Las piernas de Vinok¨²rov
El kazajo resucita en la contrarreloj, Valverde se hunde, Rasmussen resiste, y Contador es la ¨²nica esperanza espa?ola
Llueve a c¨¢ntaros en Albi y algunos aficionados se refugian en la catedral. Un castillo de ladrillo, enga?oso, una fortaleza con la que el clero se proteg¨ªa del pueblo, desde la que atemorizaban a los herejes los obispos guerreros. En el interior, tan coloreado, estucado, como una iglesia ortodoxa rusa, los frescos del apocalipsis, la visi¨®n del infierno, los diablos horr¨ªsonos, el sufrimiento de los pecadores, estremece a un visitante espa?ol, le obliga a gritar casi, "vamos a ponerle una vela a Valverde".
Los ciclistas se refugian del agua bajo un toldo. Rutinariamente mueven los pedales sobre el rodillo, abrumados por el paisaje, por el temor a lo que les espera. Algunos, como David Millar, excitados. "El agua aumenta el placer", dice el escoc¨¦s, que parece salido del mundo del deporte extremo. "Qu¨¦ sensaci¨®n de velocidad, las ruedas escupiendo espuma...". El mundo de Valverde, evidentemente, est¨¢ muy lejos. La perspectiva de una contrarreloj del Tour no despierta en el murciano escalofr¨ªos de placer. No ayer, por lo menos. Tampoco necesita Valverde, exuberante en los Alpes, un fresco del infierno para que su alma tiemble y se interrogue. Le basta con mirar su puls¨®metro mientras en el rodillo intenta que se le disparen las pulsaciones, infructuosamente; le basta con enterarse de que Vinok¨²rov, que ha partido 51 minutos antes que ¨¦l, ha encontrado sus piernas perdidas. Le basta con saber, con intuir con dolorosa nitidez, que lo que la monta?a hab¨ªa unido lo iba a desunir la contrarreloj; le basta con anticipar que el Tour 2007 no ser¨¢ tampoco para ¨¦l.
"Me dieron por muerto, y aqu¨ª estoy. Atacaremos todos los d¨ªas en los Pirineos", dijo el ganador
Valverde perdi¨® seis minutos y se qued¨® en una media de 44,6 km. Vinok¨²rov lleg¨® a 48,7
Ser¨¢ para los kazajos, para los dos, Vinok¨²rov y Kashechkin, que le atormentaron en la ¨²ltima semana de la Vuelta; para uno m¨¢s, la segunda K, Kl?den; ser¨¢ para Evans, el australiano al que la coz de una mula lo dej¨® tocado y groggy a los 14 a?os y que a¨²n vive en su burbuja; para Rasmussen, el pollo volador, el sospechoso traficante de hemoglobina al que el maillot amarillo no le abruma. Ser¨¢ para Contador.
No ser¨¢ para Valverde, que perdi¨® seis minutos con respecto a Vinok¨²rov y empezar¨¢ la ¨²ltima semana, la de la terrible trilog¨ªa pirenaica por detr¨¢s del kazajo de las rodillas grapadas; tampoco para Mayo, que perdi¨® otro tanto, ni para Moreau, la esperanza de los desesperanzados franceses, que se dej¨® casi nueve minutos y medio por los falsos llanos, por el asfalto de grano gordo, rugoso, tan inc¨®modo, por los repechos del Tarn. El Tour ser¨¢ para los duros de coraz¨®n, para los heridos que se levantan. O para Contador.
Los heridos que se levantan con rabia. Vinok¨²rov, el que se arrastraba en los Alpes, el que baja las escaleras de espaldas para sufrir menos, el bruto que se dopa con dolor. Acab¨® en Brian?on descolgado y llorando. "Pens¨¦ en abandonar, pero aqu¨ª estoy", dijo. "Muchos me dieron por muerto, pero el Tour no ha acabado. He encontrado de nuevo mis piernas. Los Pirineos ser¨¢n dur¨ªsimos. Vamos a atacar todos los d¨ªas. Mi motivaci¨®n es tremenda". Habla como un general que quiere amedrentar a los enemigos. Asusta. Pedalea como un soldado. Duro, duro, duro. Estimulado por el sufrimiento. Sus piernas, sus tremendas piernas, martillearon el asfalto durante 54 kil¨®metros, impasible el rostro. Termin¨®, suspir¨® de alivio y se sent¨® a esperar a que terminaran todos. Luego pidi¨® una clasificaci¨®n general. All¨ª se vio, ya entre los diez primeros, noveno, a 5m 10s de Rasmussen, con sus dos Ks, sus dos lugartenientes feroces -tan terribles que ambos se cayeron en el descenso, y no s¨®lo no les frenaron las heridas, sino que la sangre les aceler¨® las piernas: gente del Este-, bien colocados delante. Nada es imposible para ellos.
Lo creen, como lo cree Rasmussen, 59 kilitos de pura fibra, piernecillas de ni?o, dos palillos, cabeza rapada, que fue capaz de doblar a Valverde, que hab¨ªa salido tres minutos antes. "Fue la contrarreloj de mi vida", dijo el dan¨¦s, que pasaba, despu¨¦s de su desastre en Saint ?tienne en 2005, por ser el peor contrarrelojista del mundo. No es que Valverde sea Indurain, pero el murciano, en condiciones normales, es m¨¢s que un digno rodador, mejor, seguramente, que Rasmussen: as¨ª que hagan cuentas y valoren la haza?a del corredor que est¨¢ tan seguro de s¨ª mismo con el maillot amarillo embutiendo su torso. Claro que Valverde se qued¨® en una media de 44,6 kil¨®metros por hora. Triste. La de Vinok¨²rov, que habr¨ªa doblado dos veces al murciano, fue de 48,7.
A Rasmussen no le habr¨ªa doblado el kazajo, pero tampoco a Contador, tan buen escalador como el dan¨¦s, o mejor incluso -sus ataques son los ¨²nicos que han creado diferencias a la corta-, y que acab¨® s¨¦ptimo: un Perico que sabe manejar la cabra. Una esperanza como pocas, aunque sus grandes ojos verdes, sus largas pesta?as, hablen de candor, de juventud, de demasiadas virtudes para un Tour de hombres malos.
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