Guerra en las 'casas cortadas'
Un centenar de construcciones de la absorci¨®n chabolista franquista resiste entre escombros en zonas remozadas de la ciudad y provocan una gran tensi¨®n entre vecinos 50 a?os despu¨¦s
Antonio Gonz¨¢lez no ha estado nunca en Beirut. Ni en Sarajevo. Pero es un hombre observador y de met¨¢fora f¨¢cil. Ve la televisi¨®n. El presidente de la Agrupaci¨®n de Vecinos de Fuencarral tiene a la sombra de su bloque nuevo un descampado lleno de escombros y basura. Las ratas corretean entre los juguetes rotos. El Sol est¨¢ muy pr¨®ximo a la Tierra y pudre los restos de comida. En medio de esa pradera, 15 peque?as casitas resistentes. Cuerpos extra?os supervivientes del bombardeo del Instituto de la Vivienda de la Comunidad. Un total de 15 construcciones como arrojadas al azar en la explanada y escindidas de sus vecinas, ya demolidas.
"Parece Beirut", insiste Gonz¨¢lez, antiguo habitante de esa imaginaria ciudad devastada, que acept¨® en su momento, "como la mayor¨ªa", el piso que le ofrecieron. Lo parece, aunque los cuatro enormes rascacielos de la antigua ciudad deportiva reflejen los rayos del mediod¨ªa a menos de 1.000 metros. Son las casas cortadas. Un centenar de viviendas con 50 a?os reci¨¦n cumplidos distribuidas en los cuatro poblados de absorci¨®n chabolista que el Ivima a¨²n no ha conseguido derribar. Son los de Fuencarral (A y B), UVA de Hortaleza, Canillas y Alto del Arenal. Llegaron a ser 6.000. Llevan en proceso de descomposici¨®n desde 1986. Pero no terminan de desaparecer. Los vecinos "m¨¢s cabezotas" esgrimen un contrato de compraventa "de tiempos de Franco" que ha expirado, y "por lo tanto" les tienen que dar una casa "en propiedad y no en alquiler". El Ivima replica que ese contrato no tiene validez. Que la Administraci¨®n es "muy comprensiva" con ellos. Que pagan s¨®lo dos euros mensuales y que por su culpa "200 personas est¨¢n esperando a que les den una casa". El asunto est¨¢ en los tribunales y su resoluci¨®n, casi segura la piqueta, se puede demorar a?os.
El IVIMA se gasta tres millones en seguridad para evitar "la ocupaci¨®n ilegal"
Antonio, alcoh¨®lico, ha pintado en la entrada de su chisc¨®n: "Ueco habitado"
Estos focos, adem¨¢s, se han convertido en un polvor¨ªn social. "Hay malestar vecinal", describe Pablo Garc¨ªa Rojo, del PSOE, partido que ha llevado recientemente a los plenos municipales estos problemas. "Te encuentras una sorpresa con un foco de marginalidad en un sitio que no te esperas", insiste antes de denunciar que el Consistorio, por los litigios del Ivima, "ha descuidado sus deberes elementales de limpieza y de que vengan servicios sociales para ayudar a paliar la tensi¨®n que va creciendo".
Grupos bastante numerosos de toxic¨®manos, alcoh¨®licos y personas sin recursos, mayoritariamente gitanos, han ido repoblando los asentamientos y col¨¢ndose por las rendijas. Literalmente. En Hortaleza, por ejemplo, ocupan los min¨²sculos trasteros de algunos bloques en ruinas. "Los chungos est¨¢n donde el Floren", dice uno de los 4.000 habitantes de la UVA, la ¨²nica que se ha salvado de la demolici¨®n por un edicto de los arquitectos madrile?os indultando las construcciones. Antonio, un "chungo" que se confiesa adicto al alcohol, ha pintado en la peque?¨ªsima entrada de su chisc¨®n una advertencia: "Ueco habitado". En su momento "llevaba una vida normal", dice, pero no quiere dar muchas m¨¢s explicaciones. A su alrededor se acumula ropa sucia y botellas vac¨ªas de cerveza.
Todos los domicilios de estos poblados llevan escrita la advertencia de que all¨ª vive gente. "En 48 horas se meter¨ªan personas si no lo haces y ponen un candado", explica Dolores, que a?ade: "Llevo a?os sin irme de vacaciones por miedo a que me entren en la casa o me la derriben en mi ausencia".
El Ivima, sin embargo, se gasta cerca de tres millones de euros en pagar a una empresa de seguridad para que evite "la ocupaci¨®n ilegal de las viviendas y los garajes". Incluso algunos de los vigilantes "viven" en los pisos a¨²n no entregados para evitar intrusos. Pero, seg¨²n parece, s¨®lo en los nuevos. Nada de eso sucede en los cuatro poblados supervivientes. No hay vigilancia.
"Yo creo que son las propias empresas las que traen a los okupas para hacernos m¨¢s dif¨ªcil la resistencia", sostiene Carmen, que a¨²n mantiene, "aunque llena de grietas y humedades", su vieja casa del Alto del Arenal, en el 28 de la calle de Pont de Molins.
Elvira tiene a tres ni?os descalzos correteando sobre los escombros de Fuencarral. Ella no tiene contrato de ninguna clase. "Nos echaron de General Ricardos y nos colamos aqu¨ª", dice con bastante llaneza. Con la misma con la que habla con dos chicos del Ivima que est¨¢n inspeccionando "c¨®mo va el tema del poblado". Elvira les dice que ella tambi¨¦n quiere una casa nueva, un realojo. "Me han dicho que tenemos posibilidades", cuenta con candidez.
Los dos chavales llevan un folio con casillas en las que apuntan cosas. Vienen de casa de Mercedes y Asunci¨®n Espinosa. "Est¨¢n muy enfadadas, y lo pagan con nosotros", confiesa uno de ellos, un muchacho muy joven con el pelo enroscado en peque?as coletillas. Es verdad. Mercedes y Asunci¨®n est¨¢n enfadadas. "?Esto es una verg¨¹enza!", dicen las dos hermanas. Su abuela, "viuda de la guerra", lleg¨® hace 50 a?os al poblado desde un asentamiento chabolista de Ventas. "Tenemos un contrato y la casa es ahora nuestra. No queremos cambiar nuestra casita por un piso en altura", dicen muy convencidas. Su vecina Luc¨ªa, de 50 a?os y 30 viviendo en Fuencarral, est¨¢ de acuerdo, aunque los otros vecinos, los que aceptaron las condiciones del Ivima, les llamen "chaladas".
As¨ª, al final el "malestar" vecinal tiene hasta tres vectores. Los vecinos que aceptaron las casas nuevas contra los que no. Los viejos ocupantes que resisten, contra los ocupas "rumanos, marroqu¨ªes y gitanos, que aunque yo no soy racista...". Los nuevos vecinos de la zona que no tienen nada que ver con el Ivima, contra todos por "degradar" los barrios.
"Nadie pod¨ªa imaginar que estos lugares acabar¨ªan en el centro de la ciudad", sentencia el antiguo presidente del Colegio de Arquitectos, Ricardo Aroca. Despu¨¦s, libera una de esas carcajadas de pirata malo con las que le gusta cerrar sus juicios. "Se hace una gesti¨®n num¨¦rica y aqu¨ª el problema es de ingenier¨ªa social", concluye. Lo cierto es que la situaci¨®n econ¨®mica de los barrios en los que a¨²n perviven estos poblados -los trozos sanos que quedan de ellos- es mucho mejor que hace 30 a?os. En Canillas, por ejemplo, las promociones de pisos incluyen la coletilla "de lujo" y cuestan m¨¢s de 250.000 euros. Las casas cortadas son peque?as islas entre edificios altos. No hay descampados, y los que hay est¨¢n vallados. Las viejas viviendas se han quedado encorsetadas entre las nuevas.
La degradaci¨®n avanza en los cuatro poblados. Ideados para realojar a chabolistas, 50 a?os despu¨¦s son casi los ¨²nicos n¨²cleos de aspecto chabolista del centro de Madrid. "Paradojas de la Administraci¨®n", vuelve a re¨ªrse con fuerza Aroca. Mientras tanto, la batalla de las casas cortadas contin¨²a. Y los ¨²nicos que parecen satisfechos son las ratas y las empresas de demolici¨®n.
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