El oro verde africano
Nada m¨¢s penetrar en la vegetaci¨®n, un calor espeso y h¨²medo se pega a la piel y decenas de moscas enloquecidas se arremolinan por toda la cara. ?ste es el desagradable ambiente de uno de los para¨ªsos de la biodiversidad del planeta: la selva de la cuenca del r¨ªo Congo, la segunda mayor extensi¨®n de bosque tropical despu¨¦s de la Amazonia y el refugio de la mitad de todas las especies animales de ?frica, entre ellas la mayor parte de los elefantes de selva y los ¨²ltimos gorilas de llanura. Aqu¨ª dentro, gigantescos troncos se alzan como grandiosas columnas, y las ramas y hojas entretejen una hermosa b¨®veda de colores esmeralda que apenas deja pasar la luz del d¨ªa. En esta fabulosa catedral de la naturaleza retumba de pronto el rugido de una motosierra. Protegido tras la visera de un casco color naranja, el camerun¨¦s Moulele Thomas, de 38 a?os, comienza a hundir la hoja dentellada de su m¨¢quina en el vientre de un enorme ¨¢rbol: unos 85 metros c¨²bicos de valiosa madera tropical africana, de la que Espa?a es uno de los mayores compradores europeos, junto a Francia e Italia.
No deja de caer lluvia de serr¨ªn rojo en medio del quejido de las sierras. Polvo de azobe, el 'oro verde' africano
Las madereras generaron mucho dinero r¨¢pido y despu¨¦s desaparecieron, dejando un paisaje desolador
Esta inmensa mancha verde que se extiende por seis pa¨ªses de ?frica central (Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, Congo- Brazzaville, Gab¨®n, Camer¨²n, Rep¨²blica Centroafricana y Guinea Ecuatorial) encierra algunos de los ¨²ltimos bosques primarios de la Tierra, adem¨¢s de cerca de 400 especies de mam¨ªferos, 1.000 de aves, 1.300 de mariposas o m¨¢s de 10.000 de plantas (3.000 de ellas, end¨¦micas). Sin embargo, las sierras mec¨¢nicas de las madereras son todav¨ªa, junto a la agricultura y el fuego, una de las causas principales de que su extensi¨®n se siga reduciendo hoy a un ritmo de unas 700.000 hect¨¢reas al a?o, casi tanto como la provincia de M¨¢laga, seg¨²n cifras de 2007 de la Organizaci¨®n para la Agricultura y la Alimentaci¨®n (FAO), de Naciones Unidas, que reconoce no disponer de toda la informaci¨®n en este continente. Otros c¨¢lculos anteriores de la Comisi¨®n de Bosques de ?frica Central (Comifac) llegan a duplicar esta tasa de destrucci¨®n.
Ahora bien, no todo es siempre lo que parece: sobre la corteza del ¨¢rbol que destripa Thomas con su sierra mec¨¢nica, un n¨²mero 16 pintado en letras amarillas muestra que las cosas tambi¨¦n empiezan a cambiar en ?frica. Significa que ¨¦ste es el ejemplar 16 de la parcela 17 D de la Unidad de Gesti¨®n Forestal (UFA) 00 004 de Camer¨²n: un trozo de selva de los cerca de 5,5 millones de hect¨¢reas de la cuenca del Congo que, seg¨²n la organizaci¨®n ecologista World Wildlife Fund (WWF / Adena), est¨¢n ya certificados o en proceso de certificaci¨®n como bosques explotados de forma sostenible con el sello FSC (Forest Stewardship Council). No es mucho comparado con la superficie del resto de concesiones, pero constituye un cambio fundamental en ?frica.
Basta darse un paseo por Madrid para encontrar una buena muestra de madera tropical africana en plena calle: muchos de los bancos de color pardo o rojizo m¨¢s nuevos colocados en aceras y parques para que se sienten los transe¨²ntes. Son de iroko, un ¨¢rbol que sale de estas selvas del ?frica negra. La organizaci¨®n internacional WWF asegura que Espa?a es el segundo importador en Europa de madera de la cuenca del Congo y el tercero del mundo, detr¨¢s de Francia y China. Una aseveraci¨®n negada por la Asociaci¨®n Espa?ola de Importadores de Madera (AEIM), que en cambio s¨ª que confirma que el mayor proveedor de madera tropical del pa¨ªs en todo el mundo es Camer¨²n, por delante de Brasil.
De acuerdo a las ¨²ltimas estad¨ªsticas de la propia AEIM, en 2006 se descargaron en los puertos nacionales unos 140.000 metros c¨²bicos de madera procedente de este pa¨ªs africano, valorados en 58 millones de euros. "Espa?a compra mucha madera de la cuenca del Congo, pero no invierte en ella", se queja Elie Hakizumwami, un economista ruand¨¦s, de 47 a?os, encargado de bosques de WWF para toda ?frica central, que lamenta que no haya ni una sola empresa espa?ola sobre el terreno que contribuya al desarrollo de la zona. Tampoco ninguno de estos 140.000 metros c¨²bicos de madera desembarcados el a?o pasado llevaban marcadas las siglas FSC. Un sello que para conseguirlo exige muchos requisitos y a veces complicados. Pero ?qu¨¦ quiere decir realmente en ?frica eso de que el bosque sea explotado de forma sostenible?
Douala, la ciudad m¨¢s grande de la Rep¨²blica de Camer¨²n, es una urbe ca¨®tica semejante a un gigantesco termitero humano por cuyas calles se amontonan cerca de dos millones de personas de muy diferentes etnias. Desde este puerto fluvial parten muchos de los barcos que luego cruzar¨¢n el oc¨¦ano cargados con madera tropical, y all¨ª tambi¨¦n se encuentra uno de los aserraderos de la empresa holandesa Transformation Reef Cameroun (TRC), la encargada de la UFA 00 004.
"Somos transparentes, los periodistas pueden pasar", se ufana en su despacho Jacques Huleux, director de gesti¨®n y certificaci¨®n de esta compa?¨ªa. "Hab¨ªa que cambiar, las condiciones eran deplorables. Durante los ¨²ltimos 20 a?os parec¨ªa que todo val¨ªa, y esto no pod¨ªa durar, se hac¨ªa realmente mucho da?o. El propio Gobierno camerun¨¦s tambi¨¦n ha evolucionado; ya no se trata del funcionario corrupto de anta?o, ahora hay t¨¦cnicos".
Junto a un mapa de la selva troceada en su mayor parte por distintas ¨¢reas coloreadas, este maderero explica el sistema de explotaci¨®n que marca la ley del pa¨ªs: cada una de esas zonas es una concesi¨®n para 30 a?os, y la empresa que pague por ella debe dividirla en 30 parcelas. S¨®lo se puede explotar una por a?o; de esta forma se deja que el bosque se regenere, y al acabar el periodo se podr¨¢ comenzar de nuevo. Hasta no hace mucho, las concesiones eran de seis meses, y las madereras se llevaban todo lo que fueran capaces de cortar en ese tiempo. "Aunque ahora tampoco sea perfecto, la f¨®rmula actual representa un progreso enorme", detalla el franc¨¦s, mientras en el exterior no cesa de caer una fina lluvia de serr¨ªn rojo en medio del estridente quejido de las sierras. Polvo de azob¨¦, el oro verde africano. "?Que qu¨¦ mejora la certificaci¨®n? La diferencia es que te obliga a cumplir", se sonr¨ªe Huleux, que admite que aqu¨ª resulta demasiado complicado controlar todo el proceso de extracci¨®n para evitar que madera ilegal de origen desconocido salga del pa¨ªs mezclada entre el resto. "Algunos funcionarios siguen teniendo a¨²n sueldos muy bajos".
Esta compa?¨ªa holandesa comenz¨® hace un a?o el proceso de certificaci¨®n FSC de la UFA 00 004, una concesi¨®n al oeste de Ndikinimeki de unas 100.000 hect¨¢reas de selva. All¨ª mismo, el joven camerun¨¦s William Wainfoin lleva consigo varios tomos con los estudios ambientales y socioecon¨®micos realizados por la compa?¨ªa TRC para el proceso de certificaci¨®n. En estos papeles se describe la presencia en la zona de 415 variedades distintas de ¨¢rboles y al menos 35 especies animales relevantes; entre ellas, los muy amenazados elefantes de bosque, cocodrilos, chimpanc¨¦s o una decena m¨¢s de primates.
La riqueza natural del ¨¢rea es tal que se estudia la creaci¨®n de un parque nacional, el de Ebo. Y para reducir el da?o se ha limitado una reserva de protecci¨®n integral y se ha fijado toda una serie de requisitos para la explotaci¨®n del bosque: tama?os m¨ªnimos para cortar, ¨¢rboles protegidos, t¨¦cnicas de extracci¨®n, cierre de caminos... "Lo realmente importante de todo esto es que al certificarnos permitimos que terceras personas de una entidad independiente vengan a verificar que hacemos lo que dice aqu¨ª", incide Wainfoin.
Bajo un toldo de lona verde instalado fuera del bosque, varios mapas unidos sobre un tabl¨®n muestran la ubicaci¨®n exacta y el c¨®digo de cada ¨¢rbol de la explotaci¨®n. El 16/17D est¨¢ ya coloreado de rosa. A partir de ahora, cada etapa del viaje que emprenda la madera de este azob¨¦ debe ser registrada minuciosamente hasta llegar a las tiendas.
Pero en la selva de la cuenca del Congo no s¨®lo viven elefantes y simios; de acuerdo a los datos de la Comifac, tambi¨¦n dependen de este ecosistema cerca de 20 millones de humanos. Uno de ellos camina encorvado bajo una mochila por las mismas pistas de tierra en las que los camiones sacan el oro verde de la selva hacia Douala. Colgado de su espalda, doblada por el peso, lleva uno de los simios de la lista de especies destacadas de la UFA 00 004. Es un furtivo. Uno de los quebraderos de cabeza de los responsables de TRC para completar el proceso de certificaci¨®n de la concesi¨®n. Como se?ala Cyrille Ekoumou, experto en FSC de la organizaci¨®n WWF, "lo que distingue tambi¨¦n un bosque certificado de otro simplemente bien explotado es que las madereras est¨¢n obligadas a invertir en las comunidades locales para reducir la presi¨®n sobre el bosque".
En los contornos de este trozo de selva de 100.000 hect¨¢reas viven unas 20.000 personas, repartidas en 60 poblados y pertenecientes a una veintena de etnias distintas. En Yingui, poblado de los banen, vive Mack Jean, de 44 a?os, uno de los ocho representantes del comit¨¦ campesino forestal de Yingui Sur, el grupo de participaci¨®n local que discute los asuntos del bosque y que debe concretar con la compa?¨ªa maderera los proyectos que se vayan a poner en marcha de forma conjunta.
En la zona son 11 los comit¨¦s campesinos. "Queremos ayuda para montar un gallinero y una plantaci¨®n de pl¨¢tanos; adem¨¢s tenemos problemas para traer agua potable", detalla Jean. "El bosque lo es todo para nosotros", recalca Jean, que no entiende que los blancos se lleven los ¨¢rboles sin recibir nada a cambio. En otros lugares del pa¨ªs, como Moloundou, las madereras generaron mucho dinero r¨¢pido y despu¨¦s desaparecieron, dejando atr¨¢s un paisaje desolador y gente mucho m¨¢s pobre que antes.
En la selva, casi toda la vida de las comunidades locales transcurre sobre la tierra roja que cubre la mayor¨ªa de las carreteras. Todo lo dem¨¢s es de color verde. Estas pistas marcan los l¨ªmites de hasta d¨®nde se puede llegar, y por ellas se van los d¨ªas caminando de un lado para otro. Desde el borde se ve pasar a ni?os y ni?as uniformados con los libros en la cabeza, mayores con cestos para recolectar frutos y le?a, vendedores ambulantes, incluso brillantes motocicletas sobre las que se exhibe una elegante clase media. Pero tambi¨¦n es desde aqu¨ª donde empieza el fuego. De camino hacia Kribi, donde otra empresa holandesa, Wijma, cuenta con la primera explotaci¨®n certificada del pa¨ªs, la UFA 09 021, un hombre con las ropas todas tiznadas de negro contempla, entre troncos carbonizados, el hueco arrebatado a la selva. De la tierra ennegrecida surgen aqu¨ª y all¨¢ diferentes hojas verdes de lo que poco que acaba de plantar. Es un agricultor que se prepara para la ¨¦poca de lluvias.
Como indica Ekoumou, de WWF, la zona agroforestal comprende un m¨¢ximo de cinco kil¨®metros de cada lado de las carreteras, y antes de que comiencen las precipitaciones m¨¢s fuertes ir¨¢n apareciendo muchas columnas de humo. Aunque pronto recupere su color verde y vuelva incluso a crecer la vegetaci¨®n, toda esta selva m¨¢s pr¨®xima a los caminos tiene ya muy poco que ver con el bosque original y ha perdido gran parte de su riqueza. "La selva virgen hay que buscarla mucho m¨¢s adentro", afirma Jeremie Mba Aloo, jefe de Akak, un poblado que explota su propio bosque comunitario de 5.000 hect¨¢reas, 200 cada a?o. Como cuenta, el abuelo de su padre conoc¨ªa muy bien estos ¨¢rboles y c¨®mo utilizar su magia: "La gente iba al bosque para hacer su culto; buscaban el bubinga, un ¨¢rbol anciano muy venerado, que da mucho poder". Mba Aloo explica que estos bubingas m¨¢s viejos eran sagrados y no se cortaban jam¨¢s.
Buena parte del mundo conservacionista piensa que los ¨²ltimos bosques primarios de la cuenca del Congo tambi¨¦n deber¨ªan ser considerados sagrados y no tocarse, como los bubingas m¨¢s viejos. Algunas voces advierten de que la certificaci¨®n puede convertirse en la coartada de las madereras para entrar de forma definitiva en los ¨²ltimos bosques primarios de la cuenca del Congo. Sin embargo, otras como WWF defienden que una de las v¨ªas para detener la deforestaci¨®n causada por el avance de los grandes cultivos pasa por conseguir una explotaci¨®n sostenible de la madera y otros productos del bosque rentable a largo plazo, y para ello la herramienta m¨¢s poderosa hoy por hoy es el sello FSC.
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