Ahtisaari, que, como es sabido, se propone conceder una independencia tutelada a Kosovo, han reaparecido muchos de los t¨®picos que se manejaron, un decenio atr¨¢s, con respecto a la desintegraci¨®n de Yugoslavia. Baste con recordar la letan¨ªa sobre los reconocimientos unilaterales alemanes o la sugerencia, com¨²nmente encubierta, de que las autoridades serbias sus razones ten¨ªan para encarar de manera vehemente unas u otras secesiones. Es llamativo que en ese magma de atropellos intelectuales pocos recuerden lo que ocurri¨® en Kosovo, a partir de 1989, merced a las pol¨ªticas abrazadas por la Serbia de Milosevic: la autonom¨ªa fue abolida, se instaur¨® una ley marcial saldada en palmarias violaciones de derechos y se despleg¨® un genuino r¨¦gimen de apartheid contra la mayor¨ªa albanesa de la poblaci¨®n. Antes de la reconversi¨®n b¨¦lica del conflicto, y durante ocho a?os, la respuesta albanokosovar consisti¨®, por a?adidura, en el aprestamiento de un movimiento de desobediencia civil no violenta.
No faltan los expertos que, con argumentos ponderados, sugieren que ese escenario de violaciones de derechos bien puede convertirse hoy en justificaci¨®n mayor para el reconocimiento de un horizonte de autodeterminaci¨®n en Kosovo. No nos enga?emos, sin embargo, al respecto. Si, por un lado, el plan Ahtisaari no prev¨¦ en realidad una f¨®rmula de autodeterminaci¨®n -preconiza directamente la independencia-, por el otro lo razonable es huir de explicaciones conspiratorias y aducir que las potencias occidentales se disponen a reconocer un Kosovo independiente en virtud de un prosaico ejercicio de realpolitik: es m¨¢s sencillo dar rienda suelta a las querencias de la mayor¨ªa albanesa de la poblaci¨®n que atender a las demandas de la minor¨ªa serbia local. Y ello resulta ser as¨ª tanto m¨¢s cuanto que se antoja impensable una reacci¨®n agresiva en Belgrado.
Es verdad, con todo, que el embrollo kosovar se ve hoy marcado por un problema de enjundia cual es el hecho de que la minor¨ªa serbia, y con ella otras, se ha visto privada desde 1999 de sus derechos m¨¢s elementales. Semejante situaci¨®n no es sino una secuela m¨¢s del rotundo fracaso del protectorado que cobr¨® cuerpo luego de una intervenci¨®n, la de la OTAN, de la que deber¨ªa ocuparse el Tribunal de La Haya. Ninguno de sus objetivos ha sido satisfecho: la democratizaci¨®n no ha progresado, la econom¨ªa se halla estancada, las mafias se mueven a sus anchas y a duras penas ha germinado nada que merezca el nombre de sociedad civil, circunstancias todas que -parece- deber¨ªan aplazar la apertura de una discusi¨®n sobre el futuro del pa¨ªs. No est¨¢ de m¨¢s se?alar, claro, que al amparo del protectorado han despuntado tramados intereses como los que se han revelado de la mano de la base norteamericana de Bondsteel, con su peque?o Guant¨¢namo. Como no est¨¢ de m¨¢s agregar que las fuerzas albanokosovares, impregnadas de un irrefrenable maximalismo que ha marginado a quienes pod¨ªan servir de puente entre comunidades -no les han ido a la zaga en ello sus hom¨®logas serbias-, han aplazado para el d¨ªa despu¨¦s de la independencia la resoluci¨®n de los problemas m¨¢s perentorios.
Si alguien se pregunta por las razones que invitan a resolver con prisa desmesurada el re?idero kosovar, y habida cuenta de que no parece que pueda invocarse al respecto el deseo acuciante de retirar soldados y funcionarios for¨¢neos, habr¨¢ que volver los ojos hacia las demandas de los principales agentes en confrontaci¨®n: si entre los partidos serbios impera la percepci¨®n de que el protectorado no es sino una lamentable antesala de la independencia, la mayor¨ªa de las fuerzas albanokosovares consideran que aqu¨¦l se ha prolongado de manera injustificada. Por si poco fuera, y del lado de estas ¨²ltimas, en la trastienda se barrunta la amenaza de declarar unilateralmente la mentada independencia en caso de que las negociaciones no lleguen a buen puerto.
Nada de lo dicho desmiente la importancia de lo que piensa la mayor¨ªa de los habitantes de Kosovo, que, a buen seguro, y de resultas de los avatares del decenio de 1990, defienden la secesi¨®n con respecto a Serbia en provecho de la creaci¨®n de un Estado independiente (y no, por cierto, de una unificaci¨®n con Albania). Conviene se?alar al respecto la interesada liviandad de los argumentos esgrimidos por quienes se aferran al designio de negar cualquier horizonte de autodeterminaci¨®n y secesi¨®n, como si el hecho de que Kosovo en el ordenamiento jur¨ªdico yugoslavo careciese de tales potestades cerrase toda discusi¨®n. Es verdad, eso s¨ª, que las perspectivas que abre el plan Ahtisaari son delicadas de puertas afuera: un Kosovo independiente parece llamado a provocar movimientos en otros escenarios, y en singular, en la vecina Rep¨²blica Serbia de Bosnia. Lo suyo es prestar atenci¨®n, por lo dem¨¢s, a la posici¨®n de Rusia: aunque aparentemente hostil a la independencia kosovar, Mosc¨² podr¨ªa sacar partido de esta ¨²ltima y reclamar la aplicaci¨®n de f¨®rmulas similares en el Transdniestr, en Abjazia y en Osetia del Sur. No es m¨¢s edificante, aun as¨ª, la actitud de Estados Unidos, embaucado en el designio de hacer las cosas dif¨ªciles a terceros, y la de varios miembros de la Uni¨®n Europea que postulan una independencia tutelada en Kosovo mientras rechazan firmemente horizontes similares a la hora de encarar contenciosos internos.
Olvidemos ahora que la mayor¨ªa de las opiniones, serenas y respetables, hostiles al plan Ahtisaari invocan argumentos centrados en la estabilidad y en modo alguno se interesan por las presuntas querencias de las gentes, y recordemos que es leg¨ªtimo que tales opiniones reclamen un rechazo frontal de un Kosovo independiente. Quienes as¨ª razonan deber¨¢n explicar a continuaci¨®n, bien es verdad, qu¨¦ futuro postulan para ese castigado pa¨ªs, no vaya a ser que las f¨®rmulas alternativas que manejen sean a¨²n m¨¢s problem¨¢ticas que las que Ahtisaari ha colocado sobre la mesa.
En cualquier caso, sobran los motivos para rescatar una pregunta muchas veces formulada los ¨²ltimos meses: por qu¨¦ en Kosovo se habr¨ªa de reconocer lo que en otros lugares se niega con firmeza. Al lector hay que recordarle, eso s¨ª, que hay dos maneras de resolver el entuerto correspondiente: si la primera aconseja cortar por lo sano cualquier perspectiva de independencia para Kosovo, la segunda sugiere que no hay ning¨²n mal en examinar los activos que se derivar¨ªan de extender a otros escenarios la f¨®rmula kosovar.
Carlos Taibo es profesor de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Aut¨®noma de Madrid y autor de Guerra en Kosova. Un estudio sobre la ingenier¨ªa del odio (2001).
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