Achique de espacios
A finales de los a?os 70 dio inicio una de las m¨¢s famosas pol¨¦micas en el mundo del f¨²tbol. A un lado se situaban los partidarios del entrenador argentino C¨¦sar Luis el flaco Menotti, que representaba, tras ganar el mundial de Argentina de 1978 con el genial y nunca bien ponderado Mario Alberto Kempes, el gusto por el f¨²tbol bonito y creativo, basado en el achique de espacios y la libertad de los delanteros para expresarse con el bal¨®n. Frente a esta concepci¨®n esteticista el tambi¨¦n argentino Carlos Bilardo se erigi¨® posteriormente en el representante del juego basado en el sacrificio, la entrega y la disciplina. Gran estratega, Bilardo introdujo la ¨²ltima gran innovaci¨®n t¨¢ctica en este deporte (tres centrales atr¨¢s, cinco medios y dos delanteros), con la que gan¨® el Mundial del 86 (de la mano, nunca mejor dicho, del tambi¨¦n genial y, ¨¦ste s¨ª, bien ponderado, Maradona). Sacrificio y disciplina llevadas al extremo y concentraci¨®n de centrocampistas para acogotar al rival como elementos de una filosof¨ªa del juego resumida en la descomunal bronca que el entonces entrenador sevillista Bilardo le meti¨® a su propio masajista en Riazor por atender al deportivista Alb¨ªstegui de una espectacular hemorragia nasal: "Los nuestros son los de colorado, al enemigo ni agua. P¨ªsalo, al enemigo p¨ªsalo". Dos formas alternativas, en fin, de perseguir el mismo objetivo de derrotar al contrario reduciendo su espacio de expresi¨®n.
La pol¨¦mica entre menottistas y bilardistas pone de manifiesto que el f¨²tbol suele ir por delante de la pol¨ªtica. La competencia electoral, siempre orientada al achique del espacio pol¨ªtico del contrario, evoluciona, como hiciera tres d¨¦cadas atr¨¢s el f¨²tbol, desde la m¨¢s esteticista y creativa l¨ªnea argumentativa que tuvo en el pasado hacia otra basada en la entrega y la disciplina como instrumentos para la confrontaci¨®n pol¨ªtica: al enemigo ni agua, al enemigo p¨ªsalo. La pol¨¦mica no es s¨®lo de alcance local. La radicalizaci¨®n de los mensajes sobre el contrario, que cierran el camino a cualquier posibilidad de matiz, se da a escala global, probablemente como consecuencia de la revoluci¨®n en los sistemas de difusi¨®n de la informaci¨®n, y en especial a partir de la primera elecci¨®n del presidente Bush. En aquella ocasi¨®n el mensaje electoral basado en acciones proactivas y positivas (el ya casi obsoleto "prometo que...") cedi¨® definitivamente su predominio en favor de los mensajes negativos y denigratorios de la alternativa rival.
Ni Espa?a ni Galicia se ven exentos de esta tendencia. Ser¨ªa inaudito, de no incardinarse en la evoluci¨®n descrita, que una decisi¨®n de car¨¢cter b¨¢sicamente administrativo adoptada en una comunidad aut¨®noma, como la de crear una Agencia Tributaria, pueda verse convertida en una amenaza simult¨¢nea a varias "unidades" (la del mercado, la de la naci¨®n...), sin apenas espacio para el argumento t¨¦cnico y el matiz pol¨ªtico tan necesarios en esta cuesti¨®n. De la misma forma, resulta sorprendente el intento de identificar a quienes defienden una alternativa educativa que permitir¨ªa impartir s¨®lo una asignatura en gallego (la asignatura de lengua gallega) con aquellos que defienden el equilibrio (50%-50%) entre el gallego y el castellano, y que s¨®lo por ello se encuentran al menos equidistantes entre aquellos, y los que leg¨ªtimamente pretenden exactamente lo contrario (impartir todas las asignaturas en gallego, salvo el castellano). Y sin embargo, el espacio se achica d¨ªa tras d¨ªa.
Es muy posible que este tipo de mensajes sean muy bien recibidos por los m¨¢s fieles de cada parroquia pol¨ªtica; pero, al igual que en el f¨²tbol, es m¨¢s dudoso que entusiasmen al gran espectador. De hecho, la mutaci¨®n en los mensajes pol¨ªticos est¨¢ generando, en la mayor¨ªa de los pa¨ªses democr¨¢ticos, una polarizaci¨®n electoral con resultados muy ajustados entre la derecha y la izquierda y un importante aumento en los ¨ªndices de abstenci¨®n. Inhibici¨®n ante el espect¨¢culo por parte de los espectadores que pueden acabar haciendo lo mismo que en el partido de 1977 entre el Hurac¨¢n y el Avellaneda, en el que una radio local patrocinaba la entrega de una heladera port¨¢til a quien el p¨²blico designase como mejor jugador. Ante la sucesi¨®n de mal juego y entradas duras el p¨²blico obsequi¨® con una flamante heladera port¨¢til marca Zenith al ¨²nico que no dio una s¨®la patada durante los 90 minutos: a Luis Pestarino, el ¨¢rbitro.
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