El beso perfecto
Enciendo el ordenador pensando en un posible tema para estas l¨ªneas, cuando de pronto de sus ciberentra?as surge el siguiente mensaje: "No conf¨ªes en un hombre/mujer que no cierre los ojos cuando lo/la besas". ?Vaya!, con todo lo que est¨¢ cayendo hay alguien por ah¨ª que est¨¢ d¨¢ndole vueltas a tales detalles. Detalles sumamente sutiles, porque vamos a ver ?por qu¨¦ cerramos los ojos al besar? ?Para no ver la cara del otro? ?para concentrarnos mejor? ?porque los ojos est¨¢n tan cerca que se ciegan unos a otros? Habr¨¢ alguna explicaci¨®n cient¨ªfica de por qu¨¦ instintivamente cerramos los ojos al besar, del mismo modo que se ha comprobado que activa considerablemente las terminaciones nerviosas y que por tanto es bueno para la salud.
Si lo hacemos por algo ser¨¢, en los documentales sobre naturaleza se explica que detr¨¢s de cualquier pr¨¢ctica placentera se esconde una intenci¨®n de la diosa naturaleza dirigida a la reproducci¨®n, supervivencia, adaptaci¨®n o de lo que sea, y que nada es gratuito. As¨ª que puede que besar sirva para fortalecer el sistema inmunol¨®gico o como mecanismo de supervivencia al sentir que recibimos una recompensa por estar aqu¨ª. Tal vez necesitemos ser rom¨¢nticos para aliviar un poco la parte m¨¢s pedestre de la existencia. Por eso la gente se enamora hasta en las circunstancias m¨¢s ¨¢speras, por la necesidad urgente de liberarse, de escapar de esa aspereza. Y en cuanto al amor, el beso es siempre el primer paso. Un primer paso interesante, a qu¨¦ negarlo y que ha pasado por muchas etapas.
Soport¨® toda esa ¨¦poca oscura del franquismo en que el beso estaba proscrito. La censura no era s¨®lo para las pel¨ªculas, en la calle tampoco se ve¨ªa a la gente bes¨¢ndose, hab¨ªa que recluirse en los cines y en portales en penumbra. Era asunto de luces indirectas, de recodos, de dormitorio. En cambio ahora c¨®mo est¨¢ Madrid. Se podr¨ªa llamar el Madrid Besuc¨®n, para desesperaci¨®n de los que aunque quieran no pueden. Porque lo melodram¨¢tico del beso es que son necesarios dos. Ahora bien, los que pueden por lo general pretenden que su beso sea insuperable, que te deje tambaleando para los restos. Pero que el torp¨®n no desespere porque puede echar mano de las instrucciones que Julio Cort¨¢zar nos dej¨® en Rayuela: "Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibuj¨¢ndola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por m¨ª para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonr¨ªe por debajo de la que mi mano te dibuja."
Catulo, otro cl¨¢sico, aunque ¨¦ste unos dos mil a?os m¨¢s antiguo, dec¨ªa cosillas como ¨¦stas: "Dame mil besos, luego cien, luego otros mil, luego cien m¨¢s, luego todav¨ªa otros mil, luego cien, y finalmente, cuando lleguemos a muchos miles, perderemos la cuenta para no saberla y para que ning¨²n malvado pueda aojarnos al saber cu¨¢ntos han sido los besos".
A¨²n tenemos mucho que aprender de estos poetas. Catulo desde luego era un experto: "Si me dejaran besar continuamente tus ojos de miel, Juvencio, los besar¨ªa hasta trescientas mil veces y no me sentir¨ªa satisfecho ni aun cuando fuera m¨¢s apretada la mies de nuestros besos que la de las espigas maduras". Lucrecio va m¨¢s all¨¢, habla de mordiscos en los labios. Y para qu¨¦ seguir, definitivamente hay que volver a los cl¨¢sicos.
De todos modos, ahora podemos presumir de que el beso se ha desnudado, se ha democratizado y ha salido a la luz del d¨ªa. Y a ello contribuy¨® una de las im¨¢genes m¨¢s famosas de la historia de la fotograf¨ªa, la capturada por Robert Doisneau un d¨ªa de 1950 en Par¨ªs cuando sorprendi¨® a dos personas an¨®nimas, dando toda una lecci¨®n de lo que ser¨ªa un beso perfecto. Cu¨¢nta melancol¨ªa ha creado la dichosa foto, y la nostalgia de que por mucho que lo intent¨¢semos nunca ser¨ªamos uno de esos dos, hasta que nos enteramos de que no hubo nada espont¨¢neo y s¨ª una buena composici¨®n. A algunos la verdad les molest¨®, pero otros respiramos aliviados. Ya no hab¨ªa que envidiar la bella pasi¨®n de aquella pareja perdida entre la gente, ya ¨¦ramos libres.
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